HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS














24º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata


Secciones oficiales


SECCION COMPETENCIA INTERNACIONAL
Mother (Madeo. Corea del Sur, 2009. Dirigida por Bong Joon-ho). "Madre hay una sola... ¡y justo me tenía que tocar a mí!" La famosa frase bien podría ser el lema de Do-joon, uno de los protagonistas de esta extraordinaria obra de Bong Joon-ho, quien tambien fuera, aunque no parezca, director de la aplaudida –excesivamente, diría yo– The Host. La otra protagonista es, desde luego, su mamá. Pero... ¿qué opina este joven de 27 años de su progenitora? No es fácil saberlo, ni sospecharlo, porque el muchacho, misterioso si los hay, se nos presenta como una criatura de múltiples caras. Do-joon inicialmente tiene los rasgos del "bobo cinematografico". Es decir, no de un tonto en el sentido cotidiano sino de una de esas criaturas torpes y bienintencionadas que en los melodramas funcionan como confidentes, y en las comedias suelen ser resorte más o menos directo, o evidente, de la risa. Téngase en cuenta que Mother arranca como una comedia, con la madre en cuestión un tanto desplazada del encuadre en favor del mencionado hijo, y éste al lado de un amigo mucho más despierto y enfocado que él, quien lo acompaña en diversas y alocadas desventuras.

Pero esto recién empieza. El primer punto de inflexión llega cuando Do-joon es acusado del asesinato de una jovencita con fama de promiscua. Lo meten preso, y esto lo distancia de su amigo (y al film del esquema buddy movie con el que venía coqueteando), pero al mismo tiempo pone un coto a la comedia para abrir la puerta a un drama cada vez más oscuro y enigmático, en el que la madre del preso se irá aproximando sin prisa ni pausa a ese lugar central que el propio título preanuncia. Hablando de inflexiones: la llamativa, exasperante parsimonia con la que Do-joon escucha las acusaciones de los policías –sin atinar a rebatirlas, o a negarlas– nos obliga a preguntarnos si realmente estamos ante un "bobo cinematográfico", o si se trata lisa y llanamente de un retardado, como lo empiezan a llamar, desatando su cólera inmediata, algunos de los otros personajes. En otras palabras: Mother cuestiona la añeja institución del bobo mientras juega con ella, tensando un arco que va desde la ligereza de una simpatía torpe hasta el lastimoso, y nada gracioso, retraso mental. Pero en vez de apurarse a ofrecer respuestas acerca de la "auténtica" naturaleza del muchacho, el film elevará la apuesta disparando nuevas preguntas: si Do-joon es efectivamente un retardado... ¿qué clase de retardo padece? ¿Neurológico, psíco-traumático? Y en todo caso: ¿qué lo originó? Esto viene envuelto en serenos y armoniosos planos que, magistral trabajo de composición y encuadre de por medio, resultan a la vez muy inquietantes, porque las imágenes que los pueblan son casi siempre novedosas; o sea que muestran lo que no se había visto antes.

Volviendo a la madre: absorbente y sobreprotectora en un principio (dormía al lado de su hijo en la misma cama), ahora está desesperadamente convencida de la inocencia del joven, y se lanza a la aventura de investigar por su cuenta con el fin de esclarecer los hechos, descubrir al verdadero criminal y lograr así lo principal: liberar de culpa y cargo al vástago. O mejor quizá: arrancarlo de la cárcel para restituirlo a su –nunca más oportuna la metáfora– propio seno. La formidable composición de Kim Hye-ja tiende un fascinante manto de ambigüedad sobre esa madre (me tienta decir: sobre las madres; sobre la madre), que llega a parecer una santa pero también, y acaso con mayor frecuencia, un bicho devastador (por cierto: un bicho mucho más horripilante, y mil veces más sutil, que el que entraba y salía del agua en The Host). El propio oficio de la mujer es toda una ambigüedad en sí mismo: vende hierbas curativas y aplica acupuntura para aliviar el dolor... pero lo hace clandestinamente, sin títulos habilitantes, con incierta y dudosa capacidad. Con la misma inteligencia el film se valdrá de la madre para guiarnos a través de una trama de suspenso a la que algunos –con razón– tildaron de hitchcockeana, pero en la que también resuenan ecos de Rashomon, aquel film de Kurosawa que iba en busca de una verdad y terminaba descubriendo otras... e interrogándose sobre todas ellas.

