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20º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
Sección:
Competencia Oficial


Levantando la puntería


La mejor noticia es que este año la Competencia Oficial del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata fue bastante menos mala que otras veces. Es que las modificaciones en las condiciones de acceso que introdujo la Fiapf beneficiaron sustancialmente a la sección y, de suyo, a los espectadores.

Ahora se permitió la participación de películas que ya habían sido exhibidas en muestras paralelas de otros festivales, lo que redundó en una competencia más que digna en términos generales, sin grandes altibajos ni productos vergonzantes, y con nombres y apellidos relevantes como los de Lukas Moodyson, Volker Schlöndorff o Dylan Kidd.

El jurado, en cambio, volvió a comportarse como casi siempre, concediendo el premio mayor a una película agradable, pero menor, como la marroquí El gran viaje. A nuestro humilde entender, la finlandesa Los tres estados de la melancolía marcó una gran diferencia estética sobre el resto y debería haberse llevado más premios que el Signis (no oficial). Sin olvidarnos de la iraní Sueño amargo y de la japonesa Vital.

Sí la pegaron con el rubro Mejor Actriz: tanto Emmanuelle Devos (La mujer de Gilles) como Laura Linney (P.S.) fueron lo mejor de los films que les tocaron en suerte. Como placer final destacamos a la española Inconscientes, que era, más allá de sus ostensibles imperfecciones, la candidata del corazón. Lo que sigue es una reseña escueta de cada una de las 18 películas en competencia, agrupadas de acuerdo con nuestra valoración.


La mejor

Los tres estados de la melancolía (Finlandia-Alemania, 2004. Dirigida por Pirjo Honkasalo). Un documental en tres actos, que tienen como eje temático la guerra en Chechenia y las consecuencias sobre la población juvenil. Una voz en off sólo se ocupa de hacernos conocer a quienes aparecen en pantalla, sin ninguna clase de subrayado. Primero vemos a adolescentes reclutados por una academia militar, luego a una mujer que se encarga de recolectar a los hijos de personas que no pueden mantenerlos y finalmente un rito religioso tan brutal como ancestral. La violencia y dureza se desprende de casi todas las imágenes; la melancolía a la que alude el título, de los rostros de esas pequeñas víctimas. En algunos pocos momentos la posición de la cámara frente al dolor puede generar polémica. Pero se trata tan sólo de otro más de los puntos atrayentes de este fascinante docudrama. Los tres estados de la melancolía exige mucho al espectador por su ritmo pausado, y por la forma ascética con que está narrado. Sin lugar a dudas la película más comprometida de la Competencia Oficial, estéticamente hablando.


Las recomendables

Vital (Japón, 2004. Dirigida por Shinya Tsukamoto). Un joven estudiante de Medicina sufre un accidente en el que pierde la memoria y a su novia. Cuando retoma los estudios, por esas casualidades que uno le acepta al cine, este muchacho tiene que estudiar el cuerpo de su chica en el curso de Disección de Cadáveres. Tsukamoto tiene una fascinación por la carne humana. Pero aquí se aleja de lo sanguinolento para edificar un maravilloso, excesivo y desbordante cuento sobre el amor eterno y, por tal, imposible. Imágenes poderosas y poéticas, y como siempre en los japoneses, algo cursis también. Los impresionables cronistas de CINEISMO entraron con recaudos, y salieron sensiblemente emocionados.

Sueño amargo (Bitter Dream. Irán, 2004. Dirigida por Mohsen Amiryoussefi). Esfandiar es un preparador de cadáveres. El film lo seguirá tanto a él como a los otros "actores" en esa tarea cotidiana que llevan a cabo desde hace más de 40 años. Ante la revelación de su propia y cercana muerte, el protagonista intentará organizar el mundo para su futura ausencia y las relaciones con sus compañeros de trabajo comenzarán a modificarse, aun a su pesar. Falso documental sobre las prácticas mortuorias en Irán que va deviniendo en una especie de comedia de humor negro, con gags corporales y chistes que distienden y divierten por sobre la situación planteada, con personajes excéntricos y queribles. Extraña (uno sospecha que se queda afuera de una parte importante de ese universo, pero disfruta enormemente de lo que consigue apropiarse) y con búsquedas formales interesantes.


