| Hace ya muchos años que el alemán Wim Wenders eligió la alternativa de 
    filmar en los Estados Unidos, compenetrado con su cultura, su idiosincrasia, 
    su música e incluso con la temática cinematográfica de ese país. Su 
    anteúltimo film, La 
    búsqueda, empieza 
    como un western (aunque enseguida sabremos que en realidad se trata de una 
    filmación), sigue como un western moderno y deviene una suerte de road movie 
    en busca de una identidad, del amor, y tal vez del sentido de la vida. 
    Howard Spence (Sam Shepard) es un actor en franca caída que en medio de una 
    crisis decide abandonar el set en el desierto del Oeste para volver a la 
    casa materna después de décadas. Allí lo recibe su madre, encarnada por la 
    muy clásica y superviviente Eva Marie Saint –aquella de Intriga 
    internacional y Nido de ratas–, quien le informa que tal vez 
    tenga un hijo en un pueblo de Montana. Como el otro personaje desorientado 
    de Flores rotas, el hombre decide ir en busca de esa posible familia 
    que antes no supo asumir. La encontrará, pero nada les resultará fácil.
 Me 
    pregunto cuál fue la necesidad de Wenders para volver sobre 
    París,Texas. 
    Como en aquel film que ganó la Palma de Oro en Cannes en 1984, el guión de
    La búsqueda 
    fue escrito en colaboración entre Wenders y Shepard, y la mujer de éste, 
    Jessica Lange, actúa como la madre de su hijo. Como en aquel film, se trata 
    de una incursión en la América menos conocida, sin pizca de glamour. Como 
    aquél, también es una road movie en la que el protagonista trata de asumir 
    su paternidad y reencontrar el hijo, o los hijos. Si allí aparecía el 
    célebre director alemán Bernhard Wicki, aquí hay un cameo del veterano 
    George Kennedy. Ambos protagonistas son igualmente solitarios y poco 
    convencionales. Paternidad, identidad, búsqueda: los temas son los mismos, 
    pero esta reelaboración está despojada de intensidad, de fuerza, y resulta 
    lavada y plena de detalles poco creíbles y de personajes poco simpáticos. 
    Aun considerado individualmente, todo el film parece pasado, casi rancio. El 
    título que eligieron para estrenarla en Buenos Aires es significativo. Uno
    busca al Wenders memorable de 
    En el transcurso del tiempo
    y 
    Alicia en las ciudades, 
    algún detalle esotérico de 
    Las alas del deseo, 
    restos de 
    París,Texas. No 
    olvidamos que fue uno de los cimentadores del Nuevo Cine Alemán, junto a 
    Fassbinder y Herzog. Pero no queda nada. Este Wenders es apenas mejor que 
    los últimos vistos (El 
    fin de la violencia, 
    o la tremenda El 
    hotel de un millón de dólares) 
    pero nunca llega a aproximarse al Wenders de hace –ay– treinta años. Josefina Sartora      
    
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