HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















CINEISMORECOMIENDA

LA CRISIS
(La Crise)

Francia, 1993



Dirigida por
Coline Serreau, con Vincent Lyndon, Patrick Timsit, Yves Robert, Gilles Privat, Annick Alane.



La crisis es una comedia romántica que bien podría pasar por aventura fantástica si se limitara a exhibir el rostro de su protagonista, Vincent Lyndon, suspendido invariablemente en una serena estupefacción. Ese fue el gesto elegido por la realizadora Coline Serreau para reflejar la alienación urbana europea contemporánea. Tema que en un principio aterriza algo brutalmente, con esos reiterativos primeros planos de hombres y mujeres de cuarenta y pico, de clase media ellos, recitando sus bocadillos muy velozmente, sin modular, como si repitieran de memoria los párrafos indispensables para reproducir la rutina social. Victor (Lyndon) fue despedido de su trabajo y abandonado por su pareja. En busca de contención, va al encuentro de las mentadas máquinas parloteantes (léase familiares o amigos) que nunca escuchan y son incapaces de manifestar sensibilidad. Así deambula por la ciudad y el campo, en compañía de un desharrapado que se le pega primero y del que él no querrá despegar después.

La subrayada estilización de esta fase –y hay que apuntar que esos cuarentones casi parecen robots– mal podría servir de base para metáforas consistentes. Pero hete que Serreau no estuvo ajena al asunto; más bien parece que eligió alargar a conciencia este tramo para remarcar el contraste con el siguiente. El punto de inflexión está dado por una declaración desesperadamente sincera de la mamá de Victor a su marido, con el resto de la familia de testigos. Palabras más o menos: "me voy con el jardinero porque me coge bien". Es el primer compromiso de un personaje de La crisis con sus circunstancias. El efecto no podría ser mejor: el film revive, se humaniza... recupera al espectador. Ese mundo, que parecía empeñado en espantar todo interés posible, empieza a resultar familiar. Ya no se trata de improbables reflexiones sociológicas suscitadas por personajes frígidos, sino de un vivo y directo con la materia humana en transformación. Cuando ya parecía demasiado tarde, el film se resignifica. La crisis puede palparse ahora como un itinerario –no realista– que arranca con una fría caricatura del "mundo real" y cobra espesor, y calor, a medida que las criaturas que lo habitan deciden remar contra la corriente.

Como postura vital, la comedia se eleva al nivel del más digno film "de tesis" contra la aplastante hipocresía finisecular. Como estructura fílmica, asume in extremis la elección de adecuar las formas a la evolución del drama y sus personajes. Las metáforas, menos visibles y numerosas, lograrán afirmarse a partir de aquí. Acaso lo mejor de La crisis sea el sentido general de su evolución: de abajo hacia arriba, de menor a mayor, opuesto al de la abrumadora mayoría de los eventos que estamos acostumbrados a presenciar.

Guillermo Ravaschino