El cartero se llama Roy (Robert Skjaerstad) y, a decir verdad, nunca luce demasiado
enamorado. Se destaca en cambio por su ineptitud: rara vez hace llegar las cartas a sus
destinatarios. A buena parte de la correspondencia la tira directamente a la basura, y los
sobres que llegan, antes de llegar, suelen ser abiertos por este treintañero curioso,
bastante desganado, algo lumpen.
Primer largometraje de Pal Sletaune, y algo así
como la "promesa de Noruega" desde que hizo mucho ruido en el festival de
Toronto, El cartero enamorado no parece preocuparse mucho por los móviles de su
protagonista. La curiosidad de Roy, en todo caso, podría explicar la apertura de sobres
que acomete con descaro. Pero su desidia laboral va mucho más allá, y no aparece
claramente motivada por la necesidad de aprovechar el tiempo libre, repudiar a sus
empleadores ni cualquiera otra aspiración terrestre. Roy no es un retrasado mental ni
está loco. Lisa y llanamente, va por la vida así. Se diría que es un personaje
restrictivamente cinematográfico: sólo podría existir en una película como ésta. Dado
que tampoco es muy simpático, no resulta fácil seguirlo, o palpitar junto a él
cualquier alternativa de la historia.
Decir que El cartero enamorado es una
comedia invita a descartar todo el párrafo anterior: ¿qué importancia tiene la identificación
en la mayor parte de las comedias? Pero la película de Sletaune no es una comedia desde
el vamos. Al principio ronda el limbo, como contagiada de esa criatura que carece de motor
y rumbo, aunque empieza a tomar cuerpo con la aparición de Line (Andrine Saether), una
joven misteriosa y atractiva. Medio sorda, introvertida, entra en la historia poco
después de olvidarse las llaves de su departamento insertadas en un buzón. El cartero
las encuentra, saca copias y se inmiscuye subrepticiamente para enterarse de dos cosas:
que la chica está involucrada en un asalto que dejó un saldo sangriento esto se lo
sugiere un mensaje en el contestador y que decide suicidarse. Claro que al suicidio
Roy lo frustra, y por un pelo, con lo que Line le deberá la vida sin saberlo.
Roy es más curioso cada vez. Sólo que ahora
tenemos tantos motivos como él para querer llegar al fondo del asunto: ¿quién esa
chica? ¿Qué hará con la plata? ¿Tiene cómplices? ¿Qué es lo qué realmente
sucedió? Esta es la mejor parte de El cartero enamorado, y éste su mejor tono,
relacionado con el suspenso. Algo después, recién, empieza a desatarse la
comedia. Que es de lo más convencional con un villano demasiado idiota y un romance
demasiado tímido y diluye los respetables climas del tramo anterior sin
reemplazarlos por nada que pueda comparárseles.
Algo para recordar: el film demuestra que Oslo tiene
poco que ver con la imagen de una "capital escandinava" típica. Hay barrios
casi tan plebeyos como los de acá (América Latina) y manteles, casas, muebles que
parecen congelados en el tiempo.
Guillermo Ravaschino
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