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INVIERNO CALIENTE
(101 Reykjavik)

Islandia, 2000


Dirigida por Baltasar Kormákur, con Victoria Abril, Hilmir Snaer Gudnason, Hanna Maria Karlsdottir, Thrudur Vilhjalmdottir.



No son muchas las oportunidades que se nos presentan para asomarnos a mundos muy lejanos como los de Islandia, esa isla tan cercana al polo Norte que vive largas temporadas sin sol, con una nieve incesante y noches invernales interminables. Su gente pertenece a una cultura diferente, como la escandinava, descendiente de vikingos, y sin embargo, la identificación con ellos es posible. Claro que la Islandia que vemos en esta película en nada se parece a la que encuentra James Bond en Otro día para morir (salvo en el hielo).

Invierno caliente es el que vive Hlynur, un hombre-niño de 28 años aún bajo el ala protectora de su mamá, y del Servicio Social, que en una sociedad organizada como la islandesa permite a un desocupado hacer nada de nada, o sea: visitar sitios porno en Internet, tomar cerveza sin límite en el bar con sus amigos, tener sexo sin compromiso, y esperar la muerte bajo la nieve permanente, todo con la mayor naturalidad, sintiéndose en todo su derecho, sin culpa, aunque también sin entusiasmo. Ni siquiera para manifestar su inconformismo o su aburrimiento. Hasta que a su casa llega una española (Victoria Abril, que obviamente se llama Lola y enseña baile flamenco; por cierto que la sutileza no es una característica de este film) y acaba con el hastío. Lola es un sol en ese país tan frío, y llega para iluminar no sólo la vida del hijo, sino también la de la madre, formando un trío inusual. (En Cama para tres, de Josiane Balasko, Abril también era una española llamada Loli en tierras ajenas, y también integraba un triángulo bisexual.)

Decía que, a pesar de las diferencias, buena parte de los espectadores podrán reconocerse en Hlynur –en sus adicciones, su frustración, su falta de metas– gracias a un tratamiento que a pesar de todo lo torna simpático, y presenta su estado como una fase a superar, un momento de pasaje a la madurez, que llega también de la mano de Lola, una Victoria Abril que parece moverse en esa tierra boreal tan poco latina como arenque en aguas heladas. (Tal vez su elección se deba a que el director, Baltasar Kormákur, alimenta un publicitado –inexistente, en mi opinión– parecido con Almodóvar.) La relación con Lola es perfecta para Hlynur, pues consigue así a la madre-amante, aunque Lola esté mucho más interesada en su propio vínculo con la madre del muchacho.

101 Reykjavik (título original del film) es el código del área donde ocurre la acción, y a la vez una apelación al localismo. Sin embargo, esta opera prima de Kormákur –que juega un rol secundario como amigo del protagonista– es una propuesta de comedia nórdica, ligera, que aunque con visos de originalidad, cumple las pautas de los modelos de representación del no tan independiente cine yanqui. Ligera porque, aunque habría muchos temas para profundizar (la relación edípica, la generación sin ambiciones, la irresponsabilidad de los padres, etc., etc.), se cuida bien de no detenerse en reflexiones conflictivas. Y muestra que, a pesar del liberalismo inconformista, al final todos entramos en el sistema. Dirigida a sus contemporáneos, con un elenco y una banda musical excelentes, la película tiene una buena primera hora, pero luego la narración, como Hlynur, parece no saber adónde ir.

Josefina Sartora      


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