Las que se dejan ver

Inconscientes (España-Alemania-Italia, 2004. Dirigida por Joaquín Oristrell). Barcelona, 1913. Una mujer de avanzada y su cuñado, un médico conservador, deberán atravesar un sinfín de situaciones en procura de resolver la desaparición del marido de ésta. Mucho psicoanálisis (en sus inicios; aparición de Freud incluida) una pesquisa policial, hipnosis, política y novela familiar, absurdos y risas en un guión que, como mecanismo de relojería, aúna las tesis freudianas sobre sexo a una trama de misterio de la que son parte integrante y no mero añadido para dar cuenta de los saberes del director o los guionistas, pero que también cae en azares demasiado azarosos y en un estiramiento innecesario en procura de cerrar todas las intrigas desplegadas. Un homenaje a películas como La adorable revoltosa, El joven Sherlock Holmes y Ojos bien cerrados. La comedia brillante del festival.

El gran viaje (Francia-Marruecos, 2004. Dirigida por Ismael Ferroukhi). Mezcla de road movie con film de pareja despareja. Un padre marroquí realiza un larguísimo viaje en auto con su hijo francés, cuyo destino final es la Meca. Bien organizada por el director, la película nos atrae por la construcción de los personajes, y las dudas reales que se les presentan. Tal vez algún exceso sentimental, resaltado por la música, pone escollos en este viaje que resulta placentero. Pero el mayor acierto de Ferroukhi es ir poniendo todas las piezas en función de un final, que estalla como clímax justo en las secuencias rodadas en la Meca, que resultan sinceramente imponentes. A pesar de los paisajes que recorren padre e hijo, el film nunca se torna una postal turística. Otro punto a favor de esta película chiquita, pero agradable.

Antares (Austria, 2004. Dirigida por Gotz Spielmann). Tres parejas y sus conflictos sentimentales. Tres historias que se cruzan en un monoblock y por las calles de Austria, unidas por un accidente de tránsito. Sí, Amores perros se filmó hace unos años. Pero a favor del film de Spielmann hay que decir que –a diferencia del mexicano– sus historias mantienen pareja intensidad. Además, en el primer capítulo se pudo ver la fellatio que le sacudió la modorra a la Competencia Oficial. Claro, hasta que llegó la película de Moodyson. Antares, por otra parte, resulta interesante por la fuerza de sus personajes femeninos y por un manejo de la atemporalidad del que no se hace alarde alguno.

Un hueco en mi corazón (Suecia-Dinamarca, 2004. Dirigida por Lukas Moodyson). Una Competencia Oficial que venía un tanto tibiecita, tuvo su vuelco con el film del director de Descubriendo el amor. La sinopsis decía esto: un hombre que vive con su hijo en un departamento, donde filma películas porno, y su relación con una actriz y un actor. No sonaba mal, pero no estábamos alertados de lo experimental que era el asunto. Imágenes fuertes, repugnantes, revulsivas, que contrastan con la sensibilidad que le impregna Moodyson a sus personajes. Lo mejor del director (el amor como escudo ante la decadencia) y lo peor (esos psicologismos simplistas) se dan la mano en un reality horror que, más allá de su fuerza e impacto, tiene un defecto indisimulable: cualquier posibilidad de placer que podría generar lo porno queda sepultada por una superficie sórdida. Igual, los firmantes somos hinchas de Moodyson.

Un año sin amor (Argentina, 2004. Dirigida por Anahí Berneri): adaptación del libro-diario íntimo de Pablo Pérez, escritor homosexual y HIV positivo, cuya búsqueda del amor lo lleva a practicar sadomasoquismo. Los mayores logros de esta película argentina son la dirección de Anahí Berneri, la actuación de Juan Minujín y el tono sin desbordes que le impregna la directora al relato. Aunque esto último también puede ser entendido como un defecto, ya que le quita algo de emoción a este interesante film (el film ya ha sido estrenado comercialmente, y se ofrece una crítica más completa en otra página de este sitio).

Los que vuelven (Les Revenants. Francia, 2004. Dirigida por Robin Campillo). Un grupo de muertos retornan a la vida, y para hallar las causas y resolver la nueva situación que su regreso plantea socialmente, las fuerzas gubernamentales despliegan todos sus saberes en reuniones donde lo privado se mezcla inevitablemente. Un mix de ensayo sociológico y ciencia ficción. La problemática burocrática se impone al clima opresivo y de terror envolvente que uno presupone. Se entrevé en la trama una potencia política –estos zombies podrían representar cualquier sector relegado de la sociedad– que lentamente se agota, diluyéndose en la veta romántica o en los sentimientos de los personajes.

