Por fin un
estreno oriental que hace tiempo queríamos ver en nuestras carteleras.
Porque se trata de una película jugada, contundente, de excelente
realización y con un cruce de géneros que va evolucionando hasta lograr la
combinación adecuada. Porque llega para sacudir a más de un espectador,
aunque no es apta para corazones quebradizos, ni estómagos flojos, ni
espíritus muy impresionables.
Takashi Miike
es un director japonés que suele figurar entre los favoritos de cada edición
del Bafici: las funciones de las pocas películas que hemos visto en Buenos
Aires –y sólo en ese ámbito privilegiado– llenan las salas de adictos a la
acción, el suspenso y la irreverencia. Hace un par de años vimos Audition,
y el impacto fue determinante: había que conocer más de él, ver algo de su
pasmosamente fructífera filmografía (de tres a seis películas por año, que
van desde los films de yakuzas de extrema violencia y sadismo, como
Agitator o City Of Lost Souls, hasta un film inclasificable e
impredecible, mezcla de géneros con animación incluida, como The
Happiness Of The Katakuris).
Audition
comienza como un drama romántico: después de una viudez que llegó
prematuramente y dura ya varios años, el señor Aoyama accede a la sugerencia
de su propio hijo y busca con quién volver a casarse. Pero en Japón y con su
carácter tímido no le resulta fácil conseguir una novia, por lo que
acepta la
propuesta
de su socio:
organizarán un casting en su empresa productora de videos, simulando
buscar una actriz para una nueva película, y seleccionarán así a la
candidata a ser su nueva esposa. En una primera hora bien narrada, Miike se
muestra como discípulo de Ozu: logra el tempo necesario para mostrar
cómo el solitario Aoyama selecciona a las chicas para esa audición clave,
cómo queda seducido por una joven hermosa desde la mera fotografía, y cómo
ella sabe qué mecanismos manejar para que el hombre se le entregue. La
cámara en picados y contrapicados de un hombre indeciso, el encuadre fijo en
las escenas domésticas en que padre e hijo comen o comentan el quehacer
diario, evolucionan en un retrato de la banal cotidianidad hasta que el film
cambia de registro: Asami, la joven elegida, no es la cándida y sufrida
joven que se presentara de blanco, purísima y delicada; otro ser anida en su
interior. Y Aoyama desoye las prudentes advertencias de su amigo para
entregársele sin cautela. Yendo más al fondo, el film implica una crítica
implacable hacia quienes pretenden controlar y dominar los destinos ajenos,
y hacia quienes tratan a la mujer como un objeto. Después de todo, para esos
hombres la tarea de elegir una novia “es como comprar el primer auto”.
No conviene
revelar más detalles argumentales para no quebrar la tensión y el suspenso.
Sí hay que resaltar el excelente uso de la ambigüedad, de una manera
lyncheana, la bifurcación de la historia en dos evoluciones posibles
(ambas aceptables), la indiscernibilidad entre realidad e imaginación, la
sabia dosificación de la información, la excelencia en el uso de las claves
del suspenso, acentuado por la inquietante música de Kôji Endô, y el horror
que llega a lo intolerable, vinculado con la psicología paranoica de un
hombre que carga cierta culpa por sus actos. Y el manejo del ritmo, en un
crescendo que nunca decae, sino que se eleva hasta el sorprendente
final.
A la hora de
representar el horror, la abyección y la tortura, a los orientales no hay
quien les gane. Este horror es también más intenso por su contraste con el
melodrama clásico que se había desarrollado al principio, y porque la
belleza virginal de Eihi Shiina vuelve más terrible toda su acción.
Audition
se presenta en el paquete microcine del hotel Elevage, cuyos
programadores han apostado a rescatar de las telarañas ciertas películas
valiosas, y han demostrado un particular sentido del humor –que apreciamos– al
estrenar este título en Navidad. Es una lástima que carezcan de un proyector
fílmico y debamos verla en formato DVD en pantalla amplia, pues pierde su
calidad original. Esto impide que recomendemos con todas las luces uno de
los más peculiares y fascinantes estrenos del 2003.
Josefina Sartora
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