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LAS TORRES GEMELAS
(World Trade Center)

Estados Unidos, 2006


Dirigida por Oliver Stone, con Nicolas Cage, Michael Peña, Maria Bello, Connor Paolo, Anthony Piccininni, Jay Hernandez, Armando Riesco.



Oliver Stone siempre fue un director polémico y controvertido. Por su recurrencia histórica, su mirada política y su postura crítica para con los gobiernos de su país. Muchas de las películas que conforman su filmografía pueden dar cuenta de ello: Pelotón, Nacido el 4 de Julio, JFK, Nixon, y hasta Alexander sin ir más lejos. Pero con los sucesos del 11 de septiembre en la mayoría de los ciudadanos estadounidenses el patriotismo, que siempre está a flor de piel, se exacerbó y el cineasta no ha escapado de la trampa.

Las torres gemelas es una película más humana que política, ha dicho, ignorando la premisa aristotélica que enuncia que el hombre es esencialmente un animal político; cualquier acto humano es inseparable de una postura política. Y Stone ha decidido honrar a los muertos. Y es una decisión loable. El problema deviene de observar que si uno acepta que en el contexto de semejante trance sea difícil incluir bocadillo alguno sobre política exterior, responsabilidades o cargos internos (justificando entonces que no se digan ciertas cosas), tal hipótesis queda descartada con los comentarios sobre (y las alusiones a) guerra, venganzas, religión y la teoría del Bien y del Mal. En momentos de crisis el liberalismo yanqui demuestra que su calidad humana empieza y termina en casa.

Amparado por el famoso cartelito de “basado en hechos reales”, el guión no escatima esfuerzos por conseguir la empatía del espectador y, echando mano de todos los clisés y golpes de efecto posibles, construye ante nuestros ojos la historia de dos policías de la autoridad portuaria que serán, en definitiva y simbólicamente, los nuevos y buenos hombres (re)nacidos de las cenizas del horror.

La trama se centra en el sargento John McLoughlin (Nicolas Cage) y el oficial Will Jimeno (Michael Peña) y en sus familias, donde las respectivas esposas Donna (Maria Bello) y Allison (Maggie Gyllenhaal) son preponderantes.

La película comienza a las 3.29 del 11 de septiembre del 2001, cuando la ciudad de Nueva York empieza a despertar y los primeros movimientos diurnos pronto se tornan oleadas de gente: calles atestadas, subtes repletos y ruidos incesantes, sitios que en una vuelta circular, ya casi en el final, volveremos a recorrer en silencio y vacíos. A los 10 minutos de iniciado el metraje ya estamos atrapados con nuestros protagónicos rescatistas entre los escombros de lo que fueron las torres. De ahí en más sólo saldremos para “vivir” las penurias y ansiedades que sus familias atravesarán hasta el –digamos– milagro final. El presente se mezcla con los flashbacks (de un pasado común y corriente: anuncios de embarazos, arreglos de la casa, elección de nombres de los hijos, etc.) que ayudarán a pintar las vidas de estos hombres tanto como los diálogos que entablan para mantenerse despiertos.

Stone elige el tono excesivo propio del melodrama de TV –siempre atento al sentimentalismo–, y lo conjuga en lo visual con la cobertura coyuntural que ese medio supo realizar –evitando toda mostración de los cuerpos–, ralentiza las escenas de dolor o peligro y las sobrecarga con una música de órgano solemne y llorosa; pero no se conforma con las alusiones a Dios sino que las explicita en imagen con ciertas apariciones kitsch del Sagrado Corazón que asombran. Y por si fuera poco hace de la alegoría un emblema: dos torres atacadas, dos ex marines que se niegan a detener la búsqueda aunque haya caído la noche (y dos hombres rescatados de la muerte). Ya en un esfuerzo de comunión interracial hace abrazar a latinos y WASP, blancos y negros (debo admitir que la escena entre Bello y una madre desesperada en el hospital a un costado de la máquina de café es conmovedora), con intención acaso honesta pero definitivamente inocua y naif.

Con un elenco correcto (Cage luce como un Francella más delgado), un excesivo metraje, una reconstrucción del World Trade Center que permite hacernos una idea de lo que debe haber sido la implosión que generó el derrumbe final y la desesperación por escapar de ese infierno, algunos (pocos) momentos técnicamente logrados (los disparos del arma del oficial Pezzulo, la salida de McLoughlin) y muchos otros estirados y artificialmente emotivos, Stone inició la carrera de películas “enternecedoras, vibrantes, emocionantes, plenas de valor, heroísmo y fe en la humanidad” con las que Hollywood recordará este hecho que USA exportó al mundo y que los espectadores de cine deberemos soportar, seguramente, de aquí a la eternidad.

Javier Luzi      

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