¿Un film de gángsters en el que casi no se
disparan tiros? El de Abel Ferrara es un policial con todas las de la ley, pero no obedece
a todas las leyes del género. Está plagado de hampones, pero no refiere enfrentamientos
entre pandillas o familias sino los que se dan en el seno de una única familia. Es
violento como pocos, pero a partir de la violencia interna que aqueja a sus personajes.
Chez (Chris Penn), el hermano del medio, es diez veces menos temerario cuando dispara a
matar que cuando levanta presión, nerviosamente ensimismado. Y casi siempre
está nervioso, ensimismado.
Ray, el hermano mayor, pensante y rudo,
es excepcionalmente reflexivo. Como todos los gángsters, reflexiona sobre su situación:
el propio oficio y esa necesidad de mantener el "status" (que comparten con un
puñado de privilegiados de la clase media) los obligan. Pero este reflexiona más
profundamente. No sólo sobre las consecuencias de sus actos, sino sobre las consecuencias
de las reacciones que sus actos podrían provocar en sus rivales. Y así... El funeral
cobra vuelo poético toda vez que los intereses generales en conflicto se reflejan y
desdoblan en la partida de ajedrez mental que desenvuelve Ray (un gran papel, después de
mucho tiempo, de Christopher Walken) en su cerebro.
Pero Ray va más allá. Después del
velatorio de Johnny (el hermano menor) empezará a reflexionar sobre su condición.
Vientos de tragedia soplarán entonces sobre El funeral, que como film de
gángsters no llega al nivel de El rey de Nueva York (acaso la obra maestra de
Ferrara), pero es bastante bueno. Y como versión actual de la tragedia griega resulta
mucho más sensacional que todos esos mamotretos que pretenden venerarla,
actualizarla, analizarla, explotarla en fin, incluida Shakespeare apasionado, la
de los Oscar. |