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BLADE: TRINITY

Estados Unidos, 2004


Dirigida por David S. Goyer, con Wesley Snipes, Kris Kristofferson, Jessica Biel, Ryan Reynolds, Parker Posey, Dominic Purcell, Natasha Lyonne.



En Blade: Trinity asistimos a tres traiciones. La primera la sufre Blade (Wesley Snipes), quien engañado por los vampiros se transforma en enemigo público para que los chupasangre puedan soltar tranquilos a un Drácula que por siglos yacía dormido en el centro de Irak (¡no me hagan decir que esto tiene connotaciones políticas!). Las otras dos son traiciones al vampirismo y a las artes marciales (me atrevería a anticipar que hay una cuarta: al cine).

Blade: Trinity se pone en evidencia en el primero de sus planos: el pie de un joven apoyándose en el desierto y la cámara que va subiendo hasta tomarlo en contrapicado. Este plano, que indudablemente ha tenido la intención de ser impactante y violento, parece sacado de una publicidad de zapatillas. Toda esta estética publicitaria berreta va a invadir la película de David S. Goyer como un virus letal: uso y abuso de primerísimos primeros planos de los rostros de los personajes y de la cámara lenta, que resuelve en 40 planos y un rato largo lo que pudo haberse dejado claro en un par de planos de cinco segundos (el ejemplo más grosero es la interminable escena de una ducha en la que se muestra la angustia de una de las cazadoras por haber perdido a sus amigos). Todo esto sumado a una partitura "tecno-cool" casi omnipresente y francamente insoportable, que nos explica como si fuésemos idiotas las acciones y sentimientos de los personajes mediante frases del tipo "tenemos sed de sangre".

Por otro lado, exceptuando a Blade y su opositor Drácula, los personajes están pésimamente construidos. Las relaciones que parecen significativas –entre los cazadores y Blade, entre la cazadora Abigail y su padre (Whistler, interpretado por Kris Kristofferson)– quedan totalmente olvidadas a mitad de la película. Además, se extrañan los vampiros de la ampliamente superior Blade 2, entes con códigos y debilidades propios de un mafioso de Francis Coppola, aquí reemplazados por unos vampiros que son poco más que decidores de frases cancheras y chistes malos.

"Quedarán las peleas", pensará el lector. Lamentablemente no: apenas se ofrece un enfrentamiento en un subterráneo, otro muy breve en un cuarto oscuro y un duelo de espadas hacia el final, filmado y montado de una manera directamente sádica por concentrarse más en los choques de espadas y en meter la cámara en los lugares más raros posibles, en vez de de ir a la siempre efectiva fisicidad de los contendientes y sus piruetas.

También hay algunos momentos intensos, como la persecución del principio y el diálogo final entre Blade y Drácula, que expone la naturaleza oscura del superhéroe. Y es innegable el carisma de Snipes y de Parker Posey, así como la presencia de Kristofferson (¿quién podría oponerse a alguien que hizo canciones para Janis Joplin?). Pero eso no alcanza a convertir a Blade: Trinity en una buena película. Y ni siquiera en un relato simpático para un fanático del vampirismo y las artes marciales, para alguien capaz hasta de consumir en estado de euforia una serie tan evidentemente trash como "Buffy, la cazavampiros" sólo para ver chupasangres en conflicto y patadas voladoras, para alguien –digamos– como yo.

Hernán Schell      

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