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EL EMPLEO DEL TIEMPO
(L'Emploi Du Temps)

Francia, 2001


Dirigida por Laurent Cantet, con Aurélien Reoing, Karin Viard, Jean-Pierre Mangeot, Monique Mangeot.



Es difícil saber qué rumbo tomará en lo sucesivo la obra de Laurent Cantet. Su nuevo film es, sin quererlo, la antítesis del anterior, Recursos humanos. Aquella magnífica ópera prima ahondaba en uno de los más terribles problemas de este momento: el desempleo y la dictadura empresarial. Y lo hacía magistralmente. Muchos films recientes tocan ese tema pero la mayoría hacen agua en la profundidad conceptual e ideológica y se quedan, con suerte, en la denuncia. Es como si ciertos directores quisieran cumplir y quedar bien al retratar marginales o desocupados, sin lograr más que una visión paternalista y superficial de la miseria. Podemos citar los films de Robert Guediguian (Marius y Jeannette), donde los obreros son forzadamente buenos y nunca se quiebran, a pesar de combatir a la patronal. Otro ejemplo sería Mundo grúa, donde el único planteo era ilustrar el sufrimiento de un desocupado sacado de todo contexto, sin indagar sobre su mundo interior ni sobre el sistema que lo expulsaba; esa es la moral estilo Telenoche, a lo César y Mónica, que resumen cualquier hecho nefasto con un "qué terrible esto que pasa", evitando así profundizar en los porqués y sin explicar lo que hay detrás de un desocupado: una cruel política económica avalada por una clase social en primer lugar, y por canallas con nombre y apellido en segundo.

Plantear el tema obrero-empresarial en términos de buenos y malos es una ingenuidad; lo mejor es llamar a las cosas por su nombre, hoy más que nunca. En Recursos humanos, por ejemplo, el conflicto que estalla entre el protagonista y su padre, al ver el primero que su viejo acepta incondicionalmente cualquier medida que tome la empresa por más injusta que fuere, es una situación que evidencia las complejidades del tema. Ahí ya hay un choque ideológico más que generacional, alejado totalmente de las idealizaciones. El neoliberalismo, ese monstruo tirano, dicta los supuestos valores morales de la actualidad mientras devasta dos tercios del mundo (Argentina, claro, incluida) con actitudes inequívocamente criminales. Este es el causante principal de la miseria –junto con la cobarde complicidad de los políticos–, y Cantet lo sabía perfectamente al rodar su primer largometraje. De hecho, lo retrató de forma contundente y sin caer en la mirada complaciente sobre el trabajador: ahí el asunto era la lucha de clases y la acción directa, que por cierto tomaba por asalto la fábrica (y, a mi juicio, el cine político contemporáneo). La contradicción generada por la reacción de todas las partes en aquella fábrica en huelga enriquecía la historia, y era lo que hacía reflexionar al espectador. Abría, con su emotivo análisis, una puerta al cambio, evitando los excesos utópicos.

Puede que todo esto suene exageradamente político y no muy cinematográfico, pero todos estos son films políticos por lo que jugarla de cinéfilo inocente me parece que no tiene sentido.

Cuando al final de Recursos humanos uno de los empleados de la fábrica le pregunta al protagonista por qué se queda ahí con ellos si no es su lugar, él le pregunta al empleado –y a sí mismo–: "¿Y cuál es mi lugar?". Esto no es ni más ni menos que preguntarse cuál es nuestro lugar en el mundo.

Lo malo, y lo que me lleva a recordar tanto aquella película, es que El empleo del tiempo resulta una decepción frente a todos aquellos jugosos planteos. Aquí se consigue un opuesto, y muy lamentable. Es la historia de un hombre que es despedido de un buen puesto y que, por verguenza y/u orgullo, no se lo cuenta a su familia. Da vueltas por la ciudad inventando historias sobre su hipotético trabajo y su triste imagen no es la de un desocupado si no la de un tipo con mala suerte. Culposo, cobarde en más de un sentido, el hombre yira y yira tratando de entrar desesperadamente en el sistema que lo expulsó. No hay preguntas en este personaje... sólo ganas de volver. Pide plata prestada a su padre y a sus amigos para emprender un proyecto que sabemos de entrada no funcionará; esto y un eterno dar vueltas es prácticamente todo el film, aunque con algunos detalles –feos– hacia el final.

Si Recursos humanos finalizaba con la pregunta que insinuaba el comienzo de una vida de luchas, El empleo del tiempo arranca con un tipo que está muerto a menos que vuelva al sistema (no al trabajo). No estaría mal si se lo planteara de una manera combativa, irónica, pero la cosa va en serio. El empleo del tiempo es un drama que no funciona como drama ya que todo gira sobre la patética mentira de este tipo, que se pasea nostálgico por pasillos de modernos edificios de oficinas, soñando ser uno de esos hombres de traje. Siendo el desempleo uno de los males del mundo de hoy, retratar a un hombre que oculta su condición de expulsado con verguenza es hacerle un favor al sistema, que no busca otra cosa que eso: que el despedido se aleje sin protestar.

Se podrían decir más cosas sobre El empleo del tiempo. Pero quizá sea mejor esperar al próximo film de este director, a ver si él ya dijo su última palabra.

Julián Monterroso      

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