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SED, INVASION GOTA A GOTA

Argentina, 2004



Largometraje documental dirigido por Mausi Martínez.



Hace cosa de un mes pude ver un documental norteamericano sobre la figura de Robert Mc Namara y su concepción de la guerra preventiva que viene al caso. Este señor fue importantísimo actor secundario durante la Segunda Guerra Mundial, secretario de Defensa de los EE.UU. cuando la guerra de Vietnam y, acá viene lo más interesante, funcionario del Banco Mundial por más de doce años. El modo en que lo dice a cámaras indica claramente la continuidad y comunión de intereses que hubo entre ambas responsabilidades. ¿Qué tiene que ver esto con la película que voy a comentar? Muchísimo si pensamos que el Banco Mundial es el principal mecenas de las investigaciones alrededor del Acuífero Guaraní, una de las reservas más importantes (y de las pocas) de agua dulce del mundo. Pero esta reserva, ¿no está en territorio argentino, paraguayo, brasileño y uruguayo? se preguntará usted prestamente. A buen entendedor, pocas respuestas...

Asimismo, Mausi Martínez filmó un documental abundante en preguntas, que suministra la información necesaria sin atosigarnos con ella, ágil, dinámico, didáctico en el mejor sentido de la palabra, con una voz en off retaceada que sólo aparece para conectar algunos testimonios (a la que sólo puede reprocharse cierta "suciedad" ocasionada por la grabación del sonido), y que presenta la situación de siempre: un país que descuida sus recursos naturales y otros que aprovechan –y provocan– esa negligencia para apoderarse de los mismos. Esos dos niveles de responsabilidad quedan claramente expuestos en la película. Por un lado están los testimonios en vivo de funcionarios ambientales del Banco Mundial quienes, por sí solos, exponen sus intereses en cada respuesta pretendidamente desinteresada que emiten. Junto con ellos, también aparece el testimonio de un funcionario en cuyas frases, parpadeos y silencios parecen encarnar algunos de los más perversos males que ha sufrido la Argentina. Un funcionario que se da el lujo de amenazar a los científicos que trabajan en la investigación del Acuífero Guaraní con una frase propia de un gángster: "Ellos saben de qué hablo". Que ese funcionario sea uno de los principales supervisores políticos del acuífero no es un dato para nada menor.

Hay un par de gestos al comienzo y al final de la película que me resultaron más que interesantes. Las imágenes se abren con un fragmento del añejo noticiero cinematográfico "Sucesos Argentinos" (referido al uso doméstico del agua) correspondiente a una de las primeras presidencias peronistas, y ahora virado a un sepia que, sin lugar a dudas, lo embellece. El final de la película es un encuadre sencillo y bellísimo en el que aparece la popa de una lancha surcando un río, la banderita argentina obligatoria de cualquier embarcación, y una música con percusión y vientos sumamente rítmica y contagiosa.

Gracias a dichos elementos uno descubre en seguida que Sed, invasión gota a gota ha sido filmada con un sentido estético propio que la despega del grueso de la producción documental didáctica de nuestros días. Pero, además, se hizo con la clara intención de invocar a una conciencia comunitaria siempre débil en nuestro país y, para ello, se juzgó pertinente la sobria utilización de ciertos símbolos de nuestra identidad o del pasado político. Por sobre todas las cosas, es de agradecer que no se haya abusado de ellos y, también, sería grato que los espectadores no los malinterpretaran. Los últimos testimonios, incluso, dejan poco lugar para la crítica partidaria. Resulta más que triste ver, gracias al montaje final, la ausencia de diálogo existente entre los actores políticos de un conflicto que ni siquiera llega a ser tal. Porque ¿qué pueden hacer una senadora jujeña, un grupo de pacifistas, una realizadora, un geólogo y un investigador correntino ante el poder de las multinacionales, el vacío legal y la interesada inoperancia de muchos legisladores y de la mayor parte del poder político? Por nuestra parte, ir al cine a ver de qué se trata no será gesto pequeño.

Marcos Vieytes      


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