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CITES DE LA PLAINE

Francia, 2000



Dirigida por Robert Kramer, con Lahcene Aouiti, Amélie Dusrumeaux, Erica Kramer, Nathalie Sarles, Bernard Trolet.



La llegada del film póstumo del estadounidense Robert Kramer, director de Ruta Uno-USA y Punto de partida, fallecido en 1999, es un pequeño gran acontecimiento. Kramer, filósofo, historiador, poeta, novelista y periodista, fue también un gran cineasta que en films como In The Country (1967), The Edge (1968), Ice (1969) y People´s War cuestionó las políticas aplicadas por su país, exploró el impacto de la guerra de Vietnam y la miltancia política de los ’60, en la que también se involucró. Su particular visión le acarreó dificultades para filmar, especialmente en la época del reaganismo, y el país que se autoproclama cuna de la libertad terminó obligando a este notable artista a emigrar a Francia para poder continuar realizando sus proyectos. Allí plasmó trabajos de corte experimental como Doc´s Kingdom (1987). En 1992, en Vietnam, rodó Point De Départ, sobre los cambios sufridos por la sociedad vietnamita. En 1999, cuando estaba terminando de montar Cités De La Plaine, una meningitis acabó con su vida.

Este trabajo, complejo y fascinante, confirma el notable autor que era. Interpretado por actores no profesionales, el largometraje se centra en la historia de un inmigrante marroquí que se instala en el norte de Francia. Al principio, todo va razonablemente bien para él. Obtiene trabajo y, con el tiempo, consigue instalar su propio negocio al mismo tiempo que se casa con una mujer francesa y tiene una hija con ella.

Sin embargo, algo sucede. El destino lo marca y, de alguna manera, lo maldice. Su madre no puede retornar de Argelia y muere. Su negocio cierra, su pareja elige separarse, y pierde a su hija. Para colmo, unos vándalos lo atacan y en la lucha queda ciego. Pero toda su tragedia obedecerá, en un sentido un tanto retorcido, a una lógica que su propio comportamiento conlleva. La vida cae, con todo su peso, castigando su exilio voluntario, el abandono de su patria y su familia. El, en el esfuerzo por olvidar su pasado y adaptarse a la vida urbana, perdió su identidad y hasta ignoró a los seres que más amaba: su mujer y su hija.

A través de este relato sombrío y doloroso Robert Kramer construye un alegato formidable sobre (contra) las sociedades industriales, la pérdida de vínculos y la destrucción del núcleo familiar. Kramer conoce el exilio, la emigración, el desarraigo y está lejos de idealizarlos. Sabe que la estabilidad laboral y cierto progreso económico no equivalen a la superación de las penas. Que la distancia expone mucho más al sufrimiento por la discriminación y el odio al extranjero. Y que los países centrales, globalizados, son tan "nacionalistas" y cerrados como cualquier otro.

En este film, el cineasta norteamericano apela a un estilo único, en el que alterna entre la distancia y la proximidad de la cámara con respecto a los personajes, navegando en los límites entre el documental y la más pura ficción. La cámara de Kramer es impúdica, impune, no porque sea morbosa sino porque sorprende a los protagonistas en su intimidad, en momentos y actitudes que ellos mismos –con posterioridad– se reprocharían. Hay secuencias (como la del protagonista ya ciego, intentando comer un bife) que provocan incomodidad, impaciencia e incluso ganas de gritar. La impresión más patente de las que deja grabadas la película es que el director abrió sin permiso una puerta que tenía que permanecer cerrada.

Kramer hilvana el guión no de forma lineal sino en un orden azaroso, obligando al espectador a mantenerse atento al desarrollo de los acontecimientos. Su objetivo es mantener a la platea siempre activa, ofreciéndole indicios que reclaman su compromiso con la historia. Finalmente, en su objetivo de acercarse al peculiar mundo de los ciegos, construye fragmentos de ensueño, compuestos por imágenes visuales pero también sonoras y kinestésicas –propias del tacto–, lo que amplía el menú temático de la propuesta.

Cités De La Pleine se consolida como un film excelente, un muestrario compacto pero ampliamente representativo del peculiar artista que fue Robert Kramer.

Rodrigo Seijas      


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