Durante el
horror de la última dictadura militar en Argentina, entre todas las personas
que fueron secuestradas, encarceladas y torturadas por las Fuerzas Armadas
hubo quienes lograron sobrevivir. Entre ellos, algunos –muy pocos–
consiguieron burlar a sus captores y escapar. Crónica de una fuga
narra la historia de cuatro de esas personas: Guillermo Fernández, Carlos
García, Daniel Russomano y Claudio Tamburrini. Este último, por entonces
arquero de Almagro y más tarde filósofo radicado en Suecia, escribió “Pase
libre”, una novela que relata sus 120 días de prisión en la Mansión Seré,
también conocida como Atila, por entonces uno de los centros de detención de
la Fuerza Aérea.
Adrián Caetano
dirige una película que es, ante todo, un clásico producto de suspenso, más
cercano a las series televisivas “Tumberos” (dirigida por él mismo) y
“Okupas” (de Bruno Stagnaro, con la que comparte la dupla actoral Rodrigo de
la Serna-Diego Alonso) que a otros trabajos de Caetano y a otros films sobre
la dictadura. El director de Bolivia y Un oso rojo conserva la
exactitud para los diálogos y la habilidad para hacer presente la violencia
con sólo mostrarnos su inminencia; los momentos más crudos –narrados desde
el fuera de campo, con un cuidadoso trabajo de sonido– logran el
impacto buscado.
Al avanzar la
película, el protagonismo inicial de Tamburrini se reparte con el de
Fernández. La utilización de la cámara, colocada la mayor parte del tiempo
casi a ras del suelo –como los cautivos, que permanecían agachados, o
acostados en camastros– provoca que el espectador comparta el punto de vista
y logre la empatía necesaria como para acompañarlos en esta fuga que –lo
sabemos de antemano– se producirá más temprano que tarde.
Era necesario que
transcurriese una determinada cantidad de tiempo para que el cine pudiera
tomar esta historia, demasiado increíble como para no ser material
cinematográfico, demasiado atrapante como para no convertirse en un
thriller. En otro momento, tal vez, una película del estilo de Crónica...
hubiese levantado voces ofendidas, en nombre de aquellos que no tuvieron la
misma oportunidad (¿podemos llamarla suerte?) de los protagonistas. En
cualquier caso, Crónica de una fuga no carece de valor testimonial, y
esto a pesar de que algunos detalles fueron expresamente modificados para el
traspaso al cine: al concentrar el conflicto en una sola habitación, la
mirada sobre el tema se vuelve general y la película logra captar el pulso
de aquello que sucedía en ese momento a nivel cotidiano.
El último 24 de
marzo, a treinta años del comienzo de la dictadura, gente que vivió cerca de
los centros de tortura contó a los medios las cosas que (entre) veían y
escuchaban; los fragmentos del horror con el que convivían. Caetano también
muestra eso: cómo era vivir con el infierno en la puerta de al lado, qué
mecanismo fue puesto en marcha a nivel social como para que cuatro tipos
desnudos, esposados en el medio de la calle, fuesen saludados casi con
naturalidad por otro tipo de barba y sobretodo que estacionaba su auto.
Entre los actores
destaca Rodrigo de la Serna, pero sorprende la madurez de Nazareno Casero
como Guillermo Fernández (el verdadero Fernández participa también, en un
pequeño rol). En cambio, no parece feliz la elección (ni el registro) de
Pablo Echarri, convertido en “Huguito”, el jefe de los torturadores: con su
tapado de cuero y bigotes negro brillante, está más cerca del cómic que del
naturalismo que respira el resto de las actuaciones.
María Molteno
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