HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS














X Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente


Secciones Oficiales


SELECCION OFICIAL INTERNACIONAL
Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (México, 2008. Dirigida por Yulene Olaizola). Este es un documental sobre un hombre con múltiples aristas. Pintor, poeta, enamorado de las mujeres pero también sospechado de ser homosexual, que vivió cerca de una esquina como cualquiera otra de la ciudad de México (en este caso, la que intersecta la calle Shakespeare con la calle Víctor Hugo). Apenas si se ven fotos de este hombre durante todo el transcurso de la película. Son otras personas las que van construyendo su personalidad, los hechos que lo formaron como persona. La directora va juntando fragmentos, hilos sueltos de una trama que se escapa por momentos, que se hace inasible. Y esa historia "real" va adquiriendo rasgos de ficción, haciendo transitar al documento que es este film de un género hacia otros: del social al melodramático, y de ahí sin escalas al policial con altas dosis de suspenso, a partir de la sospecha, nunca confirmada, de que el protagonista pudo haber sido un asesino serial, una especie de Jack el Destripador en versión mexicana. El protagonista no está para responder, pues está muerto. Su ausencia es reconstruida por los personajes secundarios, en sendos actos de poner en presencia, a través de la invocación, al sujeto faltante; en un duelo frente a cámaras, con carácter público, pero contenidos privados. Un film tan humilde como fascinante, construido a través de la significación que aportan el vacío y la falta de certezas. Justo premio a Mejor Película en la competencia internacional. Rodrigo Seijas

Profit Motive And The Whispering Wind (Estados Unidos, 2007. Dirigida por John Gianvito). En 1915, Edgar Lee Masters publicó uno de los más originales libros de poesía del siglo pasado. La "Antología de Spoon River" consistía en un conjunto de poemas que simulaban ser epitafios para armar de ese modo un texto múltiple en el que podía leerse la historia de una comunidad. La película de Gianvito se construye de forma similar y, en menos de una hora, cuenta la historia de las luchas por los derechos civiles –que también es la lucha de clases– en los Estados Unidos. El resultado es una película de guerra en la que no se oye ni un solo tiro, pero que es atravesada de principio a fin por la más vertical de las violencias. Los planos de lápidas que van desde la época de la independencia hasta el presente son alternados con planos, también fijos, de árboles, plantas o campos mecidos por el viento en una suerte de contrapunto ritual, racional y sensual a la vez, historiográfico y contemplativo. Las únicas variantes introducidas a este esquema incluyen unas animaciones en blanco y negro de rostros y extremidades moviéndose frenéticamente que se asocian peyorativamente con esa ordalía llamada Wall Street, una grabación musical del siglo XIX que resucita una canción indígena y fantasmal como la voz que la interpreta, y el montaje percusivo de una manifestación actual en Nueva York con el que finaliza el film, acaso la única irrupción explícita pero a la vez demasiado vaga del discurso en la película. Mención aparte para la inclusión de los logos corporativos en varios de los aparentemente bucólicos encuadres, y para las máscaras mortuorias y el recipiente que contiene la cenizas de Sacco y Vanzetti. Marcos Vieytes

Andalucía (Francia, 2008. Dirigida por Alain Gomis). Yacine vive en Francia. Pero es argelino, un hijo de las ex colonias galas con todo lo que eso implica para una mentalidad eurocéntrica de estos tiempos. El no vive perseguido sino y solamente por una idea un tanto obsesiva de cierta identidad esquiva y la voluntad inquebrantable de no atarse a nada. La fijeza es una cualidad a evitar por todos los medios. Y sabe como hacerlo: trabaja de suplencias, vive en una casa rodante, tiene amoríos pasajeros. La misma película sabe impregnarse de ese "estilo" de su protagonista para editar su vida en cortes y montajes abruptos y casi sorpresivos, sin una narración temporalmente lineal sino en una disposición de continuidades que suman en la construcción de la personalidad de Yacine. El espejo de una sociedad agresora del distinto y la Otredad que atemoriza se recorta una y otra vez en el film mostrando la derechización del mundo, inteligente decisión del director senegalés Alain Gomis.

