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GOTAS QUE CAEN SOBRE LAS ROCAS CALIENTES
(Gouttes D'eau Sur Pierres Brulantes)

Francia, 1999


Dirigida por François Ozon, con Bernard Giraudeau, Malik Zidi, Ludivine Sagnier, Anna Thomson.



Atrevida, desprejuiciada, bizarra (pero en el sentido francés: bizarre=raro), perversa. Todos esos adjetivos le caben a Gotas que caen sobre las rocas calientes, del galo François Ozon. También, yo creo, es una película que hizo más ruido del que merece.

Durante largo rato los personajes son dos: Leo, un gay cuarentón algo adicto a su trabajo (comercializa seguros), y Franz, un muchachito que, de su mano, concretará ciertas fantasías homosexuales que lo asaltaban en la pubertad. A poco de iniciado el film ya lo tenemos a Franz plenamente inserto en la vida de ese hombre que lo sedujo, lo desfloró (analmente, se entiende) y lo instaló en su casa mucho más fácil y rápidamente de lo que hubiera cabido esperar. Hay que apuntar que la verosimilitud no es una de las preocupaciones que François Ozon haya puesto de manifiesto en este film: a los tiempos dramáticos, como a muchos de los diálogos y conflictos, los ha manejado sin otra regla aparente que la de seguir sus instintos (o de plasmar más o menos desordenadamente algunos de sus propios deseos y fantasías).

Lo que se torna evidente es la relación, bastante típica por lo demás, que se consolida entre nuestros personajes. Leo se convierte prontamente en el "señor de la casa": obsesivo, mandón, cascarrabias. Franz pasa a ser algo así como la "mujercita": lo suyo es lavar, cocinar y limpiar. Entre el carácter quisquilloso del cuarentón, que evoca a ciertas criaturas del cine de Claude Chabrol, y el aspecto del joven Franz, tan pecoso y espiritualmente virgen que parece salido de una fábula de Eric Rohmer, se establece cierta tensión, cierta gracia, y eso atrapa. Ahora bien: Gotas... se toma tantos minutos para exponer este vínculo, y este vínculo se modifica tan poco, que llega un momento en que uno empieza a pedir a gritos otros conflictos, otras alternativas... alguna novedad.

El tono de las actuaciones y el contenido de las conversaciones, entretanto, van empujando el relato hacia otras aguas: las de la comedia de enredos (con los personajes yendo en puntillas de una habitación a la otra), las de la farsa, las de cierto teatro sórdido... aunque no alcanza a anclar en ninguna de ellas.

Tarde llega la ansiada novedad: se llama Anna, es la ex novia de Franz (con la que hacían planes de matrimonio e hijos) y se instala en la casa aprovechando la ausencia de Leo, que partió en viaje de negocios. A su regreso, tendremos conformado otro de esos famosos triángulos, que se convierte rápidamente en cuadrado con la llegada de Vera, distinguida y muy dark transexual que, tiempo ha, supo ser la pareja de Leo durante años. En este punto el film de algún modo se desboca: pasos de baile (en plan de coreografía setentista), alguna que otra "orgía" (entre comillas, sí), tres o cuatro charlas afectivas (sobre conflictos amorosos), mucha teta (muy hermosa) y una pizca de tragedia como para coronar.

Todo esto es mucho y, a la vez, muy poco.

Guillermo Ravaschino     


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