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LA DIGNIDAD DE LOS NADIES

Argentina-Brasil-Suiza, 2005


Largometraje documental dirigido por Fernando Pino Solanas
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No sé muy bien lo que pienso, así que, por esta vez, en vez de desparramar certezas, voy a compartir mis dudas. Prepárense. La escena es la de un funeral. Y el funeral es de verdad, porque La dignidad de los nadies es un documental. En una casita precaria y muy concurrida de Lanús, están enterrando al piquetero Darío Santillán, muerto por la policía unos días antes. El funeral en primer plano: el cadáver de cerca, sus seres queridos despidiéndose, llorándolo, algunos toman su mano muerta. En suma, un momento sumamente íntimo (y también importante y doloroso) en la vida de algunas personas. Un rato después, su ex novia habla y llora frente a cámara. El diccionario dice que abyecto es vil o despreciable. Del ensayo de Serge Daney "El travelling de Kapo", se desprende otra cosa. Para Daney, abyecto es más que vil o despreciable: es inaceptable. Moralmente inaceptable. Por mucho que me guste el ensayo y por respetable que me parezca la posición del crítico francés, yo no la comparto. No creo que haya cosas que el cine no deba mostrar o que deba mostrar de determinada manera. Representar la muerte (o la violencia, o la violencia sexual) de manera bella no me parece un pecado mortal ni mucho menos. Por eso, no estoy de acuerdo con la apreciación de Javier Luzi sobre el final de The Wayward Cloud, que él considera abyecto, y a mí me parece uno de los momentos cinematográficos más hermosos y emocionantes del año. Desde ya, el que sostenga que sí hay cosas abyectas y que el cine debe mostrar algunas cosas de tal o cual manera, puede venir a discutirme y tiene buenas chances de convencerme. Como dije al principio, no estoy muy seguro de lo que pienso al respecto, y quien se tome la molestia de buscar mi crítica de Hoy y mañana, verá que allí sostengo prácticamente lo contrario. En fin.

¿Qué pasa entonces con la escena del entierro? Al igual que la madre llorando a su hijo muerto en la guerra de Irak en Fahrenheit 9/11, es algo que simplemente no quiero ver. No sé si es una escena innecesaria (creo que sí) o inmoral (creo que no); simplemente no quiero tener acceso a ese nivel de intimidad. Me pasa lo mismo que con los videos esos que editan de casamientos y fiestas de quince y cuya visión los homenajeados imponen a la concurrencia, esas cronologías fotográficas, esos montajes-collages de fotografías que narran la historia de la feliz pareja o de la quinceañera. Son cosas que no quiero ver. Sólo que, claro, estos montajes fotográficos tienen un alto valor trash y son esencialmente inocuos, y lo del funeral es un cachitín desgarrador.

¿Y el 98% restante de la película? Al igual que Memoria del saqueo, la anterior película de Solanas, ésta funciona por acumulación. Pero esta acumulación, la de La dignidad de los nadies, opera de forma diferente y también produce un efecto diferente. Dijo Gustavo Noriega de Memoria del saqueo: "... ver tanta canallada toda junta es una experiencia desoladora. La película es justamente una memoria, un listado implacable de los males perpetrados por la dirigencia política, sindical y económica de nuestro país." El listado de La dignidad de los nadies no es de canalladas o de males sino de actos de callado (y no tan callado) heroísmo, de lucha y de entrega solidaria. Memoria del saqueo se ocupa de la Historia y La dignidad de los nadies, de historias: fábricas recuperadas, comedores comunitarios, luchas piqueteras y cosas así. Si esta vez el listado no funciona o si funciona peor que el de la película anterior, creo que es por dos razones. La primera es que muchas de las historias ya son conocidas: las escuchamos, vimos y leímos muchas veces, especialmente las de los comedores comunitarios y las fábricas recuperadas. Son las típicas "notas de color" de diarios, revistas y noticieros. La segunda es que, justamente, el enfoque de Solanas no difiere demasiado del de, por ejemplo, la revista "Viva". Sí, hay que decir que debe ser difícil encarar temas así de forma original o novedosa, pero también hay que decir que Solanas no lo logra.

Por eso, lo mejor de la película es el rescate de las historias menos conocidas o de algunas anécdotas concretas. Por ejemplo, la historia nacional-surrealista de las mujeres que evitan remates cantando el himno nacional, o la anécdota de los trabajadores de Zanón peleando contra la policía con gomeras y bolitas de cerámica, de gran resonancia bíblica. A su vez, la cámara en mano inquieta que nos descubre algunos espacios en plano general proporciona una agradecida libertad de la mirada para recorrer y familiarizarse con ciertos infiernos urbanos. Estoy pensando especialmente en el hospital público y en el campamento piquetero. Los chispazos bazinianos en ambos ámbitos alejan a la película de las "notas de color" y la acercan al cine.

Ezequiel Schmoller      

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