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LOS OTROS
(The Others)

USA-España, 2001


Dirigida por Alejandro Amenábar, con Nicole Kidman, Fionnula Flanagan, Christopher Eccleston, Elaine Cassidy, Alakina Mann.



Con Los otros, Alejandro Amenábar retrocedió cinco años, que es el tiempo que ha pasado desde su opera prima Tesis. Una película de terror-suspenso, como esta, que empezaba bien, bastante arriba, generando expectativas que después, sin embargo, no conseguía sostener. Y entonces se recostaba sobre un ejército de clisés que acababan sepultándolas. Igual que acá. Abre los ojos, rodada en 1997 y enrolada en el mismo genero, sigue siendo por lejos el mejor film de Amenábar.

Lo que distingue a Los otros es que ha sido financiada con capitales yanquis, que permitieron la contratación de Nicole Kidman para el protagónico. Y está muy bien como Grace, que junto a sus hijitos (tierno, chiquito él; más avispada y algo maquinadora ella) habita una enorme casona aislada en algún punto de la campiña europea. Corre la segunda posguerra mundial y de Charles, marido de Grace, no se tienen noticias desde que partió al frente de batalla, años ha. Nadie espera tenerlas. Los niños sufren una singularísima alergia que les impide exponerse a los rayos del sol, e incluso a cualquier caudal lumínico superior al que entrega un farol de vela. Viven propiamente en las tinieblas, celosamente garantizadas por esta madre que diseñó todo un sistema de cortinas, llaves y puertas –cerradas por esas llaves– para sostener esa oscuridad cueste lo que cueste. Un día un matrimonio mayor y su hija muda son contratados en calidad de amos de llaves y maestranza. Vivirán allí. Hasta aquí el planteamiento, que se completa con alguno que otro ruido raro y otros signos de que alguien más (¿algo más?) puede estar compartiendo la vivienda.

No está de más destacar la puesta en escena, muy ceñida, casi acotada a los interiores, con un estilo tan preciso, austero y prolijo que llega a recordar a Alfred Hitchcock. Lo mismo sucede con la iluminación. Pero por largo rato no habrá una sola novedad de peso que empuje al relato hacia adelante. Lo que hace Los otros en este punto es estirarse, reiterarse. Y entonces empieza a cansar. La música incidental, que ya no es hitchcockeana sino hollywoodiana (machacona, industrial), estropea un poquito más las cosas.

De lo que resta no contaré nada. Deben saber que Amenábar no guarda grandes ni pequeñas ideas originales en su manga. Las ideas ajenas sí que están allí; son medianas. Pero surgen tarde, y han sido utilizadas tantas veces (por el cine, la literatura y la TV, y no sólo de terror-suspenso sino de ciencia ficción) que uno se las ve venir a la legua. Para peor –y hablando en porteño–, la implementación de estas ideas es de lo más berreta. No puedo despedirme sin recomendarles la película de terror-suspenso que mejor uso hizo de estas mismas ideas: Carnaval de almas (Carnival Of Souls). Es una obra maestra de la clase B, la dirigió Harold Herk Harvey en 1962 y no se consigue fácil. Pero vale la pena. Búsquenla, véanla, noten la diferencia.

Guillermo Ravaschino     

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