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LAS MUJERES ARRIBA
(Women On Top)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Fina Torres, con Penélope Cruz, Murilo Benicio, Harold Per
rineau Jr., Mark Feuerstein, John de Lancie.



Como tantas otras películas, Las mujeres arriba cumple con el único propósito de vender al mundo la belleza de una estrella en fulgurante ascenso: la española Penélope Cruz. Y cual si fuera una señal, desde los primeros minutos se percibe que sólo ella, en tanto rostro y cuerpo, es susceptible de elevarse por encima de tanta mediocridad. Porque esta película es Penélope Cruz. Y verla hermosa a Penélope es mucho más fácil que encontrar un solo rasgo memorable en Las mujeres arriba.

El guión está apoyado en la siguiente idea (todo parecido con Como agua para chocolate no es casual): la mujer latinoamericana está apasionada, profunda, visceralmente vinculada con... la cocina. Isabella Oliveira, una joven de Bahía (brasileña, sí) es una hermosa niña con una temible afección: los mareos. Por causa de ellos no sale de su casa y se inicia tempranamente en el arte culinario. Su sueño: convertirse en una gran chef. Un día, el sensual Toninho conquista su corazón luego de que ella enamoró su estómago. La pareja contrae matrimonio y ahí nos enteramos de que, para evitar los mareos, Isabella debe tener bajo control toda clase de situaciones: las de la vida y las de la cama. Toninho la va de sumiso y gobernado durante años, hasta que una noche sus viriles afanes de "ponerse arriba" cuando menos una vez lo llevan a engañar a su esposa con una criada. Isabella lo descubre y lo abandona. Fuga a San Francisco (Estados Unidos) para concretar el viejo sueño de la infancia: convertirse en chef.

Esta introducción es el embrión de un guión que se irá tornando un poco menos interesante y un poco más tonto cada vez. En el que el estereotipo de la mujer latina amiga-amante de los platillos y alimentos se irá mezclando con otros, no menos remanidos, que pretenden dar cuenta de la cultura y las creencias del Brasil profundo (el culto a Yemanjá, la Diosa del Mar, por ejemplo). No faltan el pintoresquismo ornamental, tan caro a Hollywood a la hora de retratar "lo latinoamericano", ni los toques de realismo mágico: por un momento Penélope Cruz se transforma en la mismísma Esther Williams, abajo del agua, con peces y todo.

Esta comedia juega a provocar la risa con la estupefacción de la humanidad ante la belleza de Penélope: multitudes que la siguen por la calle, fanáticos del fútbol que se olvidan del partido frente a su sensualidad, hombres duros que se ablandan y mujeres que la admiran se turnan hasta saturarnos. Por su parte, la joven española, que ha servido con nobleza a varios de los directores más encumbrados de su país, ofrece la peor interpretación de su carrera.

Un elemento fundamental (por lo menos por lo recurrente) en esta historia es la música brasileña, pero está puesta en los lugares equivocados. Y provoca hastío, molestia y un aburrimiento que se suma al generado por la anécdota y su puesta en escena.

Eugenia Guevara