Qué gran película, y en tantos rubros, resultó esta. Es lamentable que haya sido completamente ninguneada por casi todos los jurados (noble excepción: el premio Signis), incluyendo al oficial y al de Fipresci que, para peor, galardonaron films mucho más pequeños y, encima, fallidos (es el caso de Vikingo, cuya crítica encontrarán ustedes unos milímetros más abajo). Guillermo Ravaschino

Vikingo (Argentina, 2009. Dirigida por José Celestino Campusano). El Vikingo es un hombre de familia. Aficionado a las motos. Vive en un barrio humilde, con su mujer, dos hijos y un sobrino a su cargo. Cuando encuentra a Aguirre un par en gustos; un desconocido que guarda secretos del pasado, lo invita a su casa y lo incorpora a su mundo. Así iremos desandando el camino de la cotidianidad de estas personas-personajes.

José Campusano cruza el documental con la ficción y definitivamente no cuaja. Si bien la narración fluye hay evidentes problemas de montaje y de edición, por no mencionar los registros de actuación que son nada creíbles. Si es documental no saben hacer de sí mismos, y si es ficción aflora el “feísmo” y una mirada sobre este mundo bastante miserable (¿por qué lo sexual y la mostración de los cuerpos en los pobres siempre se dan casi como animalizados por la mayoría de los nuevos directores argentinos hombres?).

Western urbano, del Oeste bonaerense, asombra el maniqueísmo planteado de buenos y malos, como si una postura naif lo sostuviera. Más allá de los valores ultraconservadores familiares que se exponen y pregonan, la simbología crística tiene su lugar también (obsérvese las dos escenas sobre lavatorios de pie y la posición en cruz del cuerpo de Aguirre), con una marcada exaltación martirológica de un “héroe” al menos de dudosa calidad humana.

Extraña mezcla de Martín Fierro y Vizcacha, Vikingo consigue levantar las banderas de la tradición más rancia disfrazando el conservadurismo con la ropa de cuero y las supuestas bondades de una tribu urbana. Sobre los valores que ensalza, mejor hacer un análisis más profundo. Para destacar: la escena del recital, que es la única que consigue transmitir realidad y cine sin esfuerzo alguno. Javier Luzi

Cinco días sin Nora (México, 2008. Dirigida por Mariana Chenillo). Nora se suicidó. Cumpliendo con un deseo de toda la vida. Su ex esposo es quien la encuentra en la cama y quien recibe al Rabino, quien a su vez le informa que según los ritos de la ley judaica si no se la entierra esa misma tarde, entre el Sabbath y el Pésaj, nada se podrá hacer hasta el domingo, y recién es jueves. Pero el hijo de ambos está de viaje en el exterior y varado sin aviones. A medida que pasan las horas Kurtz comienza a sospechar que Nora dejó todo organizado. Y si hasta ahí nada había expresado en sentimientos, surgirán la bronca, el odio, el despecho, y un ateismo y un cinismo a prueba de corazones sensibles. Pide un servicio funerario católico, cambia los cartelitos de los tupper en la heladera, oculta las cartas que dejó la difunta, le ofrece pizza de chorizo y jamón al Rabino. La familia comienza a llegar y hay secretos que pugnan por develarse.

Entre la muerte y la vida se balancea este film de un humor negro impiadoso y fino. Diálogos filosos y mordaces que no dejan títere con cabeza y cuestionan la religión, las creencias, la memoria, el amor. Narrada fluida y clásicamente esta opera prima demuestra una mirada certera y aguda y que con un simple plano entrega información necesaria para la consecución de la historia. Urdida en detalles y acumulando sentimientos que explotan casi en el final, no abandona el humor ni se vuelca a la seriedad y la grandilocuencia. Un gran elenco sabe aprovechar la construcción de cada personaje que tiene su desarrollo y su carnadura. Hay una escena que recuerdo especialmente: Kurtz se está durmiendo en un sillón del living y el tic tac del reloj lo molesta, intenta apagarlo y sólo consigue descubrir una dedicatoria en su parte posterior. Se puede negar todo, menos el paso del tiempo, y todos esos recuerdos que todavía no afloran en ese hombre herido llevarán al espectador a preguntarse cómo pudo haber convivido tanto tiempo con esa “malvada mujer”. Lo bueno es que de eso tampoco da cuenta explícitamente la película en lo que resta del metraje. Sino de los retazos que forman una vida. Javier Luzi

