| La California de los setenta lo tendrá a George Jung
      (Johnny Depp) experimentando con la marihuana con su viejo amigo de la
      infancia, y tratando de ganarse la vida como para que nunca le falte nada.
      Porque aprendió de su madre (Rachel Griffiths) que se vive muy mal cuando
      uno está quebrado, como le pasa a su marido, el inefable Ray Liotta, a
      mal traer por la ambición de esta mujer. Por eso es que George encuentra
      en el consumo de yerba la respuesta para hacer un negocio viable en
      una ciudad ávida de descontrol y llena de fiestas con damiselas
      voluptuosas. Así es que empieza a vender marihuana al menudeo a todos sus
      nuevos conocidos con un talento y una rapidez fuera de serie.
 Atento observador de las necesidades
    del mercado californiano, asciende –casi sin proponérselo, luego sólo
    guiado por su ambición– de escalón en escalón hasta convertirse en
    mayorista con toda una organización a pequeña escala (avionetas y
    pilotos). Diego es el amigo que conoció alguna vez en la cárcel y con él,
    una vez afuera, logra acumular millones que no tienen donde guardar. A
    George lo ayuda su bonita novia Bárbara (Franka Potente, la chica de Corre
    Lola corre) que como azafata bagayera lleva y trae droga a la
    costa Este según los encargos. Pero el nombre de George Jung ya es un
    clásico cuando, por intermedio de Diego, se convierte en el representante
    de Pablo Escobar y entra a importar cocaína colombiana, siendo el primero
    en hacerlo en Estados Unidos... Pero todo lo que reluce, en fiestas
    despampanantes y en mansiones extravagantes, se convierte en una lucha por
    mantenerse a flote pese a las traiciones. Porque Jung es engañado por
    varios con quienes hace el gran deal. Se llevará a una de las bellas
    prometidas de un traficante, Mirtha (Penélope Cruz), y con ella logrará
    una pseudo vida familiar salpicada por el consumo y las intermitentes
    entradas y salidas de la prisión. El resultado de esa relación es una hija
    a la que realmente ama pero con la que no puede compartir todo el tiempo que
    quisiera. Sin entrar en detalles acerca de las
    consecuencias del consumo y mostrando a George Jung con ganas de retirarse,
    cansado de tanto avatar y desilusión –aunque ya con su pertinente riqueza–,
    el film genera ciertas dosis de emoción. El desencanto que produce en su
    familia el destino de George hace que unas escenas junto a su padre lo
    muestren como a un chiquillo que no hizo más que atender a las
    preocupaciones monetarias de su madre, y conmueven. Tanto como las que Jung
    tiene con su pequeña hija. Pero además de efectivamente conmovedora, Blow
    tiene ritmo y logra que mantengamos la atención esperando que el alicaído
    Jung logre saltear las emboscadas de sus enemigos y las persecusiones de la
    DEA. No más que eso. Karina Noriega     
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