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UN DIA DE SUERTE

Argentina, 2001


Dirigida por Sandra Gugliotta, con Valentina Bassi, Claudio Gallardou, Fernán Mirás, Darío Vittori, Damián de Santo, Jesús Berenguer, Claudia Lapacó.



La ópera prima de Sandra Gugliotta, premiada en el Festival de Berlín, posee el extraño mérito no de anticipar, como afirman algunas voces, sino de documentar la situación que sofoca a la Argentina de los últimos años. Sólo que lo hace en un tiempo que difiere del presente. Pero la mayor virtud de este film no es su postura frente a la "realidad social" sino la forma en que expone el lenguaje y el comportamiento de los jóvenes inmersos en el sombrío panorama que nos toca atravesar.

El relato transcurre durante los famosos cortes de energía eléctrica del verano de 1999. Eran días de mucho calor y bronca, en los que las bebidas y alimentos escaseaban, incrementando la ira de la gente. Este es el contexto que rodea a Elsa (Valentina Bassi), indecisa sobre su futuro, harta ya de las pequeñas changas –como repartir volantes o muestras de productos y realizar encuestas– que sabe que no la llevarán a ningún lado. Animada por los relatos de su abuelo (el veterano comediante Darío Vittori) acerca de Italia y por un amor loco de una sola noche con un joven italiano, decide partir hacia allí en busca de un destino mejor. Mientras procura ahorrar unos mangos para el viaje, se dedica a pasar el tiempo libre con sus amigos (interpretados por Damián de Santo y Lola Berthet) y conoce al personaje de Fernán Mirás, quien le moverá el piso, como quien dice.

Son los momentos de rutina y aletargamiento entre amigos los que adquieren mayor vuelo en este film: las conversaciones y bromas sin sentido alguno, la fumata de porros, las escenas íntimas entre Mirás y Bassi (más allá de que los dos atraen al público femenino y masculino respectivamente). En cambio, los tramos con marcada "carga ideológica" recuerdan los antiguos vicios declamatorios del cine argentino. Cuanto más se aproxima la directora a los personajes, dejando de lado lo exterior, mayores niveles de autenticidad logra. Un día de suerte basa sus aciertos en la apelación a la subjetividad.

Este aspecto se puede apreciar muy claramente en la actuación de Vittori, como el abuelo de Elsa. Cuando el guión inserta tramos demagógicos, el trabajo de Vittori se vuelve impostado, excesivo, al borde de la teatralidad. Sin embargo, en la escena en que el abuelo describe a Elsa el gran amor de su vida, al que tuvo que abandonar, Vittori alcanza (junto a Bassi) un momento verdaderamente conmovedor. Es en ese momento cuando se sugiere la desilusión y el desarraigo que puede llegar a sufrir Elsa luego de llegar a Italia.

Un día de suerte fluctúa permanentemente entre estos dos estilos: uno muy anticuado y declamatorio; otro más vital, fresco y renovador. Todo un muestrario del paisaje del cine argentino actual.

Rodrigo Seijas     


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