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LA CINTA BLANCA
(Dass Weisse Band)

Alemania-Austria-Francia-Italia, 2009



Dirigida por Michael Haneke, con Christian Friedel, Ernst Jacobi, Leonie Benesch, Ulrich Tukur, Ursina Lardi, Fion Mutert.



Hoy por hoy hay dos grandes maestros de la provocación. Dos directores que utilizan el poder del cine para incomodar al espectador haciéndolo reflexionar sobre su propia esencia y comportamiento. Algún apresurado pensará en Todd Solondz y Gaspar Noé. Pero ellos son provocadores con el objetivo de contar cuánta gente sale ofendida de las salas. Michael Haneke y Paul Verhoeven, en cambio, hacen de la provocación un método de reflexión sobre la sexualidad y la violencia intrínsecas del ser humano. Si Verhoeven parte de los géneros para darlos vuelta y desnudar sus contradicciones, el estilo de Haneke es más difícil de reconocer. E incluye mayores variaciones. En La profesora de piano nos acercaba íntimamente a las obsesiones sexuales de su protagonista, pero en La cinta blanca ha optado por el distanciamiento intelectual.

En principio, sitúa la trama en un pueblito rural nórdico en las vísperas de la Primera Guerra Mundial, narrada por un profesor que no sabe si todo lo que relata ha acontecido realmente. Lo que sigue es una sucesión de distintos episodios extraños (accidentes, agresiones, incendios) que comienzan a perturbar a esta comunidad aparentemente calma y pacífica. Haneke se toma su tiempo y describe poco a poco la vida de los pobladores, deteniéndose en cada conflicto, ya sea de clase, de género, o educacional, que moviliza a los líderes de las instituciones sociales (el barón que lidera el pueblo, el cura, los jefes de familia) a aplicar severos castigos físicos y psicológicos, especialmente sobre los niños. El puritanismo educativo y religioso poco a poco va desenmascarándose como el principal generador de resentimiento, sin dejar de lado los otros factores. Ecos del cine de terror flotan en las imágenes, recordando a El pueblo de los malditos pero también a esa obra maestra de Chicho Ibáñez Serrador llamada ¿Quién puede matar a un niño?

Filmada en color y pasada digitalmente al blanco y negro, las primeras imágenes de La cinta blanca pueden recordarnos a Dreyer o a Bergman, pero pronto descubrimos que la estética del film evade rápidamente las comparaciones. Nada de trascendentalismo ni teatralidad. La película trabaja las luces y sombras para potenciar el misterio y facilitar un uso magistral del fuera de campo, con el objeto de ocultar sistemáticamente de la mirada del espectador las agresiones y las perversiones de sus personajes, y generar, sobre esta base, la pregunta sobre la esencia de la violencia social.

Se supone que estamos ante el germen del nazismo, pero una mirada atenta descubrirá que Haneke, como todo gran artista, no se queda en el historicismo y nos sugiere que lleguemos a la actualidad. Ese plano final de todos los habitantes del pueblo sentados en la iglesia se asemeja demasiado a la posición que ocupamos, como espectadores, durante la proyección de La cinta blanca.

Ramiro Villani      


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