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AUDITION
(Oodishon)

Japón-Corea, 2000


Dirigida por Takashi Miike, con Ryo Ishibashi, Eihi Shiina, Tetsu Sawaki, Jun Kunimura, Miyuki Matsuda, Toshie Negishi, Ren Osugi.



Por fin un estreno oriental que hace tiempo queríamos ver en nuestras carteleras. Porque se trata de una película jugada, contundente, de excelente realización y con un cruce de géneros que va evolucionando hasta lograr la combinación adecuada. Porque llega para sacudir a más de un espectador, aunque no es apta para corazones quebradizos, ni estómagos flojos, ni espíritus muy impresionables.

Takashi Miike es un director japonés que suele figurar entre los favoritos de cada edición del Bafici: las funciones de las pocas películas que hemos visto en Buenos Aires –y sólo en ese ámbito privilegiado– llenan las salas de adictos a la acción, el suspenso y la irreverencia. Hace un par de años vimos Audition, y el impacto fue determinante: había que conocer más de él, ver algo de su pasmosamente fructífera filmografía (de tres a seis películas por año, que van desde los films de yakuzas de extrema violencia y sadismo, como Agitator o City Of Lost Souls, hasta un film inclasificable e impredecible, mezcla de géneros con animación incluida, como The Happiness Of The Katakuris).

Audition comienza como un drama romántico: después de una viudez que llegó prematuramente y dura ya varios años, el señor Aoyama accede a la sugerencia de su propio hijo y busca con quién volver a casarse. Pero en Japón y con su carácter tímido no le resulta fácil conseguir una novia, por lo que acepta la propuesta de su socio: organizarán un casting en su empresa productora de videos, simulando buscar una actriz para una nueva película, y seleccionarán así a la candidata a ser su nueva esposa. En una primera hora bien narrada, Miike se muestra como discípulo de Ozu: logra el tempo necesario para mostrar cómo el solitario Aoyama selecciona a las chicas para esa audición clave, cómo queda seducido por una joven hermosa desde la mera fotografía, y cómo ella sabe qué mecanismos manejar para que el hombre se le entregue. La cámara en picados y contrapicados de un hombre indeciso, el encuadre fijo en las escenas domésticas en que padre e hijo comen o comentan el quehacer diario, evolucionan en un retrato de la banal cotidianidad hasta que el film cambia de registro: Asami, la joven elegida, no es la cándida y sufrida joven que se presentara de blanco, purísima y delicada; otro ser anida en su interior. Y Aoyama desoye las prudentes advertencias de su amigo para entregársele sin cautela. Yendo más al fondo, el film implica una crítica implacable hacia quienes pretenden controlar y dominar los destinos ajenos, y hacia quienes tratan a la mujer como un objeto. Después de todo, para esos hombres la tarea de elegir una novia “es como comprar el primer auto”.

No conviene revelar más detalles argumentales para no quebrar la tensión y el suspenso. Sí hay que resaltar el excelente uso de la ambigüedad, de una manera lyncheana, la bifurcación de la historia en dos evoluciones posibles (ambas aceptables), la indiscernibilidad entre realidad e imaginación, la sabia dosificación de la información, la excelencia en el uso de las claves del suspenso, acentuado por la inquietante música de Kôji Endô, y el horror que llega a lo intolerable, vinculado con la psicología paranoica de un hombre que carga cierta culpa por sus actos. Y el manejo del ritmo, en un crescendo que nunca decae, sino que se eleva hasta el sorprendente final.

A la hora de representar el horror, la abyección y la tortura, a los orientales no hay quien les gane. Este horror es también más intenso por su contraste con el melodrama clásico que se había desarrollado al principio, y porque la belleza virginal de Eihi Shiina vuelve más terrible toda su acción.

Audition se presenta en el paquete microcine del hotel Elevage, cuyos programadores han apostado a rescatar de las telarañas ciertas películas valiosas, y han demostrado un particular sentido del humor –que apreciamos– al estrenar este título en Navidad. Es una lástima que carezcan de un proyector fílmico y debamos verla en formato DVD en pantalla amplia, pues pierde su calidad original. Esto impide que recomendemos con todas las luces uno de los más peculiares y fascinantes estrenos del 2003.

Josefina Sartora      


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