| Este clásico entre los clásicos del gran Luis
    García Berlanga le hace honor a aquello de pinta tu aldea y te harás universal.
    "Erase una vez un pueblo español, un pueblecito cualquiera..." se oye al
    principio de un relator cuyo tono ligero comulga con la ternura y la levedad que
    atraviesan a Bienvenido Mr. Marshall. Claro que la ligereza, en Berlanga, no
    tiene nada que ver con la superficialidad, y he aquí la primera clave de su maestría: la
    capacidad asombrosa, genial, de cursar apuntes de lo más filosos a partir de personajes y
    situaciones de lo más ingenuos. Talento que en este caso le vino de perillas, ya que Bienvenido...
    fue rodada y estrenada a comienzos de los '50, en pleno franquismo.
 Naturalmente, ese pueblito cualquiera
    es absolutamente pintoresco, españolísimo, local. Las que no podrían ser más
    universales, en tiempo como en espacio, son las ilusiones y expectativas de las
    entrañables almas que lo habitan. Poco tiempo atrás terminó la Segunda Guerra, y a las
    privaciones sempiternas de la España profunda aquí se suman las miserias que la
    conflagración mundial sembró por Europa. Pero el rumor del Plan Marshall, la panacea
    político-económica con que los yanquis pretendieron que curarían la malaria del Viejo Continente,
    llegó a oídos de los lugareños. Es más: una comitiva americana está por
    llegar al pueblito en cualquier momento. Y se la espera con fervor. Tanto fervor que hasta
    ansían encontrar al mismísimo Mr. Marshall entre los miembros del contingente. Pero la comitiva se demora. Y pueblo y
    pueblerinos disponen del tiempo suficiente como para ponerse de punta en blanco a la
    altura de tan ilustres visitantes. La tardanza también da tiempo para que cada uno
    confeccione una lista con las cosas que precisa para satisfacer sus necesidades. Las
    necesidades, que son muchas, se mezclan con los deseos, que no son pocos, en esas listas.
    Algunas son largas. Casi todas son graciosas, tiernísimas y algo penosas. Bien alla
    Berlanga. El alcalde, el peón, el cura, todos tienen su listita. De todo piden.
    Y con toda la ilusión del mundo, están convencidos de que Mr. Marshall proveerá. ¿Proveerá? Guillermo Ravaschino
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