HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















20º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
Sección:
Retrospectiva Asia Central


A-bu-rri-das


De todas las cosas que se pueden decir de una película, que "es aburrida" es una de las más tontas, vagas e inconsistentes que hay. Decir que una película es aburrida es no decir absolutamente nada. El aburrimiento y la diversión son estados o sentimientos tan de uno, tan propios e intransferibles, como el dolor físico, como la concepción de la belleza y como tantas otras cosas. Difícilmente el aburrimiento se pueda convertir en un parámetro. No hay que ser un fundamentalista del relativismo para saber que lo que para uno es aburrido... etc., etc., etc. Y sin embargo... qué complicado me resulta este asunto de hablar de las películas de Asia Central. Es que, justamente, ¡me aburrieron casi todas! Así nomás. Si no lo aclarara así, de primera, me sentiría un poco hipócrita; más aun si me largara a hablar muy suelto de cuerpo de temáticas compartidas, de ejes narrativos, de la Unión Soviética y su caída, de la dicotomía Oriente/Occidente o de cualquier otra cosa. Sí, lo que más sentí viendo las películas fueron ganas de irme del cine. Pero no podía. Había decidido cubrir la sección. Y así, diligentemente, me clavé una decena de películas de Kazajstán, Uzbekistán y de otros países que no podría ubicar jamás en un mapa. Esto es lo que vi. Y lo que ustedes –si no estuvieron por esos días en la Ciudad Feliz– probablemente no vean nunca.

El aburrimiento, entonces. Digámoslo: las películas de Razikov no tienen el timing de las de Howard Hawks; el hilo narrativo de Nevestka no se desenrolla al ritmo loco de el de Una Eva y dos Adanes. Las películas de Asia Central (al menos estas) no son "screwball comedies", definitivamente. Pero esto no es necesariamente malo. Sería –y suele ser– un poco cansador que todas las películas se nos presenten como objetos frenéticos corriendo alocadamente, montados (mutilados) a lo Moulin Rouge, epilépticos a lo Irreversible. Por un lado, la consigna "Diversidad o Muerte". Por otro, Hitchcock diciendo que el único pecado en el cine es aburrir. ¿Quién sabe? Para pecado, el aburrimiento es demasiado intangible. Lo que a mí sí me resulta y resultó pecaminoso e intolerable (mucho más que mi muy subjetivo aburrimiento) fue el invitado ausente de esta sección: el sentido del humor. Sí, el sentido del humor brilló por su ausencia, oscureciendo toda la sección. La solemnidad fue indudablemente el común denominador de la retrospectiva. Que nadie me venga con que estos países sufrieron mucho y todavía padecen hambre, que la gente está desocupada, que la tienen bien difícil. El miedo y la desesperación engendran y engendraron los mejores chistes: los que duelen. El sufrimiento no tiene nada que ver y una película no tiene que ser grave si toca una temática urgente. Creo que esto es claro. ¿Se trata de otra cultura, quizá? Dudo que tenga que ver con eso; lo cierto es que el tono grave y el ánimo de denuncia tiñeron toda la retrospectiva. Y a mí, francamente, me cuesta creer que una cultura toda esté extirpada de humorismos y humoradas.

Hablar de Killer (del kazajo Darezhan Omirbaev), por ejemplo, es hablar de un dominó-rally de tragedias. De una pequeña distracción (un hombre está manejando; se da vuelta para ver a su hijo recién nacido y se pega el palo contra el auto carísimo de un mafioso) que desencadena grandes miserias, golpizas, una insoportable asfixia económica, robos y maniobras extrañísimas (¿cómo puede ser un buen negocio comprar un auto en Alemania y venderlo en Kazajstán? ¡Que alguien me explique la metodología empleada para robar autos en ese país!), préstamos con desorbitantes tasas de interés y –claro– finalmente, muertes. Un panfleto que no reclama nada. Una larga queja. Ah, la violencia material queda siempre fuera de campo.

De Omirbaev también vi The Road, una película menos quejosa y más reflexiva y autocrítica. Y con un interesante manejo del tiempo. Un director de cine (alter ego explícito de Omirbaev) va a visitar a su madre enferma. El recorrido, la ruta, el paisaje desolado desencadenan sus recuerdos, sus miedos, sus pecados (o lo que él cree que son sus pecados), sus dudas, sus sueños (sueños literalmente; no como sinónimo de fantasías). Omirbaev castiga bastante a su personaje; es decir que se castiga a sí mismo. Como 8 1/2, de Fellini, pero menos autoindulgente y muchísimo más seca. Este Omirbaev parece ser el director más atractivo de la región.

Y, aprovechando que nombré a Fellini, procedo a hablar un poco de Biografía de un joven acordeonista, una película felliniana, bien episódica y bochinchera, sobre el mundo de la infancia: el descubrimiento de las mujeres, la fascinación por el cine, la música como salvavidas en situaciones extremas, las pandillas juveniles light. Retrato parsimonioso de encuadres abiertos y estáticos, con pocos conflictos, algo aleccionadora: una acumulación de postales-situaciones de la vida de unos chicos en un entorno bélico. Casi toda en blanco y negro. Casi. De vez en cuando irrumpe alguna imagen a color. Un desborde de originalidad-arbitrariedad que puede llevar a mucha gente a interpretar muchas cosas. Yo paso.

Viendo esta película (y las otras) queda en claro entonces que: a) fueron múltiples las guerras que azotaron la región; b) afectó mucho a todos la llegada del comunismo soviético, esa otra religión que vino a reemplazar al islamismo; c) en la zona proliferan las mafias, y a juzgar por su omnipresencia en la pantalla, parecen constituir un verdadero problema; d) en estos países sobra violencia y falta dinero. A propósito del punto b), vean lo que le ocurre al protagonista de El orador con la llegada del (nuevo) régimen comunista: por un lado –gracias a su facilidad retórica– el Partido lo toma como orador oficial y lo manda a arengar a las masas de pueblo en pueblo; por el otro, tiene tres esposas y el comunismo sólo acepta una. Horror. ¿Una buena oportunidad para ver cómo funciona un harén en una película que no es porno soft? No, una película insoportable, con una puesta en escena teatral y torpe, con escenas inverosímiles y/o mal resueltas, mal iluminada, y pésimamente doblada (como en los Oscar o en algunos documentales del cable: se escucha la voz original a un volumen bajito y, por encima, la voz del doblaje). Impresentable.

Entre intrascendentes y simpáticas: Schizo (una de un chico de quince que no se come ni una), The Needle (dos espacio-tiempos entrelazados, los avatares de una pareja: una adicta a la heroína y un punk violento-pero-bueno) y Daughter In Law (parecida por su estética documental o presuntamente documental a Story Of A Weeping Camel, del último Bafici).

En fin, poco y nada.

Ezequiel Schmoller      

OTRAS NOTAS SOBRE ESTE FESTIVAL:
   >Apuntes generales + notas de color
   >Premios + Top 5 de CINEISMO
   >Competencia Oficial
   >Ventana Documental
   >Punto de Vista
   >Cerca de lo Oscuro
   >Heterodoxia
   >La Mujer y el Cine
   >América Latina XXI