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DANI, UN TIPO DE SUERTE
(Dan In Real Life)

Estados Unidos, 2007


Dirigida por Peter Hedges, con Steve Carell, Juliette Binoche, Dane Cook, Dianne Wiest, John Mahoney, Emily Blunt.



Estamos ante una comedia romántica prosaica, anodina y políticamente correcta, cuya única virtud escapa un tanto a la voluntad de los realizadores, pero aun así justifica la visión del film. Esa virtud, ese elemento, esa intensidad, esa vibración se llama Juliette Binoche, la protagonista, la actriz de El viaje del globo rojo (Hou Hsiao-hsien), Mary (Abel Ferrara), Caché (Michael Haneke), Un diván en Nueva York (Chantal Akerman), Blue (Kieslowski), Una vez en la vida (Louis Malle), Rendez-Vous (André Techiné) y un largo etcétera de películas que las más de las veces justifican su visión tan sólo por ella. A esta selección habrá que agregar su participación en la primera emisión desde el extranjero de “Inside Actor’s Studio”, el programa de entrevistas patrocinado por la famosa institución pedagógica actoral que puede verse por cable, y en el que la increíble sensibilidad de la actriz se impuso a la zalamería envarada de su conductor. Es que no parece haber nada más alejado del Método que el método Binoche de ser siempre ella misma, sin impostura, sin esfuerzo, orgánicamente. Y ese modo de ser es lo que capta cuanta cámara tenga la suerte de filmarla. Así que si hay un mérito de los creadores de Dani, un tipo de suerte, corresponde menos al director que a los encargados del casting. Son este tipo de películas las que permiten comprender de forma inmediata qué se quiere decir con aquello de que todo film es un documental, incluso los de ficción, ya que documentan un rodaje. Dani... es una película fallida como ficción de género, pero se alza como testimonio único de una mujer –de su presencia física, de la energía que se desprende de ella, de la forma en que su cuerpo ocupa el espacio, de su luminosidad, de su estar en el mundo­– tanto más cuanto menos autosuficiente resulta como comedia romántica.

El protagonista es uno de esos tipos que escriben en un diario consejos sobre cómo vivir con la sola autoridad del sentido común así que, como podrán imaginar, la película derivará por la pendiente de un cuento moral en nada parecido a los de Rohmer. Además de su trabajo, tiene a tres hijas en edades que van de los 8 a los 16 años y carga con el recuerdo de la muerte de su esposa –madre de las nenas– que le impide comenzar una nueva relación amorosa. La posibilidad de revertir esa situación se presentará cuando acudan a la reunión anual de toda la familia en casa de sus padres y allí conozca a la Binoche pero... como ya se habrán imaginado surgirá un pequeño contratiempo que complicará la concreción de lo que ambos sienten por el otro. No develaremos cuál es ese obstáculo pero sí debemos aclarar que el mismo, sumado a otras decisiones del guión, sirve para constatar que una familia numerosa americana es en el mejor de los casos promiscua, y en el peor opresivamente siniestra. Pero más allá del tono político-ideológico del film, lo verdaderamente reprensible es su chatura televisiva, la preponderancia del primer plano ni siquiera concebido como arte del retrato, sino como mero transporte de diálogos tampoco trabajados literariamente. Algún que otro gag físico que no provoca risa alguna hace pensar en la posibilidad perdida de trabajar la dramaturgia corporal de Steve Carell, lo que no hace otra cosa que acentuar la enojosa sensación de que estamos ante una materia prima potente pero desperdiciada. Nos queda, eso sí, el recuerdo de Binoche, quizá la única actriz del cine contemporáneo capaz de parecer misteriosa en jogging.

Marcos Vieytes      


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