Buenos climas, logrados silencios y alguna que otra musicalización del tipo "world music" consiguen un extraño film que comienza a mostrar ciertas fisuras en los discursos de algunos personajes que van apareciendo por aquí y por allá, donde el mensaje se vuelve demasiado evidente y explícito (el loco, el extranjero que habla en un inglés adoptado como segunda lengua) y esa identidad concreta y fija, sólida y estanca, entra evidentemente en colisión con lo que se venía mostrando. Esos personajes llevan al protagonista hasta España –más que al lugar del título a Toledo (la ciudad de la mezcla de culturas: judía, católica, musulmana)–, donde cumple todas las palabras que le supieron decir con voz profética, para cuasi místicamente elevarse de la tierra hasta encontrar un lugar propio. Una pena semejante final, que derrapa hacia el abismo de la seguridad y la tranquilidad para el espectador. Javier Luzi

Los paranoicos (Argentina, 2008. Dirigida por Gabriel Medina). Luciano es un personaje. En varios sentidos. Un "personaje" en sí mismo, personaje involuntario de una serie televisiva exitosa en España y personaje, al fin, de la película que estamos viendo. En los tres niveles funciona como un ser disfuncional, un antihéroe del que todos tenemos algo también. Inseguro, al borde del despegue o del hundimiento sin remedio, su relación con las mujeres y los amigos nos descubre a un ser inestable y frágil.

Los paranoicos es una película con momentos bien diferenciados, bloques que se unen por algo que trasciende la mera causalidad. Hay "algo" detrás de las imágenes, un poder hipnótico, una música interna con melodías y ritmos que construyen una narración de una fuerte voz personal. Cada una de las escenas posee identidad propia, con variadas intensidades y tonalidades y va mostrando la evolución de un personaje que, con tropiezos, busca su identidad.

El humor aparece en situaciones inesperadas (el vómito en el baño, la nuez de un amigo averiada accidentalmente) y la banda musical funciona dramáticamente, no como un simple acompañamiento de las acciones de los personajes. Escenas como las del baile de Luciano al comienzo y la del mismo Luciano con Sofía, casi al final, marcan de manera indeleble a una película que confía en las imágenes y las dota de una banda sonora rica en matices.

Puede que suene impropio o apresurado mencionar a uno de los más grandes cineastas argentinos a la hora de hablar de Los paranoicos, pero la figura de Leonardo Favio se cuela por momentos en esta película, a la que con justicia se podría asociar con lo desparejo e irregular, pero no como fallas sino todo lo contrario, como atributos que le dan fuerza y seducción. Sergio Zadunaisky

Help Me Eros (Bangbang Wo Aishen. Taiwán, 2007. Dirigida por Kang-sheng Lee). Kang-sheng Lee, el protagonista de muchos films de Tsai Ming-liang,  vuelve al cine con este segundo opus (que también protagoniza) donde lo sexual puesto en primer plano demuestra que detrás del deseo hay otra cosa. Un joven desempleado, que ha sabido de una vida mejor en lujos económicos, vive del ayer, desesperado por un amor que ha perdido, dependiente de un servicio de ayuda telefónico y de la marihuana que cultiva en su hogar: un loft imponente y cerrado por ley. Cuando conoce a una vendedora de un kiosco muy especial, que se encuentra debajo de su casa, apuesta de nuevo por el amor con todo el temor que no sabe manejar.

"Debemos estar locos", dice un personaje y uno se pregunta si no será eso el amor. En el mundo actual y líquido –al decir del sociólogo Baumman–, las relaciones sufren de esa misma liquidez y detrás de vidrios, espejos y superficies de agua (la puesta en escena es sumamente cerebral en este uso calculado al milímetro de espacios reflejantes), los personajes asoman sus cuerpos pero más exponen sus almas. Así se muestran. Cuerpos como soportes o pantallas de lo que quieran escribir y de lo que quieran usufructuar los otros.

La película derrocha sexualidad en las imágenes, los cuerpos, las ropas, los cabellos, todo es superficie de placer que a la larga se cobra el precio de la soledad más cruel y la desazón y la tristeza y la melancolía del vacío final. Ningún sustituto del deseo real da resultado: ni el sexo, ni la droga, ni el dinero, ni la comida ni el chat. En la disputa entre Eros y Tanatos, en plena posmodernidad, el triunfador es el más derrotado. Bellísimas escenas como la de la persecución por la ciudad desierta o cualquiera de las tres que, musicalizadas con canciones pop orientales que desgranan el desamor, se convierten en coreografías increíbles, y la reconocida sapiencia oriental en la colocación de la cámara en semejantes lugares que ni el más planeado de los decorados, hacen de este film un objeto maravilloso para la vista y el corazón. Javier Luzi

