Estupendo thriller de ambiente futurista escrito por James Cameron y dirigido por su
talentosa ex, Kathryn Bigelow, Días extraños transcurre en Los Angeles
el 31 de diciembre de 1999 (futurista, sí, porque se rodó cinco años
antes). La fecha no es casual, pero tiene poco que ver con las
profecías finiseculares y mucho con el caos, la desesperación y la decadencia de la vida
actual, potenciados con la consabida carga apocalíptica del "último día del
milenio". El de Días extraños es un mundo febril, oscuro (prácticamente
todo sucede de noche), que desprecia los compromisos lineales con la "realidad"
y, a cambio, explora nuevas intersecciones entre el suspenso, el policial y el cine de
especulación científica.
Lenny (Ralph Fiennes) se gana la vida
vendiendo unos CD-Roms que superan todo lo conocido en materia de realidad virtual. La
gente se "cablea" la cabeza, pone en marcha el aparatito y vive literalmente
las experiencias por las que pasaron otros (quienes las "grabaron"
con un aparato similar). El segmento del negocio que explota Lenny, y del cual es un
consumidor adicto, tiene que ver con las más extremas fantasías voyeurísticas:
suicidios, violaciones, asesinatos. El modo en que han sido llevadas a la pantalla no
podría haber sido más inquietante: unos espeluznantes planos-secuencia que coinciden con
lo que los cableados ven (y demuestran que el ritmo vertiginoso no depende, ni
mucho menos, de los cortes). Lenny y sus clientes son las presas de un berretín
enfermizo: simplemente no pueden dejar de ver, oír, palpar, todas esas
experiencias ajenas. El film instala ese mismo deseo (que es la expresión puntual de un
aspecto esencial del cine) en el espectador.
Ambiciosa en el mejor sentido, Días
extraños se hace cargo de brutales contrastes sociales (con los cirujas pululando
como moscas a la vera de hoteles lujosos y limusinas), metafóricos y visuales:
estridentes fuegos de artificio surcan la noche negra, indolente hasta el paroxismo, de la
"Meca del cine". La trama tiene por eje una truculenta saga de crímenes
filmados que involucran a ciertos clientes y proveedores de Lenny, cada vez más
comprometido en dilucidar la cuestión. Formidables performances de Tom Sizemore y Angela
Bassett (en el curioso rol de chofer-guardaespaldas), aunque el velado romance que la liga
con Fiennes no se cierra del todo bien. Debe ser la única concesión al Hollywood
Style de esta superproducción fascinante.
Guillermo
Ravaschino |