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CADENA DE FAVORES
(Pay It Forward)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Mimi Leder, con Kevin Spacey, Helen Hunt, haley joel Osment, Jay Mohr, Jim Caviezel, Angie Dickinson.



Lejos de superproducciones como Impacto profundo, Mimi Leder dirigió este drama que alterna crueles historias cotidianas contrastadas con las luminarias de Las Vegas, adonde el juego y el entretenimiento conviven con la miseria de los desamparados, tanto de los que carecen de hogar como de los que no lo hallan en su propio universo diario. Y si de cambiar el mundo se trata, esta película intenta ser un tímido reflejo de los que luchan, puertas adentro, para transformar su realidad ayudando a terceros. El asunto, ciertamente complejo, aparece simplificado, ya que todo remite a un niño de buen corazón, que pretende cambiar las cosas aplicando una fórmula que combina solidaridad para los que la necesitan con gratificación propia. Una regla de tres simple para ayudar a pobres almas que, a no dudarlo, logrará dar la vuelta al mundo antes que caiga el telón.

Arlene (Helen Hunt) y su hijo Trevor (Haley Joel Osment, el de Sexto sentido) viven casi cercados por luces de neón en un barrio de trabajadores. Y como el padre gusta de ir y volver cuando se le antoja, la madre consume sus días en trabajo de doble turno, cajera en un casino durante el día y mesera en un club de chicas por la noche. Esto le impide estar al tanto de su hijo, quien se convierte en un adulto forzado, organizándose solo en la casa y hasta atendiendo las alicaídas borracheras de la pobre Arlene, que apenas puede con su vida. La cosa es así hasta que la aparición del circunspecto profesor Eugene Simonet (Kevin Spacey) revoluciona sin proponérselo las motivaciones de Trevor. Basta una frase en el pizarrón ("Pasea la vista por el mundo que te rodea y cambia lo que no te guste") para que los alumnos tomen la consigna al pie de la letra. Así aparecen alocadas ideas para cambiar el planeta. Pero la de Trevor, de once años, nace cuando pasa con su bicicleta por un campamento de gente sin techo. Y pone en acción el germen de la cadena de favores invitando a uno de ellos a su casa, proveyéndole comida, algo de dinero y un lugar en el garage. Así comienza la cadena, cuya primera regla reza: debes ayudar a tres personas distintas y cada una de ellas hará lo mismo con otras tres. Y así sucesivamente. Como las cadenas de favores que prometen la felicidad por Internet y cada dos por tres caen en nuestras casillas de correo.

Otro lugar de la ciudad. Un policía, en pleno operativo, choca su auto que queda en condiciones deplorables. Pero mientras se lamenta hace su aparición un hombre acaudalado que, sin explicación, le regala su propio auto. Claro: es la recompensa por otro favor, el de un maleante que logró que atendieran rápidamente en un hospital a su hija que sufría de asma. Aunque la cadena de favores de Trevor no tiene límites, su gran apuesta es lograr que su madre alcance la felicidad. Por eso intentará a toda costa que su profesor y su mamá entablen y consoliden una relación. A este respecto, el niño tampoco descuidará ningún detalle.

En esta ficción (¿dónde si no?) la motivación de Trevor hace que cambien las cosas para todos. Tanto lo hace que hasta la televisión recoge el eco de su cadena de favores, y nuestro angelito acaba convertido en héroe mediático. Lo que no debería sorprender, habida cuenta de la debilidad de la pantalla chica por la materia prima de las hazañas de este chiquilín: la simplificación y los golpes bajos.

Karina Noriega     


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