Las referencias que se pueden rastrear en el penúltimo film del habituado (no especialista) director de comedias Antonio del Real (en España ya pudo verse Y decirte alguna estupidez... por ejemplo, te quiero) son muy heterogéneas. Cha-cha-chá abarca desde una revisión inversa y supuestamente feminista del mito de Pigmalión (se trata de inculcar conocimientos cultos, por ejemplo sobre Kurosawa, a Eduardo Noriega para que cumpla la misión por la que es pagado) hasta el punto de vista de La boda de mi mejor amigo (P.J. Hogan, 1997), manteniendo a lo largo de todo el metraje un cómodo tono cómico e inofensivo que ni apasiona ni irrita.

Es, hasta cierto punto, interesante comprobar cómo se desenvuelve con soltura Noriega en el terreno de la comedia, un género en el que raramente se aventura. Su actuación es más que convincente si se la compara con lo que hizo en Tesis o Abre los ojos. El plantel de intérpretes que lo acompaña está a su nivel.

Entre los puntos a rescatar de esta comedia amable e intrascendente (ya un vicio crónico del grueso de la cinematografía española) figura un guión con el empaque y la gracia justos a cargo de, entre otros, el director Fernando León, que incluye los guiños de rigor a la comedia clásica norteamericana de Hawks o Cukor, así como las graciosas apariciones del personaje caricaturesco encarnado por Gabino Diego.