Ballast (Estados Unidos, 2008. Dirigida por Lance Hammer). Aquí lo extraordinario no es jamás pintoresco. A diferencia del cine industrial, que opera espectacularizando la realidad, Lance Hammer naturaliza la excepción. Básicamente, la historia de Ballast cuenta la de un hombre que se suicida, tras lo cual lo intenta su hermano gemelo, que luego se enamora de su excusada y comienza a ocuparse de la crianza de su sobrino púber e involucrado con las drogas. La densidad de la situación, sin embargo, no es jamás viscosa sino concreta. No hay especulación emotiva alguna ni subrayado sonoro, sino la evolución emocional de unos pocos personajes durante un breve lapso de tiempo. En medio de tanta vistosa contaminación audiovisual cotidiana, las imágenes de Ballast deparan la misma poderosa sensación que proviene de salir a caminar durante una noche muy fría de invierno para despejarse de un embotamiento: aclaran, oxigenan, despiertan. Marcos Vieytes

Correction (Grecia, 2008. Dirigida por Thanos Anastopoulos). Film griego sobre un hombre recién salido de la cárcel, que intenta establecer contacto con una mujer y su hija, a las que parece deberles algo muy pero muy significativo. El relato se propone explorar cuestiones sociales referidas a los problemas con la inmigración albanesa en Grecia, enlazándolas con un drama de tono moral. Pero estas intersecciones resultan forzadas, como si se quisiera encajar un cuadrado en un círculo. Tanto la puesta en escena como las actuaciones son en extremo correctas, pero al mismo tiempo no tienen vuelo propio, no son capaces de sobresalir. Y el intento de establecer una tesis social particular termina ahogando innecesariamente el núcleo dramático inicial, con los personajes subordinados a una idea "mayor", que les quita espesor. Rodrigo Seijas

Flower In The Pocket (Flor en el bolsillo. Malasia, 2007. Dirigida por Seng Tat Liew). Nobody knows pero sin la violencia brutal y calculada de ésta. Una historia de chicos, dos hermanos: Ma Li Ohm y Ma Li Ahh. Un instante en la vida de estos pequeños que van a la escuela por rutina, viven fuera del alcance de la autoridad de un mayor que los conduzca (a pesar de tenerlo), deciden sobre sí mismos con la inconciencia y la inocencia de esa edad.

Más allá de esos retazos que se asoman naturalmente para dibujar a los personajes parecería que hay un abandono de los mismos, como si su funcionalidad (contribuir al avance de la trama –que no es tal– , exhibir contraposición de actitudes o modos de vida, etc.) fuera el único motivo de su presencia. Familias disfuncionales, desapariciones que no pueden superarse, el idioma como fuente de incomunicación y eje diferencial, la violencia escolar y las cotidianas, las contradicciones humanas (la maestra con hijo discapacitado que ejerce la violencia sobre un alumno con claros problemas).

Prolija, tierna  pero demasiado calculada. Sí, se evitan las moralejas y los golpes bajos, pero el problema es esa morosidad que procura retratar unas vidas opacas y parece confundir simpleza con apatía. Javier Luzi

Up the Yangtze (Remontando el Yangtze. Canadá, 2007. Dirigida por Chang Yung). En China, en el río Yangtze, se está construyendo una gran-represa-gran, que forma parte del emprendimiento energético más importante del mundo. Sí, la China comunista se está adaptando rápidamente a las bondades del capitalismo. En el medio, claro, hay pueblos que desaparecen bajo el agua y personas que ven cómo sus vidas son modificadas para siempre.

Este documental aborda las historias de dos jóvenes: un chico de familia más o menos acomodada y una chica de una humilde familia, que desea adquirir dinero para estudiar y poder sobrevivir en un mundo que le exige altas capacidades. Los dos entran a trabajar en un crucero para turistas de todo el mundo, teniendo que modificar sus pensamientos y concepciones a alta velocidad para no quedarse atrás. El film observa su adaptación a los nuevos ritos y rutinas, su relación con los compañeros de trabajo y el alejamiento de sus familias, trazando así un panorama de una nación que está aprendiendo muy rápido nuevas reglas, pero que en el medio está perdiendo su propia identidad. Empantanada en ciertos momentos por la voz en off del director y secuencias cuasi actuadas y ensayadas, la película nunca pierde un aire de nostalgia y melancolía, de conciencia de una era que se extingue, mientras otra comienza. Rodrigo Seijas

