"En los últimos años se ha hecho una
cantidad de películas acerca del conflicto que desgarra y divide lo que una vez fue
Yugoslavia, la mayoría de ellas relacionadas con Bosnia. Como yugoslavo descendiente de
serbios, sentí la necesidad de utilizar la vida de la gente común para dramatizar el
estado de ánimo de mi nación, la cual, no lo olvidemos, ha vivido diariamente bajo el
yugo de un largo embargo (...) Desafortunadamente, como en la mayoría de los países
eslavos, la fuerza ha prevalecido, y una mentalidad fatalista ha aplastado cualquier
intento de cambio. Esto es por lo que Boris, Michael, Dimitri, Ana, Kosta, Natalia y los
demás piensan que pueden manejar sus propias vidas, aunque en realidad están todos
atrapados en la espiral de la locura balcánica..." comentó el director Goran
Paskaljevic (Tiempos de milagros, La otra América) acerca de su tercera
película estrenada comercialmente en Argentina.
Como barril de pólvora se
desarrolla en Belgrado en una agitada noche en vísperas del acuerdo de paz de Dayton, que
acabó con la guerra en Bosnia. Durante esa larga y extenuante velada, pequeñas historias
se entrelazan en una vertiginosa cadena de coincidencias que confluyen en un tragicómico
ambiente de locura, a modo de metáfora del "barril de pólvora" que son hoy los
Balcanes. Sus habitantes se matan ferozmente entre ellos, como también lo hacen amigos de
toda la vida. Los suicidios, las traiciones y todo tipo de abusos son moneda corriente.
Tomando en cuenta las declaraciones del director, se
puede presumir que Paskaljevic se propuso dar cuenta de la ausencia de valores éticos y
morales en una comunidad destruida que se convirtió en una jungla urbana. De hecho, el
slogan de la película sintetiza la idea central: "En una noche pueden pasar muchas
cosas, y casi todas están fuera de control." Y sí: son demasiadas cosas las que
ocurren en una sola noche, y todas están, sin duda alguna, fuera de control... lo que
incluye al del propio director sobre su material.
No se puede negar que el film se hace cargo del "estado de ánimo de una
nación", pero también es cierto que Paskaljevic eligió el peor modo posible para
reflejarlo: el bombardeo permanente de escenas crudas que buscan golpear al espectador en
la forma más visceral posible. Paradójicamente, la extrema violencia y sus consecuencias
demoledoras, mostradas como lo están, muy probablemente impresionen a los espectadores
"sensibles", dejando fatalmente indiferentes a quienes prefieren las sutilezas a
los golpes bajos. Es que el guión está al servicio de una galería de horrores
inimaginables, pero las diversas situaciones raramente emanan de los personajes, con lo
que las escenas aparecen forzadas, como si se tratase de comprobar cuánta violencia puede
ser capaz de absorber o soportar el público. Lo de Paskaljevic no es estimular la
reflexión crítica sobre una situación tan desesperante como compleja, ni desarrollar
personajes con el correspondiente espesor dramático, a pesar de haber contado con actores
sólidos como Lazar Ristovski (Underground) y Miki Manojlovic (La otra América).
A cambio, lo que hizo el director fue convertirlos en figuras rígidas que se alternan
como portavoces de la elemental premisa de la película: "La guerra es algo terrible,
y peor aun si es entre hermanos." Esto es algo que todos sabíamos antes de verla,
aunque Paskaljevic no parece haberlo percibido. En otros términos: el tono exasperado y
desmesurado de la película hastía y agota a la audiencia tanto como la situación en
Belgrado sofoca y oprime a sus habitantes.
Pablo Suárez
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