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SANTITOS

México, 1999


Dirigida por Alejandro Springall, con Dolores Heredia, Demián Bichir, Alberto Estrella, Fernando Torre Lapham, Juan Duarte, Ana Bertha Espin.



Tlacotalpán, pueblito de la provincia de Veracruz. Una viuda joven, bella y devota perdió a su hija por causa de una rara enfermedad contagiosa, y no le han permitido ver ni despedirse del cadáver. Por lo tanto, cuando San Judas Tadeo –el patrono de los casos desesperados– se le aparece en su cocina, Esperanza (excelente y encantadora Dolores Heredia) deduce de su mensaje que la muchachita está viva. Como moderna Demeter, la madre remueve literalmente cielo y tierra para recuperar a su hija, y emprende un viaje en su búsqueda. El críptico mensaje del santo la llevará a los lugares de perdición donde pueden haber vendido a su niña. La inocente Esperanza hace honor a su nombre: deambula por prostíbulos de variado nivel, a un lado y otro de la frontera, armada con una caja llena de las imágenes de santos con los que dialoga permanentemente, y que la sostienen en su fe. En el camino, la mujer descubrirá su capacidad de seducción, su libertad y sexualidad, que una vida rutinaria y limitada le había impedido conocer.

En su debut como director, Alejandro Springall concibe una road movie en clave disparatada, con personajes planos, estereotipados como sus nombres, mezclando el melodrama televisivo con la comedia bufa, y evocaciones de Ripstein y del realismo mágico de toda Latinoamérica. El drama de la madre está impregnado de humor permanente, a veces negro, otras verde, y los diálogos desopilantes llevan de la risa a la sonrisa.

La imagen es folklórica, muy localista, con colores saturados y abuso de azules, mientras que la iconografía es propia de los melodramas tropicales. Hay una evidente conjunción de psicología y religión, ya que el padre Salvador, confesor de Esperanza, oficia de terapeuta. Pero más importante es la sátira a la televisión, o "de qué manera la devoción religiosa y la mediática se confunden". El vidrio del horno en el que se muestra San Judas es un remedo de la pantalla televisiva, que las mujeres ven en su cocina. El confesor de Esperanza interrumpe sus consultas a la hora del teleteatro y la heroína, que parte con su caja llena de imágenes de santos, regresa con una caja más grande que contiene un televisor, después de haber cambiado sus íconos de cartón y yeso por un Angel espectacular, de carne y hueso.

La guionista María Amparo Escandón demuestra ser una aplicada alumna del laboratorio del Sundace Institute, capaz de desarrollar todos los pasos del viaje del héroe –en este caso, femenino–: el llamado, la partida, la presencia de guía y enemigos, el cruce del umbral, el descenso a los infiernos (los de la prostitución resultan muy divertidos y están vistos sin condena, aunque escandalizarán a espíritus pudorosos o mojigatos), las pruebas, y el regreso de la heroína con una identidad transformada. Pero a pesar de la experiencia que adquiere en el camino y de su crecimiento como mujer, Esperanza sigue manteniendo su inocencia y fe intactas.

Parecida estructura habíamos admirado en Estación central, otro film de héroes no convencionales situado en ambientes folklóricos, de tono y tratamiento más serios, con personalidades más complejas. Santitos da el tono justo para lograr un éxito seguro en quienes busquen un momento de franca diversión.

Josefina Sartora