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DEUDA

Argentina, 2004


Documental dirigido por Jorge Lanata y Andrés Schaer.



La figura de Jorge Lanata es, desde hace más de una década, algo así como el prototipo del periodista independiente, quijotesco y dialéctico. Su inmolación en favor de causas humanitarias y frente a la corrupción es su carta de presentación y quizás el punto de partida de todas las comparaciones con Michael Moore. Pero este perfil de libre-pensador-justiciero no es mérito enteramente propio. Desde el menemismo en adelante se vio favorecido por un paulatino estancamiento crítico del medio televisivo que, privatizaciones y negociados mediante, prefirió evitar problemas y relajarse en las suaves comodidades de la complacencia, la trivialidad y el oficialismo más llano, que llega al paroxismo en la actual gestión de Néstor Kirchner. Ante tal demostración de entrega, la monolítica figura de Lanata ganó adeptos, credibilidad y, para cumplir con las reglas de toda sedición, sufrió el destierro y la censura para luego retornar convertido en el ave fénix del periodismo vernáculo.

El poder mediático de Lanata se define entonces más que nada por oposición. Por el enfrentamiento entre una opacidad general y un discurso que, sin ser canónico, al menos rastrea aquellos legados que siguen azotando el presente. Aquí yace el arma principal de Jorge Lanata como (co)director: en el caudal de investigación, en el escrutinio de los hechos y la proliferación de significantes que, como aquella biblioteca de Babel borgeana, remiten a otros tiempos, a otras personas y a otras causas. El oficio periodístico demarca este camino investigativo apuntando sus misiles a la búsqueda de responsables, a las consecuencias y a la resolución interrogativa más que a posibles soluciones. La propuesta de Deuda, primer film de la dupla Lanata-Schaer, es consecuente con lo que solía ser Día D o Detrás de las noticias (ciclos televisivos conducidos por el primero), es decir un afluente de datos, comparaciones, nombres, lugares y fechas que conducen al problema y a esclarecer el misterio de su génesis.

La película retoma el ritmo televisivo fusionándolo con la estructura del documental periodístico interactivo. Resultado: Jorge Lanata siempre frente a cámara (cuando no hablándole directamente a ella) y edificando su documental a partir de entrevistas, reportajes e imágenes de archivo, animación al estilo Despertando a la vida y ciertas dosis de humor irónico y acidez manipuladora.

Pero el problema principal de Deuda no es su progenie televisiva sino su uso maniqueo del montaje, su didactismo, su tendencia a la ridiculización de las personas, su búsqueda de comparaciones irrelevantes (como preguntarse si hay pobres en Washington) y la carencia de una puesta en escena firme que no haga de simple partenaire del discurso (carencia que se reitera en muchos documentales nacionales de los últimos años).

Ambos directores están plenamente convencidos del poder que ejerce la televisión en su carácter de medio masivo y detonante de denuncias, las permanentes puestas en abismo así lo atestiguan. Desde ahí arrancan: desde el llanto televisado de una nena hambrienta en Tucumán que sirvió (si es que vale la expresión) para poner al gobierno en marcha... por unos pocos días. El punto de partida funciona como una avalancha que arrastrará sus preguntas desde Tucumán hasta Washington; desde Punta del Este hasta Davos, Suiza. Durante toda su extensión la película se reparte entre dichos puntos geográficos contraponiendo, en un ejercicio pleno de la demagogia y el efectismo más gruesos, puntos de vista y estilos de vida antagónicos.

Este viaje hiperbólico convocará a los vecinos de Barbarita (la nena desnutrida) y a la mismísima Anne Krueger (ex directora del Fondo Monetario Internacional) en un reportaje que amaga con destino de clímax, un enfrentamiento que promete knock out y que sin mediaciones se esfuma entre preguntas retóricas (otro parecido con Mr. Moore) y respuestas apuradas y esquivas. A esta altura el periodista-director ya repasó la historia argentina de los últimos treinta años, la multiplicación de la deuda hasta las cifras astronómicas, el fraude que significa cada gobierno que pasa, el control de la natalidad en zonas marginadas, el absoluto caos coyuntural, la eterna ineptitud de los personajes a cargo del Estado y el perpetuo abismo que separa ambos hemisferios del globo.

Si bien no esgrime facilismos, Deuda cae en una declamación de espíritu agnóstico. Encuentra en la excavación de las infamias económicas argentinas su fortaleza y su naturaleza periodística. A través de la duda permite ampliar el juicio y las opiniones, pero pierde su impulso en viñetas banales y comparaciones que no hacen más que minar el rigor del discurso, otro punto en común con... No, ¡basta de Michael Moore!

Bruno Gargiulo      


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