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COLATERAL
(Collateral)

Estados Unidos, 2004


Dirigida por  Michael Mann, con Tom Cruise, Jamie Foxx, Jada Pinkett Smith, Peter Berg, Mark Ruffalo, Bruce McGill.



Desde Día de entrenamiento que no llegaba desde Hollywood un policial tan potente. La película de Antoine Fuqua era oscura, intensa, vibrante. Jugaba con todas las leyes de un viejo subgénero como el film con pareja despareja, pero lo renovaba con un toque de ironía. Todos estos son atributos que comparte Colateral. Aunque no los únicos.

La nueva película de Michael Mann trae a Max (Jamie Foxx) y Vincent (Tom Cruise) en los roles centrales como un taxista y un asesino a sueldo, respectivamente. Vincent tiene que matar a cinco personas en unas pocas horas de la noche para luego huir y por tal motivo necesita los servicios de Max para que lo conduzca por esa geografía extraña de Los Angeles, de una infrecuente extensión horizontal. Extrañeza muy bien captada por la cámara digital de Mann, que le da un toque impersonal y deshumanizado a la ciudad.

Volviendo al primer párrafo de este comentario, Colateral y Día de entrenamiento no sólo comparten registros genéricos, también lugar y concentración temporal: mientras la de Fuqua transcurría en 24 horas “angelinas”, la de Mann lo hace en casi 6. Y esa delimitación de tiempo tensiona aun más la superficie. Ambos films son ejemplos de un cine que parecía haber muerto. Es que después de Los sospechosos de siempre ya resultaba imposible elaborar un policial que no incluyera una vuelta de tuerca ingeniosa, aunque no siempre inteligente. Que dejara al espectador pasmado por el efectismo y el golpe de guión final. Colateral se plantea entonces como un viaje directo y seco, al igual que una trompada bien colocada al mentón.

Además de la firmeza narrativa que Mann le imprime al asunto, hay un trabajo muy inteligente del guionista Stuart Beattie. Si bien el film juega con la pareja de opuestos (el taxista más bueno que Lassie, el asesino frío y malvado) lo más atractivo es que en el fondo no son tan distintos uno del otro. Ambos son pragmáticos y muy profesionales en lo suyo. Y cuando se plantee como tema lo que vale una vida, el duelo verbal será impecable. En todo sentido, la “guerra” psicológica que se desarrolla en el asfixiante marco de ese taxi es muy interesante.

Colateral y Día de entrenamiento, por otra parte, comparten además un móvil extracinematográfico: dos actores famosos que siempre hacen de buenos (Denzel Washington y Tom Cruise) muestran su lado más oscuro... y salen ganando. Cruise, que con el pelo blanco parece el hermano de Jim Jarmusch, logra aquí su actuación más convincente a la fecha. Resulta un villano violento, implacable, y actoralmente demuestra que puede estar bien sin caer en sobreactuaciones como en El último samurai o Magnolia, dos ejemplos de cuando se pone a hacer "cine serio" con la deliberada intención de que lo consideren un buen intérprete. Mal que le pese a muchos (y acaso a él mismo), ha logrado su mejor papel en una de piñas y tiros.

Si Colateral resulta una película intensa también es porque Michael Mann al fin supo contar una historia en menos de dos horas. Después de tardarse 3 horas con la fallida Fuego contra fuego, y casi dos y media con las mucho más interesantes El informante y Muhammad Ali, ha conseguido reunir los elementos justos, necesarios, y desarrollarlos en el tiempo preciso. Un dato para los cinéfilos: Jada Pinkett Smith, Bruce McGill, Barry Shabaka Henley y Jamie Foxx, que aparecen aquí, ya habían estado con el director en Muhammad Ali.

Lamentablemente, hay que decirlo, la última parte del film no está lograda. Hay un giro argumental no del todo convincente, que encima desdice lo que se planteaba hasta ahí respecto a lo insignificante que resulta la vida o la muerte dentro de una "jungla" como Los Angeles. Esa inquietante zona oscura que transitaba Colateral se le escapa a Mann, que termina todo de manera un tanto más convencional. No obstante, la posibilidad de disfrutar por casi dos horas de un policial bien hecho, estupendamente actuado y visualmente subyugante, que nunca reniega de su brutalidad elemental, es un placer poco común.

Mauricio Faliero      

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