Una semana solos (Argentina, 2008. Dirigida por Celina Murga). Celina Murga se mete en un country, para espiar un poquito a un grupo de chicos que se quedan solos en la casa, ya que sus padres se fueron de viaje. Los filma con absoluta pericia, pero al mismo tiempo, sin imaginación. En cierta forma, termina estableciendo una simbiosis con sus personajes: no configura un mundo propio, no es capaz de ver más allá del country, se limita a un andar confundido y alienado, sin alma. Tarda mucho, demasiado en impulsar la acción. Más de media hora pasa hasta que arranca el relato, hasta que pasa algo, hasta que los personajes empiezan a tomar decisiones. Pero aun así, no deja de ser previsible. Se regodea en la falta de objetivos y toma las decisiones más obvias. Este segundo largo es lo opuesto al primero, que tenía una protagonista decidida, llena de energía, dentro de un relato que se activaba al instante, con una progresión narrativa inmejorable. Esa pequeña maravilla se llamaba Ana y los otros. De esa cumbre, Murga descendió unos cuantos escalones. Rodrigo Seijas

SELECCION OFICIAL ARGENTINA
Unidad 25 (Argentina-España-Francia, 2008. Dirigida por Alejo Hoijman). "La unidad 25 es una iglesia", dice alguien ni bien comienza este documental de Alejo Hoijman que se llevó el premio al mejor film de esta sección. Una penitenciaría en la que los reclusos son evangélicos y admitidos por tales. Con reglas y estatutos de convivencia diferentes y que, afirman, resultan reformadores para aquellos que infringieron la ley.

La institución carcelaria y la institución religiosa, ¿cómo se cruzan? ¿Se complementan? ¿Se oponen? ¿Entran en contradicción? El ensamblaje resulta más posible de lo que se cree. Ubicada en la localidad de Olmos, cerca de la otra famosa cárcel, esta unidad goza de un régimen semiabierto limitado del que se siente sumamente orgullosa.

El director elige contar este mundo cerrado y bastante claustrofóbico, con esos cánticos que aúnan gritos y palmas en igual grado, a través de la mirada inocente y virgen de religiosidad de Simón Pedro, un joven que es trasladado a pedido de su hermano, pero que lejos está de saber en qué baile se ha metido, y que funciona como espejo del espectador. Lentamente lo vemos pasar de la indiferencia a la aceptación (un poco "ayudado" por los ministros internos) mientras entre lecturas y canciones –un adoctrinamiento que de sutil tiene nada–  se muestran diálogos entre los presos que relatan sus acciones anteriores o su matar el tiempo a la espera del resultado de sus abogados con un nivel de violencia asombroso para quien se muestra creyente sin medida.

Obediencia es la palabra más enunciada y el reclamo más repetido durante todo el metraje. Dios como fuente de toda justicia es loado por un grupo de personas (a las que nadie niega la posibilidad del cambio) que parecen haber olvidado su grado de responsabilidad en las acciones que los llevaron a ese lugar en el que están purgando su condena.

Sólo me pregunto, ¿eran necesarias esas imágenes de hormigas por las paredes del penal que aparecen en tres momentos distintos de la película? ¿Qué nos quieren decir como metáfora algo explícita que no haya sido dicho por las mismas voces a las que se les da voz? Javier Luzi

Construcción de una ciudad (Argentina, 2007. Dirigida por Néstor Frenkel). Esta película de Frenkel es la mejor comedia argentina de las últimas décadas, sin dejar por ello de ser un documental sobre el pasado de Federación y el presente de Nueva Federación, la ciudad de Entre Ríos trasladada a unos pocos kilómetros de su ubicación original en 1979 debido a la construcción de la represa de Salto Grande. Diseñado en base a testimonios actuales de los habitantes y, en menor medida, a material de archivo, el film se transforma en mucho más que una investigación objetiva debido al uso del montaje, el casting y las intervenciones de la cámara-director, que consiguen algunos de los mejores gags de la historia cinematográfica nacional. La película tiene un efecto innegable: hace reír y mucho, para algunos quizá demasiado. Digo esto porque no son pocos los que se preguntan si Frenkel –y con él los espectadores– no se ríe de sus entrevistados en lugar de con ellos. El dilema no es menor, aunque en mi opinión está saldado en favor del director. Frenkel no diseña situaciones que ridiculizan a las personas filmadas, sino que registra las particularidades muchas veces ridículas de las mismas, así como no tenía empacho en convertir en el eje de su anterior película –Buscando a Reynols– a un músico con síndrome de Down que vociferaba opiniones políticamente incorrectas a cámara. En uno y otro caso, creo que asistimos al registro fascinado de unas voluntades afirmándose desvergonzadamente sobre sí mismas y lo que hace el director –mediante la edición, la filmación de silencios o sus acotaciones– no es más que garantizar las condiciones para que esa confianza se expanda hasta límites insospechados, no pocas veces incómodos para todos los involucrados. Marcos Vieytes

