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LOS MARZIANO

Argentina, 2011



Dirigida por Ana Katz, con Arturo Puig, Guillermo Francella, Rita Cortese, Mercedes Morán, Daniel Hendler, Raquel Bank, Claudia Cantero, Julieta Zylberberg.



La comedia de Ana Katz siempre fue a contrapelo de las dos coordenadas más típicas del humor rioplatense: el costumbrismo y el humor de lo vulgar. El de Ana Katz es un cine de los gestos, de lo sugerido, del “understatement”, es decir, del humor a través del anti-énfasis. Por eso sus películas son plenamente cinematográficas en oposición al más televisivo costumbrismo (¿qué mejor medio para alcanzarlo que la penetración permanente y cotidiana de la televisión?) o al humor vulgar de raíces profundas en el teatro de revistas; su cámara está siempre atenta a las mínimas expresiones y a lo absurdo en lo cotidiano y logra destacarlo sin declamarlo, transformándose en una experta en la comedia de lo incómodo.

En Los Marziano hay dos hermanos (Francella y Puig) que ya no se hablan, una hermana (Rita Cortese) que preferiría verlos unidos pero no se hace demasiada ilusión y la mujer de uno de ellos (Mercedes Morán), sostén pragmático de la familia y posible lazo entre ambos. Ana Katz juega al juego de la sobriedad, construyendo una narración pausada interrumpida repentinamente por breves lapsos de furia o vacilación de los hermanos, que surgen en la película como salidos de ninguna parte y que van a morir ahí, en pequeños gestos de (in)comprensión de una hermana o una esposa. Los dos personajes principales están obsesionados: uno (Puig) con un cavador de hoyos serial en su country/barrio privado, el otro con convertir a digital horas y horas de transmisiones radiales de diversos programas que condujo en su periplo entre Córdoba y Misiones; o cómo llenar la vida de algo para no ocuparse de lo verdaderamente importante.

Ana Katz conduce esta nave a velocidad crucero (mejor dicho, a velocidad mini-yate del Tigre) con una maestría fenomenal, acumulando las tensiones en lo subterráneo mientras la serenidad de la superficie sólo deja adivinar la amable oscuridad que esconde el relato. Gran parte de la comicidad de Los Marziano proviene de la distancia entre ese núcleo tenso al borde de la explosión y la superficie lustrosa y cordial que todos (con la excepción, tal vez, del personaje de Puig) están dispuestos a mantener. Es prodigioso en este sentido cómo construye el encuentro final entre los hermanos, una secuencia extraordinaria en su moderación armada a partir de miradas, gestos, complicidades y aproximaciones afectivas. Claro que no todo es verde en el valle/campo de golf de césped sintético de Los Marziano: una inexplicable banda sonora que subraya y enfatiza secuencias que no lo necesitan ancla a la película en un tono que no le pertenece, más cercano al costumbrismo alla Esperando a la carroza. Tal vez un pequeño precio a pagar (probablemente, una exigencia de un productor que subestima a su público) por filtrar al mainstream una comedia tan inteligente, contenida y sofisticada como ésta.

Hernán Ballotta      

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