–Valentine es su título original– es una película de terror
sobre un grupo de bellas jóvenes perseguidas por un asesino con una
máscara. ¿Halloween? No, Valentine. La máscara es del
día de San Valentín; el día en que ataca... el de San Valentín. Las
chicas comienzan a sospechar que podría tratarse de un ex-compañero de
la secundaria acomplejado con el que se portaron muy mal. ¿Carrie?
No otra vez, Valentine.
Día de Venganza es otro producto del cine de terror de los ‘90
carente de interés alguno. No sólo copia alevosamente a los films antes
mencionados, también ofrece todos los clisés actuales: actores de
televisión, personajes adinerados, ideología conservadora, ninguna
propuesta mínimamente original.
¿Vale la pena criticar con rigor, analizar con profundidad este tipo
de films? ¿No sería más fácil decir que "es una película para
los fánaticos del género" (que supuestamente deberían ser más
exigentes)? ¿O "cine para adolescentes" (entendiéndolos como
personas sin sentido crítico, que no vieron un solo film de terror antes
de los ‘90)? ¿O, simplemente, "un film de entretenimiento para
pasar el rato" (sin duda, la más hipócrita de las categorías, como
si el entretenimiento tuviera que ser de baja calidad)?
Vale la pena, y no sólo para decir que estos productos son aburridos o
meras copias de buenos films, sino porque lo que retienen de aquellos es
transformado y adquiere otro sentido.
Carrie era, sí, una chica humillada por sus compañeros, pero su
madre, antes que ellos, la había marginado de la sociedad. Y de todas
formas, lo que Carrie exploraba era la culpa de los compañeros y
el miedo al castigo; la moraleja era –entre otras– "trata mejor a
tus compañeros con problemas". En Día de Venganza el mensaje
es "si un chico tuvo problemas en la secundaria, por más que lo
trates bien, lo incluyas en tu entorno social y parezca que se ha
recuperado, puede ser un asesino". O sea: mantengámoslo lejos.
En lo que a "entretenimiento" respecta, no hay más que
persecusiones cuchillo en mano, desenlace previsible, vuelta de tuerca que
se ve venir a la distancia y obvias situaciones de suspenso. Es increíble
que Scream (ese buen film que resucitó al género) no haya
modificado en absoluto las características de los guiones de terror.
Sigue habiendo chicas estúpidas que en vez de salir por la puerta suben
por las escaleras y se encierran en un cuarto sin salida. Sexo sigue
significando muerte; ingenuidad y moralina siguen siendo las fórmulas
para salir con vida.
Lo único bienvenido es que el director (irresponsable también
de Leyenda Urbana e ideólogo de Sé... y Todavía sé lo
que hicieron el verano pasado) y los productores hayan dejado de lado
un efectismo insoportable de aquella secuela: el simbronazo agudo que,
después de hondo silencio, acompañaba la súbita aparición del asesino
en pantalla, despertando fastidiosamente a los espectadores que hubieren
conseguido conciliar el sueño.
¡Ah!, y para los muchachos, Denise Richards cumple con la que parece
ser una cláusula irrevocable de sus contratos desde Criaturas Salvajes,
la de salir mojadita, sensual y lentamente, de una pileta de natación.