Hace pocos días, en el
Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, conversaba con el colega
Agustín Campero acerca de Adam Sandler. El sostenía que no sólo existe un
Sandler “actor”, sino también un Sandler “autor”. Yo no estaba de acuerdo,
pues creía que fuera de Embriagado de amor (cuyo director –y en todo
caso autor– es Paul Thomas Anderson) el universo de Sandler no reúne la
suficiente coherencia y constituye más que nada un salpicón de buenos
momentos, adornados por apariciones estelares de amigos del actor, con el
comando de directores con escasa personalidad.
Pero Como si fuera la
primera vez da vuelta la tortilla. Es cierto que vuelven a estar los
amigos de siempre (Rob Schneider, por ejemplo) y que el director Peter Segal
no es precisamente un tipo con visión propia. Pero el estilo descontrolado y
dulce al mismo tiempo del actor de Saturday Night Live alcanza su
punto de caramelo con la historia de Henry (Sandler), un soltero muy en el
estilo de Isidoro Cañones, que se la pasa estableciendo relaciones sin
compromiso… hasta que conoce a Lucy (Drew Barrymore). El flechazo es mutuo e
instantáneo, pero hay ciertas complicaciones: Lucy sufrió un terrible
accidente y perdió la memoria a corto plazo, con lo cual es incapaz de
recordar lo que le sucedió en las últimas 24 horas. Su padre y su hermano no
encontraron otra solución que adaptarse a la situación, y preparan cada día
de forma idéntica al día del accidente, para que Lucy no sufra ningún tipo
de shock. Pero Henry decide desafiar esa regla, porque es conciente de que
lo único que hace Lucy, como su hermano y su padre, es vivir una mentira.
Lo bueno
es que la película no necesita decirlo; permite que el espectador llegue a
este razonamiento por sí solo. Lo mismo pasa con el resto de las acciones y
sentimientos de los personajes: sin dejar de ser compleja, esta es una
película transparente en la que resulta fácil intuir lo que sienten los
protagonistas. Henry decide conquistar una y otra vez a Lucy, demostrándole
un amor infinito, tratando de mejorar su vida, pero contándole la verdad
sobre su condición, porque ese problema es parte de la persona de la que
está enamorado. Y el amor que demuestra Henry es tan grande… que Lucy no
puede evitar enamorarse cada día de él.
Como si fuera la
primera vez es un
film optimista pero también realista. Lo que menos se puede esperar durante
toda la historia es una especie de milagro que le devuelva mágicamente la
memoria a Lucy. Pero eso no significa que no pueda tener una vida. La última
película “de Sandler”, pues, apuesta a la verdad por sobre todas las cosas.
Y, a pesar de sus imperfecciones, es agradable y hermosa. Como Lucy, esa
chica capaz de volver a Henry más loco de lo que está. Y como el universo
Sandler, quien acaba de recibirse de autor.
Rodrigo Seijas
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