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DIME QUE
NO ES CIERTO
(Say It Isn't So)
Estados
Unidos, 2001 |
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Dirigida por James B. Rogers, con Heather Graham, Chris Klein, Orlando Jones, Sally Field, Richard Jenkins.
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Impulsados por el éxito de Loco por
Mary y Tonto y retonto, los hermanos Farrelly quieren demostrar
que son los gestores de la nueva comedia norteamericana, y que hacen
escuela. Pero ésta no es una película de los hermanos Farrelly, como ha
sido publicitada. Ellos tienen la producción y han dejado la dirección
en manos de un antiguo colaborador, James B. Rogers, tal vez porque saben
que el guión –también ajeno– es paupérrimo. Un rejunte de clichés
compone esta fallida farsa romántica en clave grotesca: chico huérfano,
bueno-pero-pobre, enamorado de chica Barbie que accede a seguirlo hasta la
cama, bajo la mirada cuestionadora de los padres. La pareja es feliz,
hasta que la búsqueda de sus padres biológicos revela que él es el hijo
eliminado de la familia, dado en adopción al nacer. Ergo... los
novios resultan hermanos. Chris Klein, Heather Graham y los veteranos
Sally Field y Richard Jenkins conforman este grupo familiar disfuncional.
La chica huye del incesto hasta el otro extremo del país, para
reencontrarse con un ex novio millonario que goza de la aceptación
materna. Pero a no temer: todo ha sido un error, el hermano pródigo
resulta ser otro. Una vez conocida la verdad, el muchacho, que ha cargado
con todas las bromas del pueblo sobre su "perversión sexual",
sale a la ruta a recuperar a su novia ex hermana. En el camino,
encontrará obstáculos –los matones tarados que manda el novio– y
protección –un brujo medio negro, medio indio (Orlando Jones)– hasta
superar las pruebas que se interponen entre el héroe y su tesoro. Claro
que en la ruta la narración pierde el rumbo y se hace soporífera.
Nada nuevo hay en Dime que no es cierto, al contrario, todo
tiene la pátina del desgaste. La farsa sobre enredos que tan bien se le
dio a Shakespeare y a los mismos Farrelly no tiene ninguna gracia en manos
de Rogers, que trata de aplicar obedientemente pero sin talento las
fórmulas que sus jefes supieron imponer. El humor pretendidamente
irreverente que es marca de los hermanos –aquí de segunda mano– se
vuelca sobre las variantes de la enfermedad: parapléjicos, tullidos y
psicóticos son las víctimas de este film, cuyas burlas apenas
arrancarán alguna sonrisa. Los gags tienen gusto a viejo, un chiste a
costa del pelo y el accidente escatológico con una vaca son refritos sin
imaginación, y en cuanto al corte de oreja que aplica la novia
peluquera... para ver una oreja cortada como Dios manda, que quitaría el
aliento al mismo Van Gogh, no perderse Chopper, la película
australiana anticipada en el reciente Festival de Buenos Aires.
Chiris Klein no imprime ninguna personalidad a su personaje y si
querían hacer de Heather Graham una nena de plástico sin alma, lo
lograron. Orlando Jones es el único que podría salvar algo del film si
le hubieran dado la oportunidad, y Sally Field llega a sorprender porque
se ubica en un rol muy diferente del suyo habitual, como mujer
despreciable, ordinaria, grosera, calculadora e inescrupulosa: una joyita.
En momentos en que se acaba de realizar un tercer Festival de Cine
Independiente, en el que hemos tenido la oportunidad de comprobar una vez
más las enormes posibilidades del cine, las diferentes propuestas de
excelentes cinematografías alejadas del mainstream yanqui, es
inevitable preguntarse por las intenciones de los dueños de Hollywood.
¿Qué cine quieren dar al público? ¿Hacia qué dirección apuntan? A
juzgar por este caso, hacia ninguna que valga la pena acompañar.
Josefina Sartora
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