Con Aquel viejo sentimiento el veterano director Carl Reiner vuelve a pisar el
terreno de la comedia, un género que fatiga desde sus comienzos, hace ya tres décadas, y
con el que alcanzó fama y prestigio en 1982, con el estreno de Cliente muerto no paga.
Lilly (Bette Midler) y Dan (Dennis Farina) componen a la pareja despareja que ocupa el
centro de la historia, para más datos una típica comedia romántica con toques
satíricos y diálogos picantes, subrubro muy caro a los grandes estudios, especialmente
en estos tiempos, en que nadie suele tomarse demasiado en serio a sus productos
sentimentales en regla.Lilly es
una diva cinematográfica. Dan, un exitoso novelista. Llevan 14 años de divorcio cuando
se reencuentran en la fiesta que celebra el casamienio de su hija Molly con un acartonado
joven que aspira a convertirse en senador republicano. Molly ya Ie había advertido a su
consorte: "Mis padres se odian con una capacidad nuclear". En plena fiesta, a
cinco minutos de empezar el film, una furiosa discusión entre los ex se encarga de
confirmar el pronóstico. "¡Hubiera podido acostarme con todo el Hall of Fame
si no me hubiera casado con vos!", le enrostra Lilly, en el primero de los muchos
bocadillos diseñados a medida para el lucimiento de Midler. Pero el griterío se corona
con un arrebato de furor sexual que los deja fornicando, en un pequeño automóvil
estacionado a la vera de la mansión que a duras penas consigue soportar el peso de sus
pasiones.
El furtivo revival de los
veteranos los deja con gusto a poco. Así es que emprenden una fuga amorosa ante los ojos
de todo el mundo, incluidas sus actuales parejas (Gail O'Grady y David Rasche). Un
infrecuente soplo de frescura beneficia a este tramo del relato, en el que Lilly y Dan se
entregan a sus instintos como dos jóvenes rebeldes, en un periplo que estará jalonado
por los brotes de amor-odio que signan su complicidad. Midler y Farina se hacen cargo de
los roles con comodidad, ella montada en su experiencia (debe ser una de las actrices con
más Iíneas cínicas pronunciadas), él con la apostura recia que lució en la teleserie
"Historia del crimen", graciosamente inserta en un amante tierno y bonachón.
Obvia, en cambio, es la línea
argumental que canalizan Molly y su flamante esposo. La temprana aparición de un frágil
paparazzo que hace migas con la recién casada es el sonoro anuncio de un tercer derrumbe
matrimonial. Un poco más de arrojo hubiera bastado para potenciar la comicidad de la
historia (que fluye plenamente en sus escasos tramos patético-caricaturescos) y para
disfrutar a fondo a David Rasche ("Martillo Hammer"), que luce un tanto
encorsetado como el escritor de libros de autoayuda que le tocó en suerte.
Guillermo Ravaschino |