Resfriada (Argentina, 2008. Dirigida por Gonzalo Castro). La opera prima de Gonzalo Castro (escritor, dueño del sello editorial Entropía y ahora cineasta) se centra en la historia de Nadia, Ernesto y Juan. Nadia se peleó con su novia y buscó refugio momentáneo en la casa de Juan, que es editor de libros, casi jefe suyo y amigo de su hermano Ernesto. Estos dos tienen en danza varios proyectos de trabajo (la compra de derechos del libro de filmación de Herzog de Fiztcarraldo por ejemplo) difíciles pero no imposibles en un mundo globalizado como el de hoy.

El ámbito retratado muestra tipos bastante reconocibles para el mundillo de las letras, Púan mediante –así se conoce también a la Facultad de Filosofía y Letras por la calle donde se encuentra situada–. Y su director sabe usufructuar lo conocido para construir entonces modos y discursos que reflejen ese transitar. Jerga y preocupaciones propias de una "comunidad" bastante especial. Quizás esa (in)comunicación y la franja etaria representada le jueguen en contra a la masividad por el lado del receptor pero también aportan extrañeza y risa a quien no conoce ese submundo. De allí lo novedoso de este film que introduce el mundo de la literatura, y mejor aún de lo que hoy se conoce como industria cultural, en el cine sin demasiadas concesiones para captar la atención fácil.

Historias pequeñísimas de la cotidianidad de los vínculos afectivos (amorosos, filiales), casi sensaciones que se procuran transmitir (muchas veces más que logradas a través de actuaciones que parecen improvisaciones y provenientes de esa pureza no contaminada que aportan los no actores) mezcladas con lo propio de lo profesional del rubro retratado (reuniones de trabajo, conversaciones sobre investigaciones literarias y conferencias sobre autores consagrados) construyen una obra original y poco común.

Personajes que conversan de traducciones, dialogan sobre el lenguaje y sus funciones y viven su complicada manera de amar casi mostrando que uno es lo que habla y como habla son un aire fresco para el cine argentino pero eso no implica ni una ruptura de barreras de gueto, ni una ampliación de público. Javier Luzi

La orilla que se abisma (Argentina, 2008. Dirigida por Gustavo Fontán). “Juanele” (el entrerriano Juan L. Ortiz) es el poeta de los detalles, de lo minúsculo, de ese pequeño elemento que se hace vida merced a la lupa misteriosa y querida de su vista. Venerado por sus colegas y la crítica, todavía por descubrir (la dictadura ordenó quemar toda su obra y su edición completa –después de su muerte– es relativamente reciente) para el público en general, encontró en Gustavo Fontán un traductor eficaz que supo volver imágenes cinematográficas sus palabras poéticas casi arriesgándose a la experimentación. El director, ya en su anterior El árbol, había conseguido, aunque con menores aciertos, hacer del sencillismo virtud. Acá aboga por hacer verdad las palabras del poeta en eso de la apuesta por lo simple. “La revolución del descanso” que se patentiza en esas imágenes reposadas, lentas, que se articulan para dar cuenta de la naturaleza (árboles, gato, hombre, río) filmadas siempre con sonido directo.

Fontán utiliza los recursos que tiene a su alcance para, evitando ilustrar la poesía, volver lírica la pantalla misma. Con un fuera de foco convierte lo que se ve en algo así como aquello que resulta del uso de una técnica puntillista en lo pictórico y busca en la luz de las cosas enfocadas borronear las formas o en la filmación en movimiento también diluir los límites. Lo móvil, lo fluyente en lo acuoso como fuente originaria. Los espacios que se vuelven ámbitos y después el hombre de pronto, de repente, apenas como un eslabón más.