El niño dormido (Marruecos-Bélgica, 2004. Dirigida por Yasmine Kassari). En el norte de Marruecos una mujer recién casada y embarazada debe afrontar la partida de su esposo en busca del trabajo que su país no le puede brindar. Los exilios que la economía globalizada provoca, las familias divididas y las esperas que se entrelazan con los mitos y las fábulas de los pueblos "atrasados" (una especie de encantamiento permite detener la gestación más allá de los nueve meses hasta el momento en que ellas decidan apropiado). Las mujeres como sostén familiar y social resistiendo tanto ante las fuerzas externas de los gobiernos como ante las internas de los hombres que usan y abusan de las tradiciones en su provecho. Una narración lenta y morosa que sólo al final recuerda la necesidad de ritmo. Elipsis muy abruptas que parecen más un error de montaje que necesidad del guión. Opera prima que, más allá de algunos hallazgos (la mayoría de los personajes son no actores y no se nota; la fuerza de los silencios y del mundo femenino construido), no puede desterrar la inexperiencia de su directora. Buena historia para un cortometraje.

La caída (Alemania, 2004. Dirigida por Oliver Hirschbiegel). Las últimas horas de Adolf Hitler y su entorno narradas con una cámara que se mete en la intimidad del bunker subterráneo nazi, mientras los rusos invaden Berlín. El film pinta al nazismo como un grupo de inoperantes, totalmente desbordados y dependientes de su líder. Esa fascinación por el "padre" protector y la actuación de Bruno Ganz como Hitler son lo mejor de La caída. Quienes noten una mirada condescendiente sobre este nefasto personaje de la historia se equivocan. Escuchar a Hitler hablando sobre cómo se debe suicidar y observar cómo elude la mirada cuando sacrifican a su perra son momentos altos. Pero al igual que los nazis, la película no puede sobrevivir a la ausencia de Hitler. La última media hora es un regodeo morboso que espanta.

P.S. (Estados Unidos, 2004. Dirigida por Dylan Kidd). Louise (Laura Linney), una mujer de treinta y pico, bella, inteligente, encargada de los ingresos de alumnos en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Columbia, cree reconocer en una solicitud el nombre de un ex novio de la secundaria muerto en un accidente fatal. Pacta una cita con el aspirante, un joven que cumple con todos los estereotipos de su edad y su vocación artística, y a partir de ese encuentro todo se desencadena de una forma poco normal para esta mujer que debe admitir en un corto lapso: su frustración, los engaños de su ex, la competencia de su gran amiga y las verdades de su madre y su hermano ex adicto. Una comedia menos ingeniosa pero no menos inteligente, más madura y con el mismo acertado oído para los diálogos que el director ya supo demostrar en su primer film, Cosas de hombres. Más clásica, podría decirse, pero en la que los personajes van desgastándose y acaban aburriendo. Primera decepción para Faliero; para Luzi no tanto porque no tenía mayores expectativas.

Cuando llegue la primavera (Springtime. Corea, 2004. Dirigida por Ryu Jang-ha). Luzi dice que ya no se pueden filmar películas sobre profesores de música y alumnos. Faliero dice que sí y que Springtime, sin ser una joya, respeta brillantemente las reglas de este subgénero. Y hasta elude ciertos convencionalismos con elipsis bien realizadas por el director. Además, la melancolía que tiñe el relato le da una sensibilidad especial. Película otoñal y querible; chiquita y, es cierto, no apta para una competencia festivalera. Ya estamos tomando nota sobre los actores de Hollywood que van a protagonizar la remake.


Las insufribles

El noveno día (Alemania-Luxemburgo, 2004. Dirigida por Volker Schlöndorff). Un cura católico con influencias en la cúpula eclesiástica de su país –Luxemburgo– recibe una licencia de nueve días para abandonar el campo de Dachau y realizar una misión que permita resolver la tensión entre el clero de esa nación y los nazis. Película discursiva, con imágenes secas y certeras. Dividió aguas entre estos cronistas. Para Faliero fue chata e intrascendente, quizá repetitiva, aunque necesaria en su mensaje de memoria y su duración de 90 minutos hizo que, por suerte, se pasaran volando los nueve días. Para Luzi resultó claramente comprometida con la puesta en imágenes de los testimonios que los sobrevivientes de los campos de concentración nos han legado en sus escritos, tanto en los detalles más nimios y cotidianos (el calzado, el agua, el alimento, las transacciones, las prebendas) como en los fundamentales (la culpa, la adaptación a la sociedad que vive en paralelo al régimen nazi, la traición).

La mujer de Gilles (Francia-Bélgica, 2004. Dirigida por Frédéric Fonteyne). ¡Qué lindo el cine francés! Con sus violincitos, sus casas de campiña, su qualité. En los años '30 una mujer va descubriendo cómo su marido la engaña con su propia hermana. Intentará sobrellevar ese engaño lo mejor posible, y hasta llegará a ser confidente de su marido en su desliz. Si uno se traga esta historia, es porque Emmanuelle Devos –la cornuda– es una actriz enorme. Realmente no se entiende si la chica es sumisa, comprensiva, manipuladora o una completa imbécil. Y Fonteyne, que se hacía el superado, sobre el final le mete la zancadilla a su personaje de una manera desleal. Sólo se rescatan algunos climas logrados en la primera parte del relato.

Para que no me olvides (España, 2004. Dirigida por Patricia Ferreira). Irene, directora de teatro de actores no videntes; Mateo, su padre, un anciano que (sobre)vivió la guerra civil española, y David, su hijo, estudiante de arquitectura, conforman una familia contemporánea que a partir de un suceso trágico deberá replantearse posiciones, conocimientos y afectos. ¿Qué se hace con este tipo de películas? Según el productor, va directo al corazón. Según Faliero es un dramón grandilocuente que acaba pareciéndose a una mala (tele)novela. Luzi ve que funcionar, funciona. Uno sabe de qué va e igual llora como una Magdalena. Demasiados temas importantes y mucha dependencia del azar para que las cosas fluyan determinan abruptos cambios en los personajes. La parte política y de memoria colectiva (los republicanos caídos olvidados) se diluye en el fárrago de lo sentimentaloide que afecta tanto como la música utilizada.

Casi hermanos (Brasil, 2004. Dirigida por Lucía Murat). La contraposición de dos personajes que se conocieron de niños, pertenecen a estratos sociales diferentes, y en el presente de la narración –ubicados en las antípodas– "leen" ese pasado desde su nuevo lugar y proyectan soluciones para el futuro. Miguel, blanco, abogado y diputado; Jorge, negro, hijo de un sambista, líder desde la cárcel de un comando armado juvenil que domina una favela. Parece que la industria cinematográfica brasileña tiene con qué, si nos dejamos llevar por estos "tanques". Todos los años nos presentan una de cárceles o favelas; ahora tenemos ambas locaciones en una. Pálido y comprometido –desde una postura de derecha de su directora–, el planteo da cuenta de una visión crítica sobre la izquierda brasileña y apenas nos devuelve una película maniquea y jodida ideológicamente. Bien filmada y con buena música, su problema principal es que sobran los discursos y faltan las razones, equivocadas o no, de por qué pasan las cosas que pasan y el guión se preocupa en relatar.


La peor

Tatuado (Argentina, 2004. Dirigida por Eduardo Raspo). Un joven necesita saber la verdad sobre su madre. Una mujer que los ha abandonado tanto a él como a su padre y que luego ha muerto de una enfermedad terminal, y de la que ya nada recuerda ni posee... aparte de ese tatuaje. Lo acompañarán en su búsqueda, a un pueblo del interior, su novia –que lo apoya y lo involucra en sus mentiras y trampas, robos y peleas– y su resignado y comprensivo padre. Un viaje de descubrimiento que no conduce a ninguna parte. Problemas de guión, personajes que aparecen y desaparecen de la nada. Situaciones inverosímiles y mal resueltas. Actuaciones en diferentes registros que alcanzan su clímax en los jóvenes que siguen la no actuación como naturalidad y no hacen más que destruir el verosímil que se intenta alcanzar por otro lado. Guiños cool (el oscuro vestuario juvenil, los gustos culturales de consumo) y una aproximación, en tiempo y formas del relato, al "nuevo cine argentino" que no consigue disimular el juzgamiento que el director le regala a sus personajes: los rebeldes terminan por ser locos, chorros o enfermitos. Un desatino total.

Mauricio Faliero y Javier Luzi     

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