Dogtooth (Grecia, 2009. Dirigida por Yorgos Lanthimos). Película fríamente calculada. De esas donde la violencia irrumpe sin preámbulos ni preavisos. Descarnada y brutal. Un matrimonio acomodado mantiene encerrados a sus hijos jóvenes (dos chicas y un muchacho) en la casa, enseñándoles un lenguaje nuevo y asustándolos con un mundo exterior que no tiene piedad. Lentamente el mundo construido se irá resquebrajando y entre las rajaduras la misma violencia anunciada y exterior se hará interna. Golpes, cortaduras, sangre por doquier y marcas corporales y sexo como moneda de cambio. Hay escenas en las que uno no puede más que leer una perversión del director o una ignorancia del empleo del fuera de campo y su potencia revulsiva. Típico exponente de un cine posmoderno que dice reflexionar sobre el signo de los tiempos y apenas patina su vacuidad de coolismo y misantropía sin fundamento, este film agobia y a veces consigue del espectador una risa fuera de lugar, pero no como válvula de escape de la tensión sino como pura incredulidad ante tanto morbo desbordado. Javier Luzi

El cuerno de la abundancia (Cuba-España, 2008. Dirigida por Juan Carlos Tabío). Juan Carlos Tabío continúa diseccionando la sociedad cubana pos revolución. La vida cotidiana de la gente común. Bloqueo mediante, necesidades insatisfechas, consumismo pequeño burgués, olvidos históricos, naturalidad política sobre aquello que la revolución trajo consigo y ahora se “lee” dado desde siempre. A través de una historia de herencias en un pueblito perdido arma una red de situaciones y enredos que complican a todos los habitantes y los va desenmascarando en lo que son profunda e interiormente. Ambiciones, traiciones, infidelidades, solidaridad se cruzan en una comedia que de a ratos atrasa unos cuantos años pero a la que siempre salva el equipo actoral. Efectista en los usos del humor, se moderniza en las imágenes sexuales que siempre son mucho más “atrevidas” que las usualmente vistas y en los conceptos que vierte sobre el estado actual de las cosas en Cuba (mercado negro de VHS, comisionistas de alquileres, dólares, exiliados, decadencia cuasi eterna) como demostrando que desde adentro aún se puede disentir y exigir mejoras (su film Fresa y chocolate –codirigido con Tomás Gutiérrez Alea– ya transitaba esa misma brecha). Amparándose en una voz narradora que anticipa de alguna manera lo que viene porque ya sabe del futuro (y que es la voz de su protagonista Bernardito), muy empática para con el espectador, de repente la comedia de vodevil se torna farsa y luego deja paso al grotesco y uno sospecha que Esperando la carroza se trasladó a la isla. Divertida aunque a veces un poco facilista. Javier Luzi

Letters to Father Jacob (Finlandia, 2009. Dirigida por Klaus Härö). Una mujer humilde recibe la conmutación de su pena de reclusión perpetua a cambio de asistir al Padre Jacob, un cura católico anciano y ciego, que vive en una casa de campo en las afueras de Finlandia y que aún recibe las cartas que le envían sus fieles solicitándole su ayuda y su rezo. Hosca, con un secreto que ocultar pero que adivinamos al instante de verla, Leila irá aprendiendo, como era de esperar, de ese hombre que sigue luchando sin perder la fe en un mundo que parece señalarle lo contrario.

