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BATMAN INICIA
(Batman Begins)

Estados Unidos, 2005


Dirigida por Christopher Nolan, con Christian Bale, Michael Caine, Liam Neeson, Katie Holmes, Gary Oldman, Cillian Murphy, Tom Wilkinson
.



Ya nos estábamos olvidando del hombre murciélago. Progenitor del nuevo género de superhéroes –allá por 1989 y de la mano del entonces no tan conocido Tim Burton–, Batman ha vuelto y, por suerte, recuerda más a las dos primeras entregas que a las secuelas crecientemente lavadas a cargo de Joel Schumacher.

Aunque, claro, tampoco tanto: los tiempos son otros y el director también. Lo dice Gary Oldman en una de las últimas líneas de la peli: estamos en tiempos de escalada armamentista. Vi Batman inicia entre molestísimo ruido de pochoclos, y –causa o no de mi nerviosismo durante la función– eso es sin dudas un índice del estado de las cosas cuando de superhéroes se trata. Cuando Burton comenzó la serie los tanques cinematográficos no existían (no como ahora), Hoyts no había llegado a Buenos Aires, Día de la independencia no se había estrenado y aquel estreno no se enmarcaba en una catarata de películas de DC Comics y Marvel con presupuestos multimillonarios y explosiones por doquier. Estamos en tiempos de escalada armamentista, de violencia física y digitalismos al por mayor; Batman inicia no es la excepción. Sí, quizás, un digno exponente.

La precuela a cargo de Christopher Nolan intenta ser bastante más que algunas explosiones y la efectiva presencia de los FX. El director de Memento parte de la genealogía del héroe para dar cuerpo a su personaje y al relato que lleva adelante: Bruce Wayne se cayó en un pozo cuando era pequeño, se enfrentó con muchísimos murciélagos, vio morir a sus padres en vivo y en directo y siempre le pesó la culpa de aquellas muertes. A partir de estas anécdotas, Bruce Wayne crece para querer romper todo y restaurar algún tipo de moralidad en la manhattaniana Ciudad Gótica.

(Estas anécdotas, algo diferentes y acotadas, aparecían ya con el primer Burton en un breve, lateral y saludable anclaje del personaje. La insistencia de Nolan –los flashbacks son numerosos y persistentes– con el retorno al trauma parece responder a dos factores de índole heterogénea pero finalidad común: la exigencia de asentar –quizás excesivamente– el carácter de precuela del film para el que fue contratado; su interés por tales líneas-de-pasado-que-explican-el-presente, que aparecía ya en su algo maltratada Noches blancas. Lo que en esa oportunidad daba lugar a algo así como un thriller noir, acá busca linealidades que se aceptarían con más gusto si no fuesen subrayadas con tanto énfasis.)

Ahora bien, para construir la hilación lógica entre aquellas anécdotas y el presente enmascarado de Wayne, Nolan se toma por lo menos una hora: la acumulación que busca la catarsis final (¡ahí está, ahí llega Batman!) no sería un problema si en el medio nos hubiesen ahorrado una secuencia de adiestramiento a-la-Kill Bill a cargo de un Liam Neeson que tira (una tras otra) líneas solemnes que aburren por explicativas y confunden por desfasadas e incoherentes. La secuencia en el templo orientaloso es de otra(s) película(s) –aunque no dejan de ser simpáticas algunas enseñanzas–, es verdad, pero cuando se vuelve a Ciudad Gótica todo (personajes, narración, acción) empieza a ser más agradable.

(Acerca de Ciudad Gótica: en un principio puede tentar el enojo ante tanto Manhattan deslumbrante. Pero –quizás aquí esté la justificación de Nolan– lo oscuro y gótico de la ciudad de Burton se presentaría como consecuencia de lo que ésta narra. Aquella ciudad luminosa se convertirá en la que todos quisimos y queremos; la precuela nos cuenta cómo y por qué: en este caso, como en otros, pensar al film de Nolan como el Episodio 1 de las de Burton no está mal.)

Entonces: ¿qué ocurre en Ciudad Gótica? 1) Wayne se reencuentra con el paternal Alfred (Caine reemplaza al entrañable Michael Gough y está bien): en Batman inicia esta relación vuelve a construirse a partir del sentimentalismo que aparecía (salvando la gran distancia) en la última de Schumacher. Nolan, sin embargo, lo hace con escasas situaciones, que no molestan y me hicieron sonreír. 2) Juntos traman y construyen la identidad del batihombre: lo que era una masturbación tecnológica en las de Schumacher acá aparece como trabajo hecho en casa. La manufactura artesanal de guarida, traje y artefactos dota al universo-Batman de un soporte realista que no aparecía antes (el nuevo batimóvil se suma a este concepto). 3) Bruce vuelve a encontrarse con Rachel, amor de su infancia: otra de las líneas sentimentales del relato, también invadida a veces por frases aleccionadoras que son demasiadas como para seducir pero no suficientemente molestas como para corromper la empatía creciente con el superhombre. Katie Holmes (segunda de las mujeres de Tom Cruise que besa al hombre-murciélago) es, por otra parte, hermosa.

¿Cómo ocurre lo que ocurre en Ciudad Gótica? 1) Lo hemos dicho: la escalada armamentista es un hecho; Nolan parte de ese hecho (y de sus decisiones de guión y dirección) para imponer un Batman que –como el Hulk de Ang Lee– te rompe la cara: aquí Batman se opone como nunca antes a la institución estatal del orden, y tiene bronca. 2) Keaton, Kilmer, Clooney, Christian Bale: al otrora Psicópata americano le sale bien esto del Batman ultraviolento. En su función enmascarada –novedosos efectos de voz mediante– mete miedo y convence; en su función multimillonaria recuerda bastante a aquel papel de yuppie psicótico: el discurso en su fiesta de cumpleaños hace pensar en una (primera) alternativa sólida al extrañante Bruce Wayne de Keaton. Salud. 3) La textura "realista" (proveniente de la explicación de psicología y accesorios) no está acompañada por una puesta en escena de un realismo equivalente: la violencia desenfrenada del Batman de Bale se impone en todo momento desde acciones fragmentadas por el montaje (veloz) y el encuadre (excluyente). Hay ocasiones incluso en las que se pierde la referencia del combatiente heroico: en este sentido, su primera aparición (en la que se escatima su rostro, su cuerpo y su traje hasta el final) trabaja en equipo con la mencionada primera hora del film: queremos ver a Batman. Nolan lo muestra sólo una vez que despatarró villanos a la redonda y se presta a enfrentar al malísimo Tom Wilkinson (excelente). Después se va volando y todos sonreímos.

Todos sonreímos, claro: Nolan y su Batman tienen sus fallas; Nolan no es –¿quien iba a pedírselo?– Burton, pero tampoco Schumacher (y sonreímos de vuelta). La narración tendrá sus altibajos, pero también el impulso que toda película de aventuras pide a gritos. Batman inicia bien, sin ninguna marca autoral pero con la impronta de alguien que se toma la cuestión en serio y propone sin dudar demasiado. Y, además, incluye escenas que te pasan el trapo.

Tomás Binder      


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