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CAZADOR DE SUEÑOS
(Dreamcatcher)

Estados Unidos, 2003


Dirigida por Lawrence Kasdan, con Morgan Freeman, Thomas Jane, Jason Lee, Damian Lewis, Timothy Olyphant, Tom Sizemore
.



Cazador de sueños es la primera incursión de Lawrence Kasdan en el mundo fantástico, de la mano de una novela de Stephen King. Del drama a la comedia, del western al cine negro, el director de El corazón de la ciudad alternó varios géneros con diversa suerte. Casi siempre interesante, ha hecho buenas y malas películas, aunque jamás un gran film. Su acercamiento a la ciencia ficción suscitó tantas dudas como esperanzas. Lamentablemente, la desilusión supera los peores pronósticos. Se trata, probablemente, de su primera película absolutamente impersonal.

Kasdan consigue, de todas maneras, engañarnos durante una atrapante media hora inicial, que comienza con un guiño a su anterior película, Mumford. Un psicólogo muy poco convencional confronta a un paciente con detallado conocimiento de su trauma, como si pudiera adivinar sus pensamientos. Cuando aquel huye de la sesión, el doctor juguetea con el suicidio, llevándose un revólver a la sien.

Paralelamente, otros tres jóvenes demuestran tener habilidades paranormales para prever, adivinar y encontrar cosas con las que no tienen ninguna relación. Se trata de cuatro amigos típicamente kinguianos que, como los de “It”, han vivido una temprana aventura cuando niños… cuyas secuelas permanecen intactas. No revelaremos más sobre estos extraños sucesos, que tan bien introduce Kasdan en el segmento inaugural de la película. Sólo diremos que el recuerdo de un misterioso personaje de aquella época ha logrado mantenerlos unidos durante todo este tiempo, reuniéndolos una vez al año en una significativa cabaña, remanente de su infancia en común.

Es allí donde llegan los protagonistas para reencontrar el misterio, que será eficazmente dosificado por el director. Hasta cierto punto, porque una vez materializado el Mal (no hay vuelta que darle, los monstruos siempre asustan más cuando no los vemos) la película empieza a caer en picada.

Kasdan todavía esconde algunas incógnitas en la manga, pero comete un pecado mayor. El film gira bruscamente hacia la acción y los cabos sueltos quedarán así, perdiendo más y más peso ante las agitadas persecuciones entre protagonistas y monstruos. Encima, la trama se diversifica con la aparición de Morgan Freeman y Tom Sizemore, líderes de una especie de grupo de combate contra alienígenas, disolviendo la módica intensidad que aún conservaba la historia.

El clima fantástico trabajosamente conseguido al comienzo se evapora con rapidez. Sólo quedan las más burdas formas del suspenso: aquellas que, como truenos y relámpagos, sacuden al espectador con súbitas apariciones y estruendosos chirridos que rompen con la tensa calma previa a la tormenta.

Varias de esas escenas dan por tierra con la verosimilitud: un hombre asustado arriesgando su vida por recoger un escarbadientes, llevarlo a su boca y calmar el nerviosismo; otro que, en lugar de salir corriendo, avanza desarmado hacia el ente mortífero tras haber comprobado su ferocidad, etc. A semejantes situaciones se recurre cuando se ha perdido el rumbo en el manejo del suspenso. Kasdan, en efecto, parece haber desaparecido durante la mayor parte del metraje.

Apenas se percibe una mente trabajando detrás de cámara cuando los cazadores de monstruos son descriptos como un grupo comando bushiano, que no duda en sacrificar a cientos de inocentes en pos del bienestar americano. Allí surge una nueva esperanza, la de Kasdan homenajeando a aquellos clásicos del género (léase La invasión de los usurpadores de cuerpos o La noche de los muertos vivos) en los que monstruos y humanos expresaban otros miedos, mucho más reales. Pero no se da. Y los convencionalismos llevan al film a un callejón sin salida que incluye el ridículo, cosa que viene por el lado de la inevitable sobreactuación de Damian Lewis.

Kasdan sigue sin conseguir su gran obra… y está cada vez más lejos.

Ramiro Villani      

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