Apropiándose de imágenes de documentales anteriores a las que suma en su cadena de significación y trastocando lo cinemático, por momentos, en los trazos de pinceladas como si la pantalla fuera un lienzo, La orilla que se abisma consigue, sin recurrir sino en el cierre a la voz del homenajeado leyendo un poema, emocionar profundamente. Javier Luzi

Historias extraordinarias (Argentina, 2008. Dirigida por Mariano Llinás). Tres historias, tres enigmas con ribetes policiales, tres viajes a través de la llanura bonaerense con derivaciones espaciales al Africa y Guyana, temporales a mediados del siglo pasado, y fantásticas al corazón de las tinieblas y del milagro. Tres protagonistas sin diálogo, una voz en off omnipresente, informante y mecedora, cuatro horas y media de duración –contando un par de intervalos de diez minutos cada uno– perfectamente dosificadas para intrigarnos primero, involucrarnos después, y por último maravillarnos. La película de Mariano Llinás (Balnearios) está destinada a marcar un antes y un después en la historia del cine argentino, a la manera de Invasión (Hugo Santiago) o Pizza, birra, faso (Caetano y Stagnaro), y lo único que lamento –quizá demasiado apresuradamente– es su restringida circulación, habida cuenta de que difícilmente sea exhibida en alguna otra sala que no sea la del Malba. Y sería una verdadera lástima que no se viera, porque es apta para todo tipo de público gracias a la renovada fe en el relato que evidencia, la variedad de tópicos y recursos que utiliza, y las emociones universales que genera. Junto con Los paranoicos y Construcción de una ciudad, viene a demostrar que este año el cine argentino es capaz de hacer contacto. Marcos Vieytes

El sueño del perro (Argentina, 2007. Dirigida por Paulo Pécora). Con un buen manejo de dirección y un pulso seguro en su narración esta opera prima de Paulo Pécora nos entrega un relato que borra los límites de la ensoñación y la realidad. Un hombre, victima de la desgracia, busca derrumbarse en el abismo o salir casi sin quererlo. Una casa en la ribera del río, dueña de los recuerdos de aquellos instantes de felicidad, será también el refugio de una futura esperanza. Un chico huérfano y un perro se cruzarán en su camino.

Hasta bien entrada la media hora inicial no sabremos de qué va la historia que aun así atrapa. Una voz infantil cuenta en off el cuento que puntúa la narración cinematográfica. El paisaje se vuelve personaje: la costa, el río, los árboles, la selva, el sonido del agua y del viento y de los animales que pueblan el lugar. El hombre, el niño y el perro sabrán de dolores y pérdidas y portarán las marcas de las heridas como estandarte.

Como un cruce entre Cortazar y Quiroga, –el cuento del que se sueña otro y el ámbito de la selva y sus acechanzas–, este film aporta misterio y desolación y alguna esperanza final. Son de lamentar algunos problemas de montaje que enrarecen por demás los saltos temporales que se enrevesan quizá innecesariamente, y cierta pobre marcación actoral que se intenta desdibujar detrás de los silencios y el laconismo discursivo. Un poco menos de metraje (hay escenas estiradas o que no aportan) sumaría puntos. Javier Luzi

Luego (Argentina, 2008. Dirigida por Carola Gliksberg). Tres historias pequeñas de lo que pasa cuando no se dice algo. Cuando no se dice aquello que más nos cuesta y nos enredamos en un círculo infernal. Dos jóvenes enamorados. Una joven embarazada cuya pareja se va de viaje. Un joven cuya madre planifica un viaje como premio a su final de carrera universitaria.

La directora Carola Gliksberg en su opera prima eligió contar desde el artificio evidenciado, puesto de relieve y en primerísimo plano. Los escenarios, casi vacíos (sillón, mesa, cama, bañera, escritorio, pared), dan cuenta de la imposibilidad de esos personajes de llenar algún espacio o denotan que semejantes seres sólo pueden habitar esos ámbitos. Las actuaciones, planas o bastante cercanas a la ausencia de sentimentalidad.

En semejante coyuntura únicamente podrán darse situaciones cíclicas que repiten las figuras de lo ya vivido y sirven para evitar las palabras verdaderas. Esos espacios de tiempo en los que no se puede decir lo que se quiere decir y se llenan con banalidades y cosas que poco importan. "Me gustan las cosas iguales", dice una de las protagonistas y explicita ese limbo en el que transitan las tres historias donde el transcurrir sólo aporta tiempo sin vida. Como el de un pasajero en tránsito, ¿serán por eso los viajes que surcan las tres historias? Los que acaban de volver, los que se van. Así como de niños esconderse resultaba la manera más a mano para escapar de los malos tragos y los problemas, ahora los silencios y lo implícito son el mejor disfraz. Tampoco creo que sea casual tanta madre enunciada en los primeros tramos hasta su aparición protagónica en el tercer episodio. Dejar para después puede ser una opción, pero siempre falsa. Javier Luzi


Inicio de la Cobertura | Panorama | Otras Secciones | Premios