Hay una tara que las películas ambientadas en los denominados países
comunistas difícilmente consiguen esquivar: el maniqueísmo. Si se trata
de producciones de aquellos mismos países (en especial pretéritas, ya
que es sabido que quedan pocos de esos países), todo suele estar bien,
no sólo con las revoluciones –esos
momentos puros, fundacionales–
sino con los procesos que derivaron de aquellas y que, como también se
sabe, casi siempre corrompieron sus premisas hasta extremos inauditos. Si
se trata de producciones yanquis, en cambio, a todo se lo ve podrido, sin
medias tintas, nulo de toda nulidad.
Antes que anochezca
es un film yanqui ambientado en Cuba, que arranca unos pocos años antes
de la revolución castrista y abarca unas tres décadas en la vida
sociopolítica de la isla. En este sentido, lo primero que hay que apuntar
es que la película de Julian Schnabel se aparta de la perfidia
anticomunista que hubiera cabido pronosticar. Lo segundo es que no lo hace
del todo. Y no es que sea pérfida, o anticomunista, sino que cae en
muchas de las rutinas formales de las que sí lo son. Esto le quita
relevancia y poder de convicción, lo que no es poca cosa tratándose de
una "biopic de denuncia".
Biopic porque retrata la
vida de Reinaldo Arenas, uno entre tantos escritores cubanos que
simpatizaron inicialmente con la Revolución, pero que luego cayeron en
desgracia por dos razones fundamentales. En este orden: ser gays, y no
adscribir al decálogo de verdades inconmovibles (¡e infantiloides!) en
que se fue convirtiendo la vida política cubana bajo el régimen
castrista. Allí se concentran las denuncias. En lo que respecta a la
homofobia del sistema, Antes que anochezca no deja de ser un
documento revelador. Mucho de lo que aquí se cuenta se conocía (la
famosa Fresa y chocolate había tocado a su modo la cuestión),
pero generalmente a medias. Junto al antisemitismo de Stalin, la homofobia
castrista (que castigó con cacheos, censura, allanamientos, guetos y
hasta largas temporadas en prisión) integra una larga lista de
aberraciones de
esa negación del socialismo a la que el capitalismo –que
es cualquier cosa menos lerdo, y mucho menos ingenuo–
ha dado en denominar "socialismo real".
Lo que le quita convicción
a la denuncia, y al film todo, es una suma de rasgos a los que podríamos
agrupar bajo el signo de la liviandad, o la superficialidad. Que los
cubanos de esta ficción hablen casi siempre en inglés no molesta tanto,
porque desde Javier Bardem (Arenas) hasta el último de los actores de
soporte (varios de ellos muy célebres: Johnny Depp, Sean Penn, el
realizador Héctor Babenco) todos redondean razonables interpretaciones.
Igualmente me pregunto si no hubiera valido la pena gastar un poco más y
rodar una versión enteramente dialogada en español. Menos
digerible es el hecho de que en la Cuba de Antes que anochezca hay
muchos, pero muchos más blancos que en la Cuba real.
También hay problemas con
el tema. Con las verdades que la obra como tal, de cabo a rabo, debería
encargarse de transmitir y reflejar. Estamos hablando de la libertad de
expresión, del respeto por las diferencias –sexuales,
intelectuales–, del amor bien
entendido por el arte. Ahora bien: esto no surge tanto del todo
como de tales o cuales partes. Hablo básicamente de líneas de diálogo,
la mayor parte de ellas desafortunadas; hablo de lugares comunes. Desde
que "la belleza es
incompatible con cualquier dictadura" (¿habrá leído el dialoguista
aquello que escribía Lenin sobre la Dictadura del Proletariado?) hasta
que " el comunismo se
diferencia del capitalismo porque, en el primero, cuando te pegan una
patada en el culo debes aplaudir, mientras que en el segundo puedes
gritar" (¡cómo se nota que esta gente no vivió la Argentina de los
'70, entre tantos otros países!).
Volviendo a las rutinas
formales, estas convierten a la exhibición de las etapas de Arenas
(infancia, juventud, madurez artística) y la Revolución (apertura
inicial, reacciones subsiguientes) en algo demasiado parecido al vuelo de
un pájaro. La estancia del protagonista en la prisión de El Morro,
adonde escribe clandestinamente algunas de sus mejores páginas, es un
poco la
excepción a la regla. Tiene otros tiempos, otros climas, otra respiración.
Es el esbozo de otro cine, mucho mejor que el anterior.
Guillermo Ravaschino
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