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EL TALENTOSO MR. RIPLEY
(The Talented Mr. Ripley)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Anthony Minghella, con Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett, Philip Seymour Hoffman, Jack Davenport, James Rebhorn.



La historia de El talentoso Mr. Ripley, film de Anthony Minghella inspirado en novela de Patricia Highsmith, empieza hablando de un joven bastante enérgico, algo fabulador e imitador talentoso, que a fines de la década del '50 engancha el trabajo de su vida: un millonario le ofrece mil dólares para que viaje a Italia y traiga a su hijo –el del millonario– de vuelta a casa. Lo correcto no sería decir que Thomas Ripley (Matt Damon) engañó a ese hombre, haciéndole creer que había sido compañero de colegio y amigo de su hijo Dickie, sino que ese hombre se engañó solo. Pero Ripley le siguió el juego. Y extrajo provecho de la confusión... o por lo menos eso cree. Si algo de todo esto ya les recuerda a A pleno sol (René Clément, 1960) es porque se trata básicamente de la misma historia. Aquella consagró a Alain Delon; esta a Matt Damon.

A los mil dólares hay que sumarles los viáticos. ¡Y qué viáticos! Tom cruza el océano a bordo de un Queen Mary majestuosamente recreado, aunque muy breve y a lo lejos. (Digresión: ¿no hubiera convenido acomodar por lo menos una secuencia sobre el transatlántico?) Cuando Ripley desembarca en Mongibello, uno de esos pueblitos mediterráneos congelados en un Medioevo de postal –¡pero sin guerras!– y vestido de costas azules espléndidas, una etapa exhibicionista desembarca en el relato. No es que no pasen cosas, aunque no pasan muchas. Pasa, por ejemplo, que Ripley hace buenas migas con Dickie (Jude Law) y su novia Marge (Gwyneth Paltrow, casi tan irresistible como siempre). Acaso conmovida por su franqueza –ya que Ripley les "confiesa" todo a poco de llegar–, la pareja se abre para hacerle un sitio. No en la cama sino asociado a esa plácida manera de matar el tiempo que forja los días y las noches de Marge y Dickie en Mongibello (luego en Capri, Roma, etc.). Marge, Dickie y Ripley se hacen compinches. De Marge se dice que está escribiendo un libro, aunque no hay mayor constancia de ese empeño ni de sus consecuencias. A Dickie le gusta tocar el saxo –no lo hace mal– y todos, Ripley incluido (aunque con él nunca se sabe...), gustan del buen jazz. Ora be-bop, ora variaciones algo más modernas y ambientales; de la mano de Charlie Parker y otros genios en versiones sobresalientes. En grabaciones que suenan maravillosamente bien. El jazz se oye tan bien y las postales están tan magníficamente fotografiadas que se adueñan del film. Y El talentoso Mr. Ripley empieza a parecerse a un estupendo documental turístico inmejorablemente musicalizado. ¿Que cuál es el problema? ¡El problema son esos tres personajes todo el tiempo en el medio! En otros términos: esta primera etapa es demasiado larga.

Pero El talentoso Mr. Ripley mejora, y mucho. No lo hace en el sentido del documental turístico sino para el lado del thriller. De un thriller sofisticado y psicológico, que empieza a esforzarse por recuperar el tiempo perdido. Y aunque no lo consigue enseguida ni de golpe, se pone cada vez más interesante. Hay una muerte, no digamos de quién ni por quién, en el Mediterráneo. Es una escena clave. No un asesinato premeditado sino uno que hasta parece accidental, involuntario. ¿Pero lo es realmente? Esta y otras ambigüedades empiezan a ocupar el lugar de las postales y el jazz. Que se seguirán viendo y oyendo, pero adonde deben estar: un poco más cerca del fondo. Las ambigüedades se irán aclarando, pero no del todo sino apenas lo necesario como para dar lugar a otras. Acá está la sofisticación.

Hablando de ambigüedades: Ripley no es el tipo que parecía ser. ¡Pero esto ocurre al menos media docena de veces! Tom siempre cambia en el mismo sentido (no en el mejor, créanme): sus mutaciones coherentes imprimen ritmo. No es habitual que un personaje opere tantas y tan sutiles transformaciones como las que obtiene Ripley de Matt Damon, quien llega a convertirse, especialmente cerca del final, en un "espectáculo aparte". Y las comillas valen, ya que se integra perfectamente con todo lo demás. Gwyneth Paltrow está muy bien. Si los combates entre divas estuvieran vigentes, lo apostaría todo a ella contra Julia Roberts. Jude Law no desentona.

El director es Anthony Minghella, uno de esos tipos que filman muy bien. Y es curioso: no se trata de un principiante sino del hombre que estuvo detrás de El paciente inglés y otros cuatro largometrajes. Lo curioso es que se pueda seguir diciendo de él: un director para tener en cuenta.

Guillermo Ravaschino