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CODIGO DE HONOR
(The Pledge)

Estados Unidos, 2001



Dirigida por Sean Penn, con Jack Nicholson, Robin Wright Penn, Aaron Eckhart.



Afirmar a fines de marzo que una película recién estrenada va a estar entre las diez mejores del 2002 puede sonar exagerado, pero para que Código de honor no clasifique entre las diez finalistas, los próximos meses tendrían que depararnos un aluvión de gemas cinematográficas.

Nadie duda ya del talento actoral de Sean Penn; incluso Hollywood lo reconoce con nominaciones al Oscar año tras año. Lo que aún no se ha divulgado lo suficiente es su capacidad como director. Con esta película queda claro que no falta mucho para que esto ocurra.

Código de Honor (tercer largometraje de Penn) narra la historia de Jerry Black, un policía veterano a seis horas de jubilarse, que decide tomar un último caso –violación y asesinato de una niña de ocho años– y le jura a la madre de la víctima que no va a parar hasta resolverlo. Al poco tiempo se suicida el único sospechoso, el caso se cierra y a Jerry le dan el retiro. Pero su olfato de sabueso le dice que el verdadero culpable anda suelto, y peor aun, que es un asesino serial que va a volver a matar. Por lo que cancela sus esperadas vacaciones y se pone a investigar por su cuenta.

Algo más está ocurriendo al margen del caso policial: el cambio en la personalidad de Jerry, que parece querer negar su situación de jubilado. Vive muy solo, su afición al tabaco y el alcohol aumenta velozmente y la desesperada persistencia que demuestra por el caso hace dudar a todos los que lo rodean sobre su endeble cordura.

Uno de los logros de Penn es que esta inseguridad respecto de la salud mental de Jerry contagia pronto a la platea, manteniendo la tensión del relato. A partir de ahí, el caso y su vida se van relacionando cada vez más. Como una balanza, la evolución del primero puede significar la involución de la segunda, y viceversa.

Como los grandes del cine clásico, Penn se mueve dentro de un género –el policial– respetando sus reglas pero expandiendo sus límites, agregándole una visión personal y creativa.

Lo que el director cuestiona es la búsqueda desesperada de la redención. La historia del cine está repleta de personajes pecadores o perdedores en busca de una segunda oportunidad. Muchas veces consiguen su salvación dedicando sus vidas a esa última chance de encontrar la paz con ellos mismos. En este sentido, Código de honor plantea un nuevo punto de vista, más profundo. ¿No es peligroso acotar a un acto determinado la esperanza de la redención? ¿Cuán sensato es depender de una sola oportunidad para reencaminar nuestras vidas? ¿Y por qué ese nuevo camino debe ser condensado en una acción redentora?

Perseguido por esta obsesión, a Jerry se le nubla la mente. Pretende recuperar su vida personal atrapando al asesino, pero lo que está logrando es exactamente lo contrario (algo así le pasaba a Clint Eastwood al comienzo de Crimen verdadero). La verdadera oportunidad de recobrar su vida está delante de sus ojos... pero no la puede ver.

No voy a adelantar la resolución, sí diré que encaja perfectamente con lo expuesto a lo largo del metraje. Penn no hace concesiones.

Párrafo aparte merece la actuación de Jack Nicholson. Consciente de que es uno de los mejores actores de su generación, no se permite la sobreactuación canchera con la que se pasea en su vida pública, y se roba la película con las mejores armas. Su composición de Jerry Black es indispensable para plasmar la tensión entre la vida personal y laboral del protagonista.

Con una corta filmografía, Sean Penn es ya uno de los directores más talentosos y personales de la actualidad. Y lo mejor de todo: su estilo va en dirección opuesta a todos los vicios del cine americano actual. Con ritmo reposado, actuaciones contenidas, narración elaborada pero tácita, su cine es tan sutil como intenso, tan clásico como renovador.

Ramiro Villani     


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