Después de su desempeño en ¿Quieres ser John Malkovich?, John
Cusack sintió que no tenía ya nada que demostrar, y decidió darse un
gusto personal. Su amor por los viejos discos LP de música pop de los años
'60 y '70, hoy llamados vinilos, lo impulsó a filmar con Disney la novela
del inglés Nick Hornby (de discreto éxito en su país). Para hacerlo
convocó a Stephen Frears, quien lo había dirigido en Ambiciones
prohibidas.
Cusack encarna a Rob, el dueño de una disquería en Chicago, quien junto
a sus empleados, más adictos aun que él, ha levantado un templo a su
música de culto, un lugar de peregrinaje para los fans. La película exuda
amor al coleccionismo. Pero sus catálogos no se circunscriben a la música
de los '70: Rob tiene los "Top 5" para todo, incluyendo a sus
relaciones amorosas. Como tantas veces ocurre, cuando su novia Laura (Iben
Hjejle) lo abandona, él empieza a valorar lo que tuvo y dejó ir sin darse
cuenta. Por eso, la película empieza con la revisión de un fenómeno
recurrente en su vida: el abandono. Es así como se articula una historia
romántica con el coleccionismo musical. Rob pasa revista a los cinco
fracasos más contundentes de su historia sentimental, en una serie de
escenas graciosas que ironizan con humor cáustico sobre el orgullo
masculino, a la vez que intenta, ansiosamente, rehacer su pareja en crisis.
Para Rob este es un momento de inflexión, el de hacerse cargo de que es un
hombre adulto. Y cuando está listo para asumir un compromiso, cambia: de
coleccionista pasa a ser empresario. De música, por supuesto.
John Cusack colaboró en el guión, coprodujo, protagonizó, ubicó a la
historia en su ciudad, Chicago, reservó para su hermana Joan un rol
secundario (no es la primera vez que trabajan juntos en un film), y otros
para amigos y parientes más lejanos. Por si ese protagonismo no fuera
suficiente, Rob/Cusack narra su historia a la cámara, interrumpe a cada
momento la acción para intercalar sus comentarios y está siempre en
pantalla, más egocéntrico aun que el mismísimo Woody. Este (cansador)
monólogo a cámara remite al origen literario de la película. Y el
recuerdo de Allen no termina allí; es inevitable toda vez que se exponen
las desdichas del varón americano.
Más importante que la historia es la impecable galería de personajes:
muy graciosos Jack Black y Todd Louiso como los opuestos empleados de la
tienda, Black no sólo domina las escenas en que actúa, sino que también
sabe cantar. Joan Cusack vuelve a demostrar que es una excelente comediante,
en un rol que reitera: la querible amiga de la chica, como aquélla que hizo
en Secretaria ejecutiva y Detrás de las noticias, y sigue
esperando que le confíen un rol a la medida de sus posibilidades. Más
suerte tuvo la coprotagonista, aunque su performance no está a la altura de
las de sus compañeros: ella es Iben Hjejle, la actriz que vimos estos días
en Secretos de familia, en una curiosa extrapolación del Dogma
danés a Hollywood. Parece que allí ya comprobaron que sirve para la
comedia romántica, ojalá no abusen de ella. Tim Robbins hace la sátira
del hombre new age en un cameo que sería olvidable si no participara
de una de las escenas más divertidas.
La ironía recae sobre la visión y la psicología masculina, jugando
peligrosamente en el borde del machismo. Pero las pequeñas miserias del
protagonista no permiten trasponerlo. Las mujeres de Rob (además de Hjejle,
Lily Taylor, Lisa Bonet, Catherine Zeta-Jones) son la otra versión de su
historia, y si bien no se analiza con la misma intensidad la mirada
femenina, vemos en ellas parecida desorientación existencial.
La película especula bastante con la identificación que pueda provocar
en el público masculino de treinta y pico, y corre el consiguiente riesgo
de volverse ajena para quienes no participen de las preocupaciones del
protagonista. Pero todo coleccionista, y no sólo de discos, se verá
identificado cuando Rob explique que él puede ordenar su inmensa discoteca
cronológicamente, según el momento de adquisición, porque cada objeto
está cargado de historia.
Rob es capaz de vivir a través de sus discos, de relacionar cada aspecto
de su vida con un tema musical, y hasta pide ayuda al propio Bruce
Springsteen, quien lo aconseja en su debacle sentimental. Esta insistencia
en el aspecto musical del film puede cansar a los no iniciados. La
banda de sonido, obviamente, es riquísima: Velvet Underground, Stevie
Wonder, The Kinks, Elton John y The Roots se cruzan con Aretha Franklin, Sy
Smith, Harry Nilsson, Love, Jackie Wilson y tantos otros.