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2046 - LOS SECRETOS DEL AMOR
(2046)

Hong Kong-China, 2004



Dirigida por Wong Kar-wai, con Tony Leung, Gong Li, Faye Wong, Zhang Ziyi, Takuya Kimura, Carina Lau, Chen Chang, Wang Sum, Jie Dong.



El amor es cuestión de coordinación. De nada sirve encontrar la persona, si no es el momento adecuado. Esta cita de 2046 resume la espesa trama de historias articuladas en esta nueva escala en el camino de búsqueda de Wong Kar-wai. Búsqueda, ensayo, experimentación en las maneras de filmar una(s) historia(s) de amor, búsqueda de una imagen cada vez más depurada, exposición de un virtuosismo apabullante. Si manierismo quiso decir en un principio "a la manera de", 2046 es –más que ninguna otra– una película filmada a la manera de Wong Kar-wai, al tiempo que un film plásticamente manierista. Film suma, film compendio de toda su filmografía.

La comparación con Con ánimo de amar (2000) resulta inevitable, porque 2046 está concebido como una suerte de particular continuación de aquél que de todas maneras permanece insuperado, en una serie abierta antes, en Days Of Being Wild (1991). El protagonista masculino es el mismo, varios años después, y su relato (en off) de su nueva situación en Hong Kong establece una permanente relación intertextual con el film previo. Tony Leung compone una prolongación de su recordado personaje, quien ha perdido aquella timidez y turbación y se ha convertido en un hombre escéptico, desesperanzado, sin ánimo de amar, marcado hasta el dolor por el recuerdo de aquel amor no consumado. Hay incluso una fugaz escena en blanco y negro con Maggie Cheung, un instante de Con ánimo de amar, en el que lamenta haber dejado escapar un final feliz. Una vez más Wong Kar-wai se muestra obsesionado por la imposibilidad del amor, el dolor de la separación y el sino de la soledad, y expresa las variaciones del desencuentro entre el sexo y el amor, con un acendrado romanticismo.

La historia está narrada según el estilo fragmentario de Wong, recorriendo un laberinto de pasillos que parecen bifurcarse para llevar al protagonista de una hermosa mujer a otra, desde la apostadora profesional y misteriosa Su Li Zhen (Gong Li, la extraordinaria actriz de Zhang Yimou) a la cortesana Lulú, de ésta a su joven vecina de cuarto Bai Ling (la bella Zhang Ziyi, actriz de El tigre y el dragón, Héroe y La casa de las dagas voladoras) y por fin a la cándida hija del dueño del hotel (Faye Wong), sin poder entregarse al amor. El camino nunca es en línea recta sino zigzagueante, con entradas y salidas, avances y flashbacks, donde el tránsito y la acción de volver se convierten en una constante. Este puzzle intersecta la realidad de su historia con la virtualidad de una novela que Chow Mo-wan (el personaje de Leung) está escribiendo, concebida en un mundo de ciencia ficción en el futuro año 2046, lo cual nos lleva también por distintos caminos temporales hacia el futuro, el presente y el pasado. Se produce entonces un cruce de dos mundos: el de la Hong Kong de los nostálgicos años '60 y el de un tecno-futuro año 2046, cifra que proviene del número de un cuarto del hotel donde vive Chow. 2046 es un momento de desarrollada tecnología, un mundo de androides que operan como emanaciones de los personajes de los '60, un futuro hacia donde se viaja en tren en busca de los recuerdos perdidos y del que nadie regresa. El tiempo y la memoria entonces, también como temas constantes. A pesar del aparente desorden provocado por la fragmentación, los intertítulos sobre fondo negro ubican temporalmente cada bloque narrativo, desde su regreso de Singapur a Hong Kong en 1963, hasta la navidad de 1969, cuando es Bai Ling quien parte hacia Singapur, cerrando el círculo.

La voz de Chow guía toda la acción, en un largo monólogo interior del fluir de sus recuerdos. Pero ¿es su narración una evocación o constituye un mundo ficcionalizado, como el de su novela futurista? El film plantea la ambigüedad entre realidad y virtualidad, entre ficción cinematográfica y ficción literaria. Tal vez quiera decirnos que absolutamente todo está fraguado por la imaginación: si tenemos en cuenta que nos dice de Bai Ling "jamás la volví a ver, pero aparece en mis historias", ¿su reaparición es entonces una invención del narrador?

El relato parece surgir de una colección de apuntes, de recortes mezclados, de un mazo de cartas elegidas al azar, como las que maneja Su Li. Esa fragmentación, esa combinación temporal aparentemente caprichosa puede desorientar al espectador, y el film demandar sucesivas visiones. Incluso puede uno confundir a esas bellísimas mujeres –que ante la cámara de Wong lucen espléndidas– y sin embargo hay una sólida caracterización de cada una de ellas, quienes configuran las variaciones sobre el eterno femenino desde la mirada del hombre. Y si los personajes conforman una maravillosa galería del melodrama, sus intérpretes constituyen una selección de lo mejor del espectro oriental.

La elaboración de la imagen llega a un virtuosismo que supera aun a Con ánimo de amar. Wong trabajó durante cinco años en este film, con la colaboración de tres fotógrafos. La narrativa fragmentaria se corresponde con una sólida composición visual, tan sorprendente como refinada y fascinante: el permanente reencuadre del plano, que traslada a los personajes a un rincón del mismo, los planos medios en espacios cerrados, claustrofóbicos: cuartos de hotel y laberintos de pasillos, espejos y escaleras, espacios reencuadrados por rejas, marcos o cortinas, la fragmentación incluso de los cuerpos, la cámara lenta, el peso del fuera de campo y el uso de la abstracción, crean un efecto de encantamiento. Hay un contraste entre la puesta en escena del presente y el futuro: si la historia de Chow y sus mujeres está filmada prácticamente en base al plano y contraplano, la historia en el futuro incorpora planos generales, y si los colores del melodrama presente son el rojo y el verde, en los del futuro abundan los tierras y el amarillo, e incluye el azul. Y si la imagen de los '60 es la del melodrama –los elementos de la caracterización de Chow: el peinado, el bigotito, el cigarrillo permanente, hacen sistema para instalar al arquetipo melodramático– la del año 2046 abunda en efectos especiales. Exquisito virtuosismo que lleva el refinamiento de Wong a extremos admirables, tanto que su seducción puede perturbar la atención sobre un film que requiere una muy activa y atenta participación del espectador.

La banda de sonido no podría ser más apropiada para el melodrama: desde los boleros como "Perfidia", las arias de las óperas de Bellini –"Norma" y "El pirata"–, Siboney y la voz de Nat King Cole, pasando por partituras de Peer Raben –músico de Fassbinder–, Zbigniew Preisner –músico de Kieslowski–, Georges Delerue –de Truffaut– hasta la música original de Shigeru Umebayashi, la selección es tan exquisita como el desfile de vestidos de las mujeres, comparables a los que lucía Maggie Cheung en el film anterior.

Todo lo dicho puede resultar insuficiente para transmitir la complejidad del experimento de Wong, la riqueza de su propuesta, que por su propia condición de polifacética es despareja, y hasta fallida por momentos: todos los bloques futuristas, por ejemplo, me parecen los más flojos, algo dubitativos y con algún problema de montaje. Pero ello no impide recomendarla a quienes buscan, aunque no encuentren.

Josefina Sartora      

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