Microcosmos es bastante singular. Documental en parte,
fruto del esfuerzo denodado de dos biólogos franceses que invirtieron 15 años en
investigaciones, tres en el rodaje y seis meses en el proceso de edición para una
película sobre los insectos. Que es ficción por lo demás, ya que aunque no figura en la
ficha técnica, un nutrido ejército de superstars está llamado a hacer de Microcosmos
un gran espectáculo de acción, romance y fugas: el escarabajo, la mariposa (también en
sus fases de gusano y libélula), la araña, el grillo, el caracol...
Poderosos lentes macro convierten
a ínfimas parcelas de suelo en los planos generales que permitirán el lucimiento de los
bichos. En este sentido, Microcosmos no tiene nada que envidiar a los meticulosos
documentales del Discovery Channel, de los que desecha, en cambio, toda pretensión
pedagógica. No hay una sola voz en off que procure educar al espectador acerca de la
naturaleza de los procesos expuestos. En su lugar hay un empeño a fondo, por momentos
excesivo, tendiente a humanizar el espectáculo de los animalitos. Los recursos son
del cine de ficción, incluso hollywoodiano: podrá verse a una vaquita de San Antonio
iluminada como lo solía estar Grace Kelly, y no habrá que sorprenderse o tal vez
sí ante un par de caracoles copulando al son de la más dulce melodía incidental,
cual si fueran la pareja protagónica de una fábula romántica de los '40.
La compresión del tiempo
también juega un rol central. La filmación con temporizador (tan usada para mostrar la
conversión de un capullo en flor) hace que una temporada transcurra en minutos, y un día
en segundos, lo que resulta apropiado para revelar el breve ciclo vital de las
criaturitas. Inmejorable en los aspectos técnicos, tal vez quepa cuestionarle a Microcosmos
ese afán ilimitado por deslumbrar al público con analogías que, muy a su pesar, llevan
aguas hacia la variante más naïf del documental didáctico. Aquella que presenta a un
escarabajo como un obrero de la construcción, a dos caracoles como amantes o a una
caravana de orugas como un convoy heroico, y que con el correr del metraje puede llegar a
empalagar.
Guillermo Ravaschino |