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ITALIANO PARA PRINCIPIANTES
(Italiensk For Begyndere)

Dinamarca, 2000


Dirigida por Lone Scherfig, con Anders W. Berthelsen, Anette Stovelbaek, Peter Gantzler, Lars Kaalund, Karen-Lise Mynster, Ann Jorgensen.



Italiano para principiantes está dirigida por una mujer y danesa, conjunción nunca vista antes por aquí. El film ha tenido un merecido éxito en varios países, estuvo a punto de ser nominado para el Oscar al mejor film extranjero sin lograrlo –lo cual no deja de ser otro éxito– y suponemos que por estas causas llegó a estrenarse aquí, en Argentina.

Con cámara al hombro, se narra la red de cruces entre varios personajes que viven en una comunidad pequeña, un pueblo o un barrio. Un pastor joven recientemente arribado será el factor aglutinante, y las clases de italiano el ámbito ideal para el encuentro de esos seres solitarios, dubitativos, que cargan cada uno con su problema: muertes recientes, padres abusadores, droga, impotencia sexual, soledad, abandono, falta de fe.

El film anuncia desde el comienzo que responde al Dogma, pero no es eso lo más importante, ni su directora se aviene completamente a sus preceptos. Todo lo que el Dogma había puesto al servicio de mostrar los más execrable de los hombres, lo más revulsivo de las situaciones, Lone Scherfig lo utiliza en elaboraciones sobre la ternura y el amor. El film es un delicado trabajo que muestra con exquisito humor las difíciles relaciones entre padres e hijos, entre hombres y mujeres unidos por las clases de italiano, que para los inhibidos, contenidos daneses es algo así como un pasaporte a lo pasional. Y esa pasión va entrando sutilmente en sus vidas. Las clases son el lugar de experimentación y aprendizaje de sus necesidades y posibilidades.

No es ésta una comedia ligera ni intrascendente. El amor, la muerte y cierta melancolía vertebran una historia en la que todos los personajes se hacen queribles e identificables, y hasta el más antipático se torna apreciable. Continuando una tradición del cine danés, tampoco está ausente el tema religioso.

Filmada en gran parte con planos medios, cámara móvil, con el cuadro algo descentrado típico del Dogma, la narración explora la intimidad de los personajes, desde el momento que son el eje del film. La directora saca el mejor partido de recursos muy económicos, con escasos decorados, pocos actores y todos, todos excelentes, colocados en el lugar justo tanto en la tristeza como en la felicidad.

Josefina Sartora     


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