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100 AÑOS DE PERDON

Argentina, 2000


Dirigida y protagonizada por José Glusman, con Noemí Frenkel, Márgara Alonso, Pompeyo Audivert.



Capusotto y Alberti ("Todo x dos pesos") tienen un alma gemela que incursiona en el cine. Se llama José Glusman y su película, Cien años de perdón, podría considerarse un genuino producto de los ex Cha Cha Cha... si no fuera por la pretendida seriedad con la que se plantea.

Cien años de perdón parece el cortometraje de un estudiante de cine de primer año sin demasiadas luces, con el agravante de que dura más de una hora. La historia transcurre en un pueblo de Entre Ríos donde dos familias entran en conflicto por viejas deudas. De un lado los acreedores, Mauricio (José Glusman) y su idishe mame enferma y angustiada por la situación. Del otro, la familia que debe: el padre débil, la madre loca, la hija que acaba de regresar de la capital (Noemí Frenkel) y Huguito, el hijo (Pompeyo Audivert). Cuando Mauricio va a cobrar su deuda, Huguito (que parece un miembro escapado de la familia antropófaga de El loco de la motosierra) lo golpea, lo secuestra y pide a su madre un rescate de 50 mil dólares. Hasta el desenlace, el espectador tendrá que soportar interminables escenas en las que no pasa naranja. A un tiempo, no podrá menos que reírse ante la precariedad general de la realización.

Las evidentes fallas técnicas quizá se deban a que Glusman, efectivamente, contaba con dos pesos para hacer la película. Pero quizá no. Su concepto del sonido, por ejemplo, parecería que no existe. Cien años de perdón sólo contiene voces, la musica de un piano muy lejano y muy pocos ruidos de escena. Los personajes están insertos en ambientes sin sonido ambiente (y eso que están en el campo). Ni un grillo, ni el viento o los pájaros. Como si la gente de ese lugar de Entre Ríos viviera dentro de un estudio de grabación insonorizado en el que, por suerte, al menos pueden escucharse cuando hablan.

Con respecto a la iluminación, es inevitable recordar los sketchs de Todo x dos pesos. Audivert encara breves acciones al cabo de las cuales la noche se convierte en día o lo que es más grave, afuera es de noche pero en la vivienda ¡la luz ingresa a borbotones por ventanas y puertas abiertas!

No se entiende bien la utilización de la cámara en mano. Los actores no parecen personajes sino caricaturas de actores intentando componer personajes. Tampoco los ayuda la deficiente definición de estos últimos y de sus formas de actuar. El guión provee informaciones que de nada sirven a la historia que se nos quiere contar (el comienzo del film, por ejemplo) y como si todo esto fuera poco, la película no busca el chiste directo ni la parodia. Es un serio intento de "comedia negra" que de cómico no tiene nada y de negro... el brillo.

Eugenia Guevara