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INNOCENCE

Bélgica-Francia, 2004


Dirigida por Lucile Hadzihalilovic, con Zoé Auclair, Bérangère Haubruge, Laisson Lalieux, Astrid Homme, Lea Bridarolli.



Film de atmósferas, de sugerencias, de insinuaciones que nunca devendrán explícitas, la opera prima de la directora yugoslavo-francesa Lucile Hadzihalilovic puede desconcertar al espectador desprevenido, o a quien busque una historia y una narración clásicas.

El film despierta la intriga desde su inicio, con la presentación de los títulos habitualmente finales y una imagen de burbujas que se repetirá al final, obvio homenaje a Gaspar Noé, director de Irreversible y pareja de la realizadora, quien colaboró con él en todas sus películas. Después de las burbujas, un ataúd es trasladado por secretos pasadizos subterráneos hasta una habitación donde seis niñas sacan del cajón a una menor, quien sin saber cómo –sin que sepamos cómo– ha llegado allí para incorporarse a una comunidad de niñas vírgenes dedicadas a la danza, al desarrollo corporal, al juego y a una formación orientada hacia la biología. Como las mariposas que clasifica la directora del lugar, las muy pequeñas y las prepúberes están firmemente amarradas en ese ámbito cerrado, cuyos bosques, lagos, arroyos, construcciones y caminos iluminados por luces casi urbanas están protegidos por un alto muro que no casualmente recuerda a La aldea. Un sistema de jerarquías por edades y de horarios establecidos rige a las niñas, y la mayor de cada grupo desaparece un rato todas las noches sin que el resto sepa el secreto de sus actividades nocturnas.

Basada en una novela de Frank Wedekind, Hadzihalilovic sabe crear la atmósfera de misterio, de peligro, de vaga amenaza sexual que parece cernirse sobre esas niñas prisioneras. La ausencia de familia, de figuras masculinas, de detalles prácticos, vuelve más inquietante y misterioso ese mundo ambiguo donde no existen las explicaciones, mientras la perversión está al acecho. La obediencia, el acatamiento a la autoridad son acérrimos, y su rechazo o la rebelión de alguna niña puede acarrear consecuencias mortales.

Una cámara fija a baja altura reproduce el punto de vista de la más pequeña, quien, como nosotros, no comprende la finalidad del lugar. Su mirada y detalles secundarios acentúan la extrañeza y el clima de irrealidad que nos pone incómodos: una estupenda fotografía sombría, un ave enjaulada, una directora coja, su asistente emocionalmente vulnerable, un misterioso hombre que inyecta a una compañera, un bosque de piernas desnudas perturbadoras, escenas que se cortan abruptamente, la recurrencia del agua, la imagen del laberinto, todos estos elementos formulan preguntas que no encontrarán una respuesta. Es muy alta la expectativa que genera el film, mucho lo que se insinúa y muy poco lo que queda al final, además de la atmósfera.

Inocencia, desde su título, la temática, su narración surrealista y casi mágica y el tratamiento de la imagen es una película derivada de los mundos oníricos de los cuadros de Paul Delvaux y Balthus, con sus mujeres-niñas tan provocativas como misteriosas. Obviamente, la referencia a Lewis Carroll está sobreentendida.

El film consigue crear el efecto de extrañeza e intriga. Sin embargo, elige no ir más allá, no develar el misterio. Aceptemos que sea esta una formación de mujeres, la metáfora de un gineceo aislado y protegido que las prepara para la vida. Pero mal se las arreglarán las mayores cuando al tocar la pubertad salgan de ese refugio hacia un destino ignorado y se encuentren con el Otro, ese total desconocido, el hombre.

Josefina Sartora      


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