En el marco de la guerra de Vietnam la inteligencia
norteamericana encomienda al capitán Willard (Martin Sheen) una
misión: buscar y asesinar al coronel Kurtz (Marlon Brando), brillante
oficial yanquí que se apartó de las fuerzas y se convirtió en líder de la
tribu Montagnard de Camboya, dominado por la demencia y usando métodos
considerados brutales.Willard había matado varias veces, pero nunca a un
connacional. Este hecho lo lleva a olvidarse por un momento de en qué bando
está, comienza a pensar en las raíces mismas de la guerra y terminará
replanteándose temas como la lucha entre el Bien y el Mal. Primer dato que
nos delinea la ética de la guerra de la que habla la película.
A medida que Willard y los tripulantes del barco patrulla que lo escoltan
se alejan río arriba, van perdiendo las nociones de realidad y de verdad, y
aquella supuesta demencia de Kurtz se apodera de cada uno a su modo. Como
espectadores nos van invadiendo las sensaciones de lo que era Vietnam. En
las palabras del propio director, Francis Ford Coppola: "la urgencia, la
demencia, el regocijo, el horror, la sensualidad y el dilema moral de la
guerra más surrealista y catastrófica de América".
Apocalipse Now Redux es, al igual que la versión original, el
manifiesto de una ética de la guerra. Esta ética consiste para Coppola en
desmantelar las mentiras que perpetúan la guerra justificando cualquier
barbaridad. No lo fue en su momento, y menos aun debe ser una película fácil
de digerir por el stablishment estadounidense. Lejos de mostrar al
"héroe americano" expone el derrumbamiento de este ideal: sus flancos
débiles, sus pobrezas, sus hipocresías, sus miserias.
Esta ética de guerra se nos irá revelando a través del emblemático
personaje de Kurtz, quien llama la atención sobre el hecho de que su
accionar no es peor que el del Ejército norteamericano. Es únicamente más
"primitivo", si se quiere. Su mundo –llevado a su máxima expresión en un
final sumamente dionisíaco– sólo pone al rojo vivo la esencia de lo que
lleva a estas guerras, y por eso mismo se muestra a los ojos de Willard, si
no más justo, al menos merecedor de mayor respeto.
Kurtz critica como una gran mentira la inmoralidad escondida en el americano
medio: "enseñan a los chicos a disparar a la gente, pero no les dejan
escribir la palabra fuck en sus aviones". A su vez, mata sin apelar a
las justificaciones típicas de los militares y gobernantes de su país (el
ser nacional, el american way of life, la seguridad global, etc),
porque las considera falsas. Aniquila simplemente para mantener su poder, y
de esta forma poder seguir expresando su denuncia.
Cerca del final podemos ver una escena esclarecedora sobre el punto de la
mentira. Se trata de un fragmento de las conversaciones de Kurtz y Willard
que no estaba en la versión original, y que muestra meridianamente lo que
Kurtz-Coppola piensa acerca de cómo se miente sobre lo que está sucediendo
en la guerra, del verdadero horror que se oculta.
Apocalipse Now Redux mantiene la esencia de la primer versión y la
profundiza. Presiones sobre todo económicas habían llevado a Coppola y su
equipo a reducir una versión original de 4 horas a la mitad, quitando todo
lo que sobraba en lo que debía ser lo más parecido posible a una película
del género "guerra". De esta forma se garantizaban un cierto éxito... en el
que ni siquiera ellos confiaban demasiado.
Sin embargo, la primera versión, ya muy audaz y personal, lejos estaba de
responder única y exclusivamente a los cánones de este género. El aporte de
las nuevas escenas que no pudimos ver 22 años antes solamente enriquece una
película que parecía insuperable, aproximándola aun más a lo que fue la idea
original del director.
Una de las nuevas secuencias más significativas es la segunda aparición
de las conejitas de Playboy. Para los soldados es una especie de oasis, un
sueño en medio de tanta desolación. Pero se trata de un erotismo difícil de
consumar entre la sangre, donde hasta los fluidos de la pasión se confunden
con los de la muerte. Esos cuerpos desnudos que muestran fragilidad, la
inocencia, o al menos la inocencia perdida, se encuentran con estos jóvenes
cegados y ensordecidos por la guerra, por el horror. Ellas también están
mutiladas, carentes de identidad o de sentido. Esta escena resume la soledad
de estos jóvenes, hombres y mujeres-instrumentos, payasos de un circo en el
que ni siquiera se reconocen.
Tras la niebla, como en un sueño, surge otra escena, la de la plantación
francesa. Tan cerca del encuentro con Kurtz, del caos, de la muerte, Willard
encuentra calma y sensualidad junto a una viuda francesa. Como si fuera un
remanso necesario para poder enfrentarse a lo que le espera más allá,
demasiado pronto. Ella le recuerda que tiene dos partes, una que odia y otra
que ama. Quizá sea la parte que ama la que le impide quedarse con el imperio
creado por Kurtz en ese desenlace tan onírico como escalofriante.
En el encuentro con el Coronel Kilgore, se agrega un episodio muy
gracioso con la tabla de surf. Este pasaje, la segunda aparición de las
conejitas Playboy y otras pequeñas situaciones dentro del barco de la Marina
le dan otra dimensión a la relación que se va creando entre Willard y los
tripulantes, por consiguiente más estrecha en esta segunda versión, y esto
hace que cuando suceden los hechos de la última hora de film, afecten de
otra manera al espectador.
"Nunca debes abandonar el bote", dice Willard en los comienzos de la
película. Esta idea de abandonar el bote sin duda tiene que ver con
abandonar lo propio, y dentro de lo propio la cultura: ideas, prejuicios…
Obliga a observar las cosas desde otro punto de vista. Kurtz abandonó el
bote y se transformó. Más tarde también lo hará Willard. "Sólo debes
abandonarlo si estás dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias."
Abandonar el bote es lo que le permitió a Kurtz mirar de enfrente a
ese "circo de payasos" y así decidirse a crear su propio orden.
Apocalipse Now Redux invita a salir del bote. Y todo acompañado por
la intrigante mirada de Willard, que funciona como espectador y observador
de lo que pasa, sobre todo en la primera mitad de la película. Casi no
habla, pero podemos acercarnos a lo que piensa y a las transformaciones que
ejerce sobre él lo que ve, a través de una extraordinaria voz en off
(redactada por John Milius). En la segunda mitad, pasará a la acción.
Las actuaciones son todas excelentes y no han perdido vigencia. Menos aun
el tema: la guerra; el poder y la mentira que esta pone en juego, deberían
ser tema de constante reflexión en los tiempos que corren. Esto, junto a
llllla impactante fotografía de Vittorio Storaro –sin la casi obligatoria
presencia de efectos especiales de las películas de guerra actuales–
conforman una película de visión imprescindible, nuevamente o por primera
vez.