Pequeña fábula moral, que se intuye desde sus primeros fotogramas y que si apenas sale airosa es por la entrega sincera de sus protagonistas. Como una obra de cámara, sin pasos en falso, adornada con las bellas palabras de los Evangelios, la película ya se encamina al consabido final de transformación y uno agradece que al menos no sea tan larga. Javier Luzi

The Time That Remains (Francia-Bélgica-Italia-Inglaterra, 2009. Dirigida por Elia Suleiman). Suleiman filma poco, y casi siempre lo mismo: Palestina ocupada por Israel, las fronteras arbitrarias –físicas y de las otras– que separan a las partes, la casa familiar, los parientes, los vecinos, a sí mismo, a los jóvenes. Su cine está hecho, sobre todo, de planos filmados con cámara fija y cortes de montaje que evidencian la discontinuidad. Pero las brechas aparecen también dentro del plano, compuesto al milímetro y de modo tal que ciertos objetos como columnas, árboles o marcos lo dividan estratégicamente. Pariente ético-estético de Tati, pero también de Kaurismaki o de Kiyoshi Kurosawa, además de los franceses De Kervern y Delépine, presentes en el festival con Louise-Michel (ver la reseña en la otra larga página de esta cobertura), Suleiman es uno de esos cineastas en los que la deliberación formal –multiplicación de los encuadres, reiteración de situaciones, familiaridad con los personajes no inhibe la emoción sino que la potencia. La suma de elecciones que se descubren detrás de cada encuadre lo carga de significados, de signos que el ojo no abarca ni descifra conscientemente en una primera visión pero que la mirada no ignora por completo, acongojada por una estrategia de acumulación imperceptible de residuos emotivos. The Time That Remains es un tejido cuyo dibujo global ya está contenido en cada punto. Mirar las partes ya es ver el todo y viceversa, pero les recomiendo por ello no olvidarse de Intervención divina, estrenada en nuestro país y editada en DVD, ni de Crónica de una desaparición, disponible con subtítulos en inglés. Marcos Vieytes

Room and a Half (Rusia, 2009. Dirigida por Andrey Khrzhanovsky). Biopic del escritor ruso Joseph Brodsky (basado en sus propias memorias). El director Khrzhanovsky se toma su tiempo (un exceso real que multiplica su peso simbólico) para retratar la vida de Brodsky en cuadros que mezclan la animación, la reconstrucción de época del cine de qualité, el melodrama, las imágenes de archivo, lo onírico. Lo que comienza siendo llevadero en la infancia del escritor en ciernes, a medida que éste va creciendo se atrofia, mientras el guión aplana los personajes y reduce todo a un simplismo que parece creer que un poema recitado en off debe ser acompañado por las imágenes redundantes que lo ilustran ya que como resultado de ello el espectador se conmoverá sin más.

Cine que a pesar de los recursos modernos ya es viejo por donde se lo mire. Que echa mano a un fellinismo que le queda grande y que jamás consigue hacernos sentir amor por los personajes que pinta. El hijo vuelve a la casa tras haber sido exiliado por el Partido y cuando se encuentra con sus padres, en ese hogar de siempre, ya todos son fantasmas y uno se pregunta qué hizo ese hombre por los seres que le dieron la vida. ¿Siendo premio Nobel jamás pudo pedir para ellos algo mejor? ¿Por qué llora? ¿Por qué habríamos de sentir algo nosotros? ¿Y su vida? ¿Su formación intelectual, sus gustos literarios? ¿Sus amores? Ciento treinta minutos parecen no haber alcanzado para desarrollar algo más que lamentos de exiliado y miradas superficiales o estereotipadas. Javier Luzi

Mal día para pescar (Uruguay-España, 2009. Dirigida por Alvaro Brechner). Esta es una película ambiciosa desde su aparente pequeñez. Hay una pulsión de fidelidad muy grande hacia el universo del escritor Juan Carlos Onetti y sus personajes, enclavados en ese no-lugar (que al mismo tiempo es todos los lugares juntos) que es Santa María. Esto es lo que permite que el film sobreviva a ciertos momentos de trazo grueso. Lo que queda, por encima de todo, es una profunda sensación de inestabilidad y nostalgia, de evocación de esa adorable e insólita pareja despareja que conforman el luchador Jacob van Oppen –el hombre más fuerte del mundo y su representante, el “príncipe” Orsini –justo premio al Mejor Actor para Gary Piquer. En cierto sentido, el film de Alvaro Brechner extrae características de todos sus protagonistas: el orgullo de Van Oppen, la silenciosa sensibiidad de Orsini, incluso la particular rudeza del personaje de Adriana (Antonella Acosta). Un film raro en su falta de concesiones, en su sutil coherencia. Rodrigo Seijas

Francia (Argentina, 2009. Dirigida por Adrián Caetano). Adrián Caetano es, a diferencia de muchos cineastas argentinos, alguien que para sus historias suele elegir mundos o circunstancias que conoce. Cuanto menos se aparta de ese camino que parece excesivamente seguro aunque en verdad es todo lo contrario (el contar lo que se conoce obliga y conduce a una reflexión mucho más profunda –a menudo tan iluminadora como dolorosa– porque nada es tan difícil como hablar de uno mismo y lo que lo rodea), mejor le va. De ahí que Pizza, birra, faso, Bolivia y Un oso rojo sean sus puntos más altos. Esta nueva película tiene un carácter más irregular y ambiguo: cuando se centra en el punto de vista del trío protagonista (una pareja separada y su hija, obligados a vivir bajo el mismo techo por una serie de circunstancias fortuitas), la mirada es enriquecedora, plena de empatía, alejada de todo juicio de valoración. Cuando entran en juego otros personajes y circunstancias, el film recurre a chiches de montaje innecesarios y se pone sentencioso, como si quisiera decir “algo importante”. Por suerte Caetano se da cuenta a tiempo, y logra retomar el camino más arduo y fructífero. Y los minutos finales son tan melancólicos y tristes como divertidos y esperanzadores. Con todas sus imperfecciones, Caetano todavía tiene mucho para dar. Rodrigo Seijas

V.O.S. (España, 2009. Dirigida por Cesc Gay). Cesc Gay parece ser una especie de versión catalana de Richard Linklater, tal es su profundo conocimiento de los géneros que aborda, el cariño por los personajes y su despliegue intelectual que nunca cae en la pedantería o el exceso. Aquí aborda la comedia romántica a partir de una obra de teatro, y consigue que lo teatral, a partir de la planificación al detalle en la puesta en escena y el montaje, fluya cinematográficamente. La autoconciencia (incluso de su propia filmografía) explota en cada plano, pero con el mejor de los espíritus críticos. Gay es un cineasta que se pregunta sobre su profesión, sobre las codificaciones y reglas del género romántico. Sus preguntas son siempre arriesgadas, lo mismo que muchas de sus conclusiones. Y es romántico en el sentido más político del término: pocos se atreven a incluir un diálogo donde un personaje afirma con absoluta convicción que quiere tener hijos, “pero sin el rollo del matrimonio”. O a especular con total desparpajo sobre las expectativas receptivas del público cuando va a ver una historia de amor. Y todo eso, para mejor, sin ser jamás autoritario o sentencioso. Lo que se dice un cine democrático y feliz. Rodrigo Seijas

Nothing Personal (Holanda-Irlanda, 2009. Dirigida por Urszula Antoniak). Drama intimista de transformación. De esas cintas que apuestan por los silencios y las elipsis. Que descreen del psicologismo como fundamento explicativo de cualquier acción. Una joven mujer (¿viuda?, ¿abandonada?) deja su casa en Amsterdam  y se lanza al mundo mostrando su cara más arisca y hosca a quien se le cruce en el camino. Uno intuye que encontrará la horma de su zapato, el San Martín que a cada chancho le llega, y no se equivoca. Arribada a Irlanda conoce a un viudo que le ofrece un intercambio posible: trabajo por alimento y hospedaje. Es en esa previsibilidad de la construcción narrativa donde el film encuentra su punto más flojo. Dos caracteres en pugna permanente que se necesitan para reencontrarse o cerrar el círculo.

Una película bien filmada pero que vuelve una y otra vez a lo remanido de las relaciones contrapuestas, además musicalizadas poco personalmente y en exceso (recurrencia a la música clásica y encuadres que desaprovechan los sonidos naturales del exterior: vientos, lluvias, silbar de los campos sembrados, al empastarlos de música exógena). Las actuaciones son la fuerza que sostiene un andamiaje que de otra manera no llegaría a correcto. Javier Luzi

SECCION COMPETENCIA ARGENTINA
TL-2: La felicidad es una leyenda urbana
(Argentina, 2009. Dirigida por Tetsuo Lumière).
Tetsuo Lumière vuelve a explotar las ideas y los recursos que convirtieron a TL-1: Mi reino por un platillo volador (2004) en uno de esos inesperados y bienvenidos hallazgos que cada tanto nos depara el cine nacional.

TL-2: La felicidad es una leyenda urbana confirma la admirable capacidad de este emprendedor (además de director suele ser guionista, productor, escenógrafo y montajista de sus películas) a la hora de reciclar con humor, espíritu de homenaje y una pizca de melancolía muchos rasgos del cine de ciencia ficción de bajo presupuesto de hace 50 años, y gran parte del imaginario del cine mudo que se hacía más de un siglo atrás. Se lo ha tildado de excéntrico, y lo es: no hay otro que encare con ingenio y perseverancia esta clase de experimentos (en este sentido, más que Lumière debería llamarse Méliès). Pero también es egocéntrico, y en la ocasión –como si todo lo demás fuese poco- vuelve a hacer de actor, para ocupar el centro en la piel de un realizador que se le parece... aunque no es igual: el de la ficción quiere ganar fama y dinero con una película de platos voladores, pero no consigue ninguna de las dos cosas, mientras que el auténtico Lumière ya ha ganado, cuanto menos, bastante fama. Dentro y fuera de la pantalla, por lo demás, no sólo se muestra bien, sino múltiplemente acompañado.

Lumière es como el árbol que de las penas hacía flores: convierte las limitaciones presupuestarias en resortes creativos. Que el añejo cine al que homenajea y regulgita también se haya hecho bastante a pulmón le facilita las cosas. También, por cierto, la tecnología digital actual que, bien usada, logra mucho con muy poco. Aparte de los voladores, otros platos del menú Lumière son las cámaras rápidas, los virados cromáticos, trucas de todo tipo (empezando por las de sustitución), maquetas, máscaras y esa música “de cine mudo” que acompasa buena parte de lo que se ve. También se evoca un cine mudo no tan viejo (el de los grandes clásicos del período industrial silente), del cual Lumière parece haber estudiado escenas y secuencias completas. Todo hilvanado por un falso documental con testimonios del camarógrafo, las actrices y otros colaboradores del protagonista.

TL-2... exhibe una estructura más integral, más propiamente de largometraje, que su antecesora (la cual no disimulaba su condición de collage de cortos). Más allá de eso, y de las destrezas y el ingenio anteriormente referidos, se extraña la novedosa frescura de la primera película. La novedad, ahora, está más bien desdibujada, lo cual provoca que los aciertos impacten menos, que los errores pesen más (como las flojas actuaciones de quienes hablan a cámara en el falso documental), y que algunos de los 85 minutos del metraje se nos hagan un poco largos. Guillermo Ravaschino

Padres de la Plaza: 10 recorridos posibles (Argentina, 2009. Dirigida por Máximo Joaquín Daglio). En una entrevista reciente a Estela de Carlotto en la que pude participar se asomó en una respuesta suya la idea que cuenta este documental. ¿Qué pasó con los Padres? ¿Por qué ese colectivo de género no logró consolidarse? Máximo Daglio salió a la calle con la intención de encontrar a esos hombres que acompañaron a sus mujeres en la búsqueda de sus familiares desaparecidos durante la última dictadura, para que contaran su historia.

Es evidente que, a esta altura del tiempo, nada de lo que digan sonará  novedoso. Ni aportará datos reveladores. Pero es necesaria e imprescindible su voz. Porque es la otra cara de la historia de esas familias desintegradas que recién ahora cuentan sus sentimientos.

Ver a un hombre llorar en cámara conmueve, quizá por esa tontera que nos han inculcado sobre que los hombres no lloran y no deben mostrarse vulnerables. Escuchar estos testimonios entonces conmueve doblemente porque un hombre habla y por lo que recuperan al recordar el accionar asesino y la saña con la que se llevó a cabo, por la impotencia desplegada, por el dolor acumulado y el duelo que ya se sabe imposible. Es como un estribillo que se repite en las entrevistas la marca de la imposibilidad del duelo en ausencia del cuerpo. Hay quien se aferra a la reflexión, quien se quiebra. Hay historias de vida en los sobrevivientes. Hay un hondo penar que se trasluce en la pantalla.

Como primer intento de acercamiento el material desplegado es pura humanidad. En lo formal algún corte de edición, alguna búsqueda más personal, u original, no hubiera estado de más. Javier Luzi

El hombre de al lado (Argentina, 2009. Dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn). Luego del mundo del arte contemporáneo con El artista, Cohn y Duprat siguen metiéndose con universos snobs relacionados con las formas: en este caso, el diseño y la arquitectura. Leonardo (Rafael Spregelburd) es un reconocido diseñador, dueño de la única casa que Le Corbusier hizo en la Argentina. Víctor (Daniel Aráoz) es su vecino, un hombre con muchas menos luces, quien en busca de unos “rayitos de sol” hace una ventana en la medianera, situación que termina molestando a Leonardo.

El hombre de al lado puede ser vista como eso, una comedia que coquetea con el thriller acerca de un hombre común que lentamente se irá convirtiendo en una figura invasiva y amenazante para el otro. Pero también como una relectura que Cohn y Duprat hacen del costumbrismo argentino, tamizado por un filtro de cine contemplativo y distante. En esa fricción entre los “boludo” que suelta a los gritos Aráoz y el cuidado formalismo con el que se registra la vida de Leonardo hay una tensión de registros que explota por la vía humorística.

Esta dualidad tirante deja en evidencia la elección para nada inocente de los protagonistas. Spregelburd, que viene del teatro y la dramaturgia, se enfrenta a ese otro mundo más llano y liso del humor simple y directo representado por Aráoz, que ha sido mucho más frecuentador de la TV. Evidentemente Cohn y Duprat, conscientes del lugar que ocupan en el panorama de la cinematografía argentina, no hacen ni Nuevo Cine Nacional ni comedia populista: hacen algo diferente que se parece bastante a un experimento antropológico.

Desgraciadamente el final de El hombre de al lado no está a la altura. No sólo porque resulta abrupto y arbitrario, y desde lo formal desentona con el resto, sino porque además se esfuerza por darle un significado a las imágenes. La necesidad de decir algo sobre el mundo les juega en contra a los directores, quienes buscan un compromiso que excede al registro distanciado con el que se habían manifestado durante todo el relato. Mauricio Faliero

SECCION COMPETENCIA LATINOAMERICANA
Huacho
(Chile-Francia, 2009. Dirigida por Alejandro Fernández Almendras).
“Huacho” es guacho, hijo de padres fallecidos. Pero en Chile, hogar del debutante Alejandro Fernández Almendras, “huacho” es una forma cariñosa de referirse a una persona, y, desde Huacho, es también una de las mejores películas, sino la mejor, de lo que se comenzó a denominar “nuevo cine chileno”. Con sensibilidad y respeto AFA retrata un día en la vida de cada uno de los cuatro miembros (abuela, madre, hijo y abuelo, en ese orden) de una familia de las afueras de Chillán. Su férrea estructura episódica logra evitar uno de los lugares comunes más comunes (valga la redundancia) del cine latinoamericano reciente: la deriva, el naufragio narrativo, el tiempo muerto por el tiempo muerto. Y de esa estructura y de los maravillosos no-actores de Huacho, AFA extrae apuntes sobre las diferencias generacionales, la forma en que cada una de ellas accede a la información y la tecnología y el desigual poder que ese acceso conlleva. Pero también es un extraordinario fresco de la relación campo-ciudad en Chile, de la fuerza de las tradiciones y de la forma en que las distintas generaciones se relacionan con ellas. Por si todo eso fuera poco, Huacho tiene momentos de humor (las largas historias del abuelo, que suenan como música de fondo para el diálogo más “terrenal” de la madre y el hijo) y una belleza formal fugaz y elemental, en las antípodas de la más artificial y recargada El cielo, la tierra y la lluvia de José Luis Torres Leiva, film similar a Huacho aunque decisivamente inferior. Esta notable ópera prima de AFA augura un realizador interesante e inteligente, a quien seguiremos con expectativa y especial atención. Hernán Ballotta


Inicio | Otras secciones | Premios