¿Qué no harías por una mujer?, reza el slogan publicitario de esta
película. Y evidentemente, la respuesta acertada es: cualquier cosa, incluso, vaya
extremismo, hacerte pasar por gay, quebrar la muñeca y agitar los hombros al caminar,
según marca el estereotipo más rancio y tranquilizador. Porque, en verdad, por más que
Adrián Suar haya asegurado en reportajes previos al estreno que los homosexuales que
fueron reunidos para una escena aplaudieron sin retaceos su speech, mirada en su totalidad
Apariencias exhibe una actitud cuanto menos ambivalente respecto de este tema.
Amaneramientos de Suar utilizados, claro, como efecto cómico aparte, hay todo
un tratamiento de las situaciones que desencadena la homosimulación del
protagonista (por ejemplo, las reacciones de las dos parejas de padres) y de ciertos
personajes secundarios (como el afectadísimo Fabio Posca) que tienden a alimentar el
prejuicio, probablemente más allá de las intenciones de los hacedores. Para completarla,
ciertas líneas del diálogo resultan francamente equívocas: "Pretender que todas
las personas piensen como usted, es ser puto", le espeta el seudo gay Adrián Suar al
intolerante padre de Andrea Del Boca, y prosigue enumerando otras conductas negativas que
implicarían "ser puto"...
De todos modos, Suar en el rol del tímido
Carmelo Posse no elige premeditadamente hacerle creer a la mujer de sus sueños que es
homosexual: hay una poco verosímil confusión en el aeropuerto y el apocado queda
atrapado entre los integrantes de una manifestación gay que está protestando contra un
conjunto de rock presumiblemente homofóbico. Frente a un micrófono, el poco despabilado
Carmelo dice cosas como "nuestro tiempo es el mismo que el de los demás", que
encandilan a los militantes y más tarde son levantadas por una revista de la comunidad. A
Verónica (Andrea Del Boca), de novia con Federico (Fabián Mazzei) y compañera de
trabajo de Carmelo en una agencia de marketing, le encanta el "coraje" de éste
para asumirse, y le pide que trabaje con ella. El acepta porque se trata de una forma de
acercársele y, previsiblemente, las confusiones se suceden hasta que la verdad se impone
y el amor triunfa, que para algo estamos ante una comedia romántica.
Cabe señalar algo curioso en una comedia que se pretende
aggiornada, entre computadoras y boliches gay, y es que los protagonistas, algo
grandecitos, ya treintañeros, con laburo rentable sobre todo ella, toda una
ejecutiva viven con papá y mamá. En ambos casos, se trata de progenitores
bastante controladores y de cabeza más bien cerrada. Los de Vero la retan, le imponen su
voluntad y hacen alarde de tilinguería (el padre le pregunta a la chica por "el
acerbo cultural que te inculqué"). Los de Carmelo son algo vulgares por no decir
brutos, la madre se expresa siempre a lo bestia, y cuando no se está poniendo una cremita
en la cara durante el día, duerme con ¡una máscara verde! en la noche. Es que en Apariencias
los personajes secundarios son de una sola dimensión, están perfilados con trazo bien
grueso (el Iñaqui a cargo de Posca, el Beto de Diego Pérez) cuando no carecen de
identidad mínima (el novio oficial de la prota) o son una burda caricatura (la criada
Delfina, que sólo sabe ofrecer empanadas y a la que ni siquiera Lidia Catalano puede
mejorar).
Aunque logra algunos aceptables pasos de comedia, Alberto Lecchi
debe vérselas con un guión primario, explicativo, de recursos apolillados, en el que
apenas descuella alguna idea graciosa pero neutralizada por la exageración (los empleados
que "salen del armario" y se revelan homosexuales en el ascensor).
Es cierto que, a veces, el que tiene plata hace lo que quiere:
Suar pone su sello en todas las producciones de Pol-Ka (que no casualmente llevan siempre
la aclaración: Idea original, Adrián Suar...) y no contento con el rol de exitoso
productor ejercido en forma abarcadora, se ha dado el gusto de medirse frente a frente con
Alfredo Alcón (Por el nombre de Dios) sin importarle que salten a la vista los desniveles
de talento y formación. Ahora, como es sabido, está siendo casi avasallado por
¡Guillermo Francella! en el teatro (La cena de los tontos) y su eclecticismo en
cuanto a multiplicidad de tareas en medios audiovisuales lo ha llevado a protagonizar esta comedia de
desconciertos alrededor de una sola idea. Quizás la cámara no lo ame todo lo que el
productor, actor, etc., desearía. Pero cada vez que habla en un lugar público en esta
ficción el aeropuerto, el restaurante, como es el gran jefe de la factoría,
todo el mundo se bebe anhelante sus palabras. Andrea Del Boca, felizmente, ha bajado sus
decibeles telenovelescos de sensitiva y se la ve bastante fresca y espontánea.
Producción menos feliz que la ya discreta Alma mía, Apariencias no
destaca en los rubros técnicos.